15 junio 2010

Saigón, a caballo entre la tradición y la modernidad. VIETNAM



La actual Ciudad Ho Chi Minh conocida también como Saigón, es en la actualidad la ciudad más grande de Vietnam con una población estimada en 9.000.000 de habitantes.
Constituyó el principal puerto de Camboya antes de ser anexionada a Vietnam en el siglo XVII y fue capital de la colonia francesa de Conchinchina antes de proclamarse capital de Vietnam del Sur tras derrotar a los franceses en 1954.En 1958, se proclama la república y se rechaza cualquier relación con la Vietnam comunista del norte hasta que en 1975 tras el triunfo del norte,fue rebautizada como Ciudad Ho Chi Min aunque muchos nativos siguen denominándola Saigón.
Está situada a 1760 kilómetros al sur de la actual capital vietnamita, Hanoi y a unos 300 km de la capital de Camboya, Phnom Penh.
Posee un clima tropical cuya estación lluviosa se extiende de Mayo a Noviembre y la seca de Diciembre a Abril.Su temperatura media es de unos 28ºC.. 
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Una de las características que más llama la atención del turista que se acerca hasta Saigón es el gran número de motocicletas que llegan a colapsar casi por completo el tráfico de sus concurridas calles . 
En efecto, sus cerca de 7.000.000 de ciclomotores, nos sorprenderán con sus habilidades y piruetas evitándose unos a otros en un curioso y caótico espectáculo del que casi siempre salen airosos.



El vuelo hasta Saigón duró aproximadamente unas 14 horas haciendo una pequeña escala en Qatar a mitad de recorrido. 
El avión de Qatar Airways lleva una pantalla individual para cada pasajero lo que te permite pasar el tiempo en lo que más te apetezca en cada momento.
Tras los trámites de rigor en el aeropuerto, cambio unos euros a 20,700 dongs/€ y salimos fuera donde nos espera Cam Tho, una pequeña y simpática vietnamita que será nuestro guía durante nuestra estancia en la zona sur del país. 
Nos acompaña hasta el hotel Viendong que nos sorprende por ser un moderno establecimiento, muy limpio y excelentemente situado.
A pesar de que ya está oscureciendo y estamos bastante cansados, no nos resistimos a tener la primera toma de contacto con la monstruosa ciudad a la que acabamos de llegar.
Las primeras emociones fuertes no tardan en llegar cuando nos aventuramos a realizar una actividad de “sumo riesgo”: debemos cruzar una calle!!
Es difícil describir las sensaciones que produce cruzar una calle repleta de motos y coches que no respetan normas ni semáforos y que simplemente se limitan a evitar los obstáculos en forma de personas, vehículos o animales que se presentan a su paso.

Tras un pequeño paseo, dos gigantescas cervezas por las que nos cobran un euro, nos ayudan a superar el mal trago. 
Por hoy es suficiente, volvemos al hotel.

Al día siguiente y tras un copioso y variado desayuno, salimos hacia el mercado chino de Cholón, un barrio de minoría china que antiguamente constituía una ciudad independiente
El mercado es un edificio de varias plantas donde se puede encontrar cualquier cosa que se te pueda pasar por la imaginación incluyendo por supuesto carne y pescado que mantienen vivo sumergidos en valdes repletos de agua. 


 







         
  












Una pagoda cercana, donde los fieles rezan y realizan sus ofrendas, es nuestra siguiente visita.


Más tarde nos desplazamos hasta el museo de la Guerra. 
Además de los aviones, tanques y cañones que se pueden ver en el exterior, lo que más me impresiona son las fotos y textos de su interior que consiguen trasladarte hasta el infierno que tuvieron que vivir los americanos y las duras condiciones que sufrieron en una climatología desconocida para ellos. 

Los efectos que el agente naranja y otros venenos y armas utilizados contra los vietnamitas produjeron entre la población, contribuyen una vez más a comprobar los absurdos comportamientos que lleva a cabo en ocasiones el ser humano.
Cam Tho nos lleva ahora al restaurante Le Mekong para reponer fuerzas. Nos sorprende cuando nos deja solos y se va a otra mesa donde come una simple sopa mientras nuestra mesa está repleta de platos. 
Más tarde nos diría que su jefe no le permite comer con los clientes. Le rogamos que en adelante, lo haga con nosotros y afortunadamente así lo haría a partir de ahora.
Por la tarde visitamos el palacio de la reunificación, el edificio de correos, la iglesia de Notre Dam y hacemos un pequeño recorrido en el coche pasando por el ayuntamiento y el teatro para finalizar la visita panorámica en un mercado que se encuentra cercano a nuestro hotel.


 

















El calor aprieta y decidimos ir hasta nuestra habitación para descansar hasta que refresque un poco.
Nos disponíamos a salir a cenar algo cuando una gran tromba convirtió las calles en una especie de pista de patinaje al mezclarse el agua caída con los aceites y grasas provenientes de motos y de la comida callejera. Muchas personas hacen la comida en la calle e incluso duermen sobre sus motos al aire libre.

Mientras cenamos en una tranquila terraza una gran pizza “seafood” acompañada de tres enormes cervezas Saigón (unos 5€) nos percatamos del negruzco color de nuestros pies recubiertos con una extraña capa oscura de aceite y suciedad que nos llevará un buen rato eliminar en nuestra habitación.

La tarde del día siguiente la dedicamos a pasear hasta el teatro de las marionetas de agua. Pretendíamos ver el espectáculo esa noche pero al llegar , los billetes se habían agotado por lo que volvimos al hotel tras parar en el camino a cenar algo por menos de 4 €. 
Es conveniente reservar billetes para el espectáculo con antelación si se desea presenciar las marionetas.
Saigón fue el encargado de darnos nuestra bienvenida a Vietnam y también lo fue de despedirnos. Pasamos allí también nuestro última noche antes de tomar el avión que nos traería de vuelta a casa.
Ese último día lo dedicamos a las compras típicas y tras dejar las mochilas en un cuarto que amablemente nos cedió el hotel hasta nuestra marcha, nos echamos a la calle.
Aproveché para tomarme mis últimas cervezas vietnamitas en pequeñas y tranquilas terracitas apartadas de los rincones más concurridos mientras esperaba, cámara en ristre, el paso de los vietnamitas bien en moto bien andando, cargados con toda clase de productos a cuestas.
Me dejé atrapar apaciblemente por el discurrir cotidiano de las vidas de todos aquellos que me rodeaban sin prestarme atención alguna, como si milagrosamente hubiera conseguido que dejaran de verme como un turista. 
Durante esos momentos experimenté la sensación de estar guardando en mi cámara auténticos retratos de la vida vietnamita.













                                                      



3 comentarios:

Anónimo dijo...

panga....¿nueva aberración de la globalización?

aitor dijo...

Hola amigo,
espinoso asunto el que mencionas. Mientras que en este lado del mundo se insiste en la inconveniencia de consumir este pescado por estar contaminado,allí me aseguraban que tras todo ésto se esconden oscuros intereses económicos.
Es posible que todos tengan su parte de razón....

Saludos.

Anónimo dijo...

por si acaso.....¡qué lo coma zapatero......!