08 abril 2010

El Acebuche y La Rocina. Doñana (I).


Fijamos nuestro “cuartel general” en el Rocío, un punto estratégico para realizar las visitas al parque. Alquilamos una habitación en “Doñana rural” una típica casa de construcción rociera compuesta de un gran salón con chimenea y cocina equipada en la planta baja mientras arriba se encontraban las habitaciones.
Llegar hasta allí no resultó una tarea sencilla y suponía un claro aviso de lo que nos esperaba ya que las arenosas calles del pueblo se encontraban anegadas de agua y eran pocas las “avenidas” transitables.
Tras una primera toma de contacto con el propietario y las oportunas explicaciones sobre la actual situación de Doñana en esas fechas, salimos hacia El Acebuche donde hay un centro de información y unos senderos de madera que te llevan hasta los observatorios situados al borde de unas lagunas repletas de agua.



Los rabilargos nos recibieron ya en el parking y se convirtieron en asiduos compañeros de ruta. Pronto comprobamos que las anátidas no iban a resultar tan fáciles de avistar debido a la cantidad de agua existente y que les permitía “campar a sus anchas” por donde quisieran. Aún así, no tardaron en aparecer los primeros azulones, algún zambullín, somormujos, porrones, una pareja de calamones, garzas, alguna tortuga….
Mientras tanto, las señoriales cigüeñas sobrevolaban nuestras cabezas en su continuo ajetreo por construir sus nidos.


  
Recorriendo los senderos nos acompañaron tarabillas, verdecillos, alcaudones, herrerillos, carboneros, etc, etc amenizando con sus cantos el silencio de nuestros pasos.




Durante nuestra primera jornada, recorrimos todos los rincones y aún no satisfechos, decidimos volver otra mañana con las primeras luces del alba para deleitarnos con los reflejos del paisaje en las tranquilas aguas de las rebosantes lagunas.
Tras nuestra primera visita al Acebuche y ya de vuelta a casa, nos animamos a recorrer los senderos de la Rocina que se encuentran en los aledaños del Rocío. Una vez más unas lagunas repletas de agua, teñidas esta vez con la cálida luz del aterdecer mostraban unas escenas espectaculares.
La silueta en vuelo de un aguilucho lagunero dio paso a una puesta de sol que ponía el broche final a nuestro primer día por estas tierras.


2 comentarios:

Antonio Ruiz dijo...

Fantástico. Esperaba con impaciencia este post de La Rocina y El Acebuche. Te falto vsitar el centro de cría del lince, allí en el mismo Acebuche.

Espero impaciente el resto del viaje.

Abrazos.

aitor dijo...

Pues sí,vimos el centro de cría pero no nos hablaron de la posibilidad de visitarlo. Lo que sí nos dijeron es que el clima estaba influyendo hasta en el apareamiento de los linces que parecían no haber entrado aún en celo y se resistían a entregarse a la labor.

Un abrazo.