09 diciembre 2008

DE CURITIBA A PARANAGUA-ILHA DO MEL




Procedentes de Iguazú, nuestra llegada a Curitiba se produjo sobre las 10,30 de la noche tras un largo viaje en autobús por el que pagamos 68 reales en el año 2003.
Justo frente a la rodoviaria, se encontraba la ferroviaria y como teníamos pensado tomar un tren hasta Paranagua al día siguiente, nos alojamos en un cercano hotel donde pagamos 25 reales por persona. Como teníamos pensado y tras el desayuno de rigor, tomamos el viejo tren que pensábamos nos acercaría hasta Paranagua pero en estas fechas, sólo nos llevaría hasta la localidad de Morretes (25 reales).
El recorrido es precioso a pesar de que hay mucha niebla y hace bastante frío.
 
 
Todo el recorrido discurre a través de una densa selva que separa la costa del interior. El tren es una auténtica reliquia y tras atravesar varios túneles y puentes, llegamos a Morretes donde deberemos cogers el autobús que finalmente nos dejará en nuestro destino final, Paranagua. El trayecto viene a durar alrededor de una hora (2Reales).


Lo primero que observamos al llegar a la zona costera, es que el tiempo ha mejorado notablemente y la temperatura es mucho más agradable.
El pueblo es también muy coqueto, con edificios coloniales y unas entradas de mar preciosas. Tras dar un pequeño paseo por el pueblo y degustar los típicos productos del mar en un coqueto restaurante, El Danubio Azul, nos acercamos al puerto para que una lancha nos acercara hasta nuestro destino, Ilha Do Mel.
  











 

El pequeño barco que nos lleva hasta allí cuesta 10 reales y hace una primera parada en la playa de Brasilia para dirigirse posteriormente a la Encantada donde se encuentra el albergue donde pensamos alojarnos.
Se trata del hostel Zorro que cuenta con unas cabañitas de madera junto a la playa y unas magníficas vistas al mar que nos cuestan 25 reales por persona con desayuno. El sitio es precioso y se respira una profunda calma ya que en estas fechas de setiembre apenas hay nadie.
 


Tras casi dos semanas recorriendo el interior de Brasil, agradecemos el cambio de dieta que nos ofrece la costa y no desperdiciamos la ocasión de atiborrarnos a gambas, langostinos y pescado que son bastante baratos en esta zona.
Al día siguiente, tras el desayuno, salimos a recorrer la isla hacia la playa Brasilia situada en el lado opuesto a donde nos encontramos.
Atravesamos varias playas desiertas, subimos unas cuantas rocas, nos internamos en la densa vegetación que cubre la isla y finalmente llegamos al embarcadero de Brasilia.




Queremos salir hacia La fortaleza , que es un pequeño castillo a la orilla del mar pero, cómo no, antes nos tomamos unas cervecitas y unos camarones en una terracita a orillas del mar.
Son más de las 3 cuando volvemos al embarcadero de Brasilia y como el barco que viene de Paranagua, en el que pensábamos volver al albergue, llega dentro de una hora, quedamos con un lugareño para que nos lleve más tarde en su bote y de esta forma nos dé tiempo a comer tranquilos en un garito cercano a la playa.
Hemos recorrido casi toda la isla andando y mañana queremos ir hasta otra isla cercana, Superagüi, para pasar un par de días por allí.



Dejamos las mochilas en el albergue y tras coger lo indispensable para pasar un par de días, a la mañana siguiente nos dirigimos al embarcadero donde un brasileño nos espera para acercarnos en su bote a la isla de Superagüi, en una travesía que dura dos horas. El mar está movidito y llegamos a destino con el estómago un tanto maltrecho.
Nos deja en un pequeño embarcadero donde unos lugareños tratan de pescar algo con un simple sedal y un anzuelo; les preguntamos donde podemos pasar la noche y uno de ellos se presta amablemente a servirnos de guía y llevarnos hasta alguno de los pocos sitios donde se puede dormir.
 

No hay un sólo turista y los pocos habitantes de la zona nos miran asombrados hasta que llegamos a la posada El Crepúsculo que, por supuesto, está cerrada. Tras ponernos en contacto con el dueño, que regentaba también un bar cercano, nos las abre para nosotros.
El sitio es muy básico (15reales) pero más que suficiente para pasar una noche.
Damos una pequeña vuelta de reconocimiento por la playa y nos tomamos una cerveza en una pequeña tasca donde coincidimos con el médico que visita esta zona, tal día como hoy, todos los meses.




Tras su asombro inicial por encontrarnos por allí, entablamos una animada charla y nos invitó a otra tasca para seguir con la charla y con las cervezas!!!.
Verdaderamente estos días nos están sirviendo para recuperar fuerzas y relajarnos después de lo que había significado el viaje hasta ahora y estamos aprovechando para conocer la variedad de pescados y mariscos del lugar concienzudamente.
Los dueños de la posada nos han preguntado si queremos cenar allí y como las alternativas son escasas por no decir inexistentes, les decimos que sí y ante su pregunta de qué queríamos comer,les respondimos que lo dejábamos a su elección.
Resultó una sabia decisión ya que nos obsequiaron con unos exquisitos camarones y una ensalada magistral.

El día siguiente lo dedicamos a lo único que se podía hacer por allí: recorrer la isla. Encargamos la comida para las 3, dejándola otra vez a su elección, y atravesamos el minúsculo poblado a través de una densa vegetación que nos abrió paso a una inmensa playa de muchos kilómetros de largo.Realmente no nos encontramos en una isla ya que había una pequeña conexión al continente a bastante distancia de donde nos encontrábamos.


 

Durante horas recorremos unas playas blancas y totalmente solitarias solamente frecuentadas por algunos pescadores que se desplazan en bicicleta para transportar sus utensilios de pesca y lanzan sus redes con el agua al cuello para luego recogerlas desde la orilla en paralelo a la playa. Esta faena les lleva mucho tiempo y esfuerzo y en ocasiones no sacan ni un solo pez . 



Durante nuestro paseo, vemos algunos delfines muertos en la playa, montones de medusas y una especie de pingüinos muertos sobre la arena, que pensamos son araos. 
Durante el desayuno hemos podido ver algún delfín nadando junto a la orilla por lo que pensamos que seguramente morirán enganchados en las redes o atropellados por los barcos.


Los alcatraces nos acompañan a ratos planeando a ras de agua a lo largo de la orilla.
Cuando llegamos a la pousada ya nos han hecho la comida; les hemos dicho que hicieran ellos el menú y desde luego se han lucido.
Ensaladas, patatas al horno, rollos de camarón, camarones a la milanesa, ricos pescados asados, arroz, fríjoles, cervezas, zumo de naranja y café....todo excelente!!!
Y por 59R cuatro personas.


 


Es la hora de dejar este paradisíaco lugar y tras agradecer a esta simpática familia sus servicios y despedirnos de ellos, nos dirigimos al embarcadero donde hemos quedado para volver a Ilha Do Mel.


A nuestra llegada a la isla, nos sorprende el ambiente que se respira hoy; hay mucha gente joven y muchos garitos que estaban cerrados, han abierto .
Cenamos en el mismo sitio en el que lo hicimos hace unos días pero hoy todo es distinto; el fin de semana lo ha cambiado todo y hoy tenemos música en directo y los locales están llenos de gente.

Disfrutamos del variado ambiente del fin de semana y tras una fugaz visita a la vecina isla de Queraquezaba, tomamos desde allí una lancha rápida (120reales) hasta Paranagua para tomar un autobús hasta nuestro próximo y último destino: Sao Paulo.

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