13 septiembre 2014

Desde Cody a Spanish Fork. YELLOWSTONE ( IV )


Durante la jornada de hoy atravesaremos Yellowstone entrando desde Cody, al sudeste del parque, para dirigirnos hacia el sur atravesando de nuevo el Grand Teton.  
El objetivo de esta etapa es acercarse lo máximo posible a nuestro próximo destino, Moab, aunque todo dependerá de lo que nos entretengamos por el camino. 
Hoy nos espera una de las etapas más largas del viaje, es posible que la más larga de todas. Finalmente haremos 853 kilómetros.



Ver Cody-Spanish Folk en un mapa más grande
 
A las 6,30 nos levantamos, preparamos y cargamos las mochilas en el coche y acudimos a la recepción de nuestro hotel para desayunar antes de partir.
El día ha amanecido muy nublado y frío lo que añadido a las altitudes por las que nos movemos, provoca que la temperatura apenas suba de 0ºC.
Al entrar al parque nos topamos con unos Carneros de las Rocosas (Ovis canadensis), animal que no habíamos visto hasta ahora y aprovechamos para sacarle unas fotografías. 




El aguanieve que lleva cayendo desde hace ya un buen rato, deja paso a la nieve y el paisaje toma el característico tono blanquecino mientras los lagos desprenden de su superficie una especie de neblina que sugiere unas temperaturas nada agradables.



Proseguimos rumbo al Lago de Yellowstone sin incidencias. En sus aguas vemos un grupo de pelícanos alimentándose mientras las nubes siguen empeñadas en acompañarnos en nuestro viaje. Teníamos esperanzas en ver fauna variada a lo largo de nuestro recorrido pero con este tiempo, aún es más difícil. 



La diosa fortuna no estuvo de nuestro lado ni en nuestro paso por Yellowstone ni en el posterior por Grand Teton, así que finalmente abandonamos estos dos fantásticos parques sin haber visto osos negros ni alces.
Continuamos rumbo al sur disfrutando de los habituales cambios de paisaje hasta que llegamos a la pequeña población de Daniel
Son las dos de la tarde y las poblaciones son escasas en estas infinitas rectas que parecen no llevar a ninguna parte así que decidimos comer allí mismo, en el único bar que vemos. 

El Green River Bar resultó ser el auténtico y genuino “bar del oeste americano”.
Una larga barra repleta de gente local con su visera, entre los que no faltaba la típica chica rubia con vaqueros ceñidos y botas por debajo de las rodillas, nos hizo sentir que no sólo nos habíamos desplazado en el espacio sino también en el tiempo. Todos se giraron cuando entramos a la vez que nos ofrecían una sincera sonrisa de bienvenida.
Viejas fotos del pasado, la cabeza de un berrendo disecado y una gran mesa de billar completaban el perfecto escenario donde nos encontrábamos y que parecía sacado de los fotogramas de las típicas películas americanas.


Unas ricas hamburguesas, cervezas, café y unos cigarrillos fumados alrededor de nuestra mesa en compañía de la chica rubia y la dueña del local, pusieron el mejor broche posible a la comida.
Los exteriores del local tampoco tenían desperdicio; una antigua estación de servicio abandonada y algunos edificios en ruinas dejaban entrever los días de gloria que algún día se vivieron en la zona.


Era hora de volver al coche y seguir camino; aún quedaba mucho por recorrer. Las rectas infinitas dejaron paso a los interminables puertos de montaña que parecían no acabar nunca. Apenas bajábamos uno, comenzábamos a subir otro y lo peor era que el tiempo estaba empeorando por momentos hasta que finalmente una gran nevada se hizo dueña y señora de la situación.
El viaje se hizo aún más pesado ya que la carretera se encontraba helada en algunos tramos y había que conducir con mucha precaución. 
Durante gran parte del viaje nos movimos por altitudes que superaban por mucho, los 2000 metros.
Asombrosamente, el tiempo cambió radicalmente al llegar a Salt Lake City. A partir de allí dejó de nevar y comenzamos a plantearnos dónde parar a dormir. 

Cuando la luz del día comenzaba a abandonarnos, paramos en el primer pueblo que encontramos: Spanish Fork.
Nos acercamos al hotel Western Inn y allí dormimos en dos habitaciones triples por 81$ cada una.
Tras una breve charla con un padre e hijo de origen mexicano que se dirigían a Canadá en bicicleta desde Chihuahua, casi 3000 kilómetros, nos fuimos a cenar a un restaurante mexicano cercano desde donde vimos un precioso atardecer antes de irnos a la cama.
Mañana madrugaremos para llegar a Moab temprano y visitar el parque de Arches




 

2 comentarios:

Tawaki dijo...

A pesar del mal tiempo, que dificulta la fotografía y la observación de animales, las fotos con la nieve son muy chulas.

¡Qué ganas de ver algo del Estados Unidos profundo! Ya me imagino con una hamburguesa en una mano y una cerveza en la otra.

aitor dijo...

Lo mejor de la jornada, quizás por lo inesperado, fue la comida en aquel bar de carretera de aquel minúsculo pueblo.
La América profunda se mostró inesperadamente ante nosotros e hizo las delicias de todos.
Fue un momento inolvidable!!