04 septiembre 2015

Tras la huella del orangután. Gunung Leuser National Park.



Cuando me despierto y salgo a la terraza, descubro con agrado que el sol brilla con fuerza y las nubes han desaparecido por completo. Indudablemente, esto nos va a permitir ver las cosas de otra manera.
Bajamos nuestro equipaje a recepción para dejar libres nuestras habitaciones ya que hoy dormiremos en la jungla y nos sentamos a la mesa donde nuestro desayuno ya está preparado. 



Ayer encargamos unas tortillas, cafés, tostadas, zumos y frutas para reunir la energía necesaria ante la dura jornada que teníamos por delante.
Tras el desayuno y con nuestro guía Imán siempre en cabeza, nos dirigimos hacia el pueblo para cruzar un puente que nos sumergía por completo en la jungla. 

Nada más comenzar, una dura y complicada rampa embarrada nos dejó claro que la caminata no iba a ser un plácido paseo. Apenas llevábamos unos minutos en la jungla y ya estábamos totalmente empapados en sudor. La humedad existente es brutal.





Los macacos de cola larga o cangrejeros (Macaca fascicularis) no tardaron en hacer aparición. Un numeroso grupo mostraba su curiosidad por la presencia de nuestra comitiva, con total descaro. 




 













Más tarde serían los monos Thomas Leaf los que se dejaron ver aunque éstos mostraron una actitud mucho más precavida y huidiza ante nuestra presencia.


mono Thomas Leaf

Un gran mono negro que nuestro guía identificó como un siamang (Symphalangus syndactylus), se convirtió en indiscutible protagonista durante los siguientes minutos hasta que, harto de nuestra presencia, decidió desaparecer entre la densa vegetación de la jungla.



siamang (Symphalangus syndactylus)

Por un momento las cuestas habían dado paso a un pequeño llano que nos permitía disfrutar de las distintas especies de monos que íbamos descubriendo aunque el principal objetivo de nuestra visita parecía resistirse. 
Pero la fortuna estaba de nuestra parte; de pronto Imán me cogió del brazo y señalándome un punto anaranjado en la lejanía, pronunció la palabra que todos estábamos esperando escuchar: Orangután!!
Un grupo de cuatro ejemplares hizo las delicias de todo el grupo durante un buen rato en el que no dejamos de disparar nuestras cámaras ante la exhibición de los anhelados orangutanes. Mientras unos se columpiaban colgados de lianas, otros se esmeraban en la construcción de nidos donde pasar la noche.
Tuvieron que transcurrir muchos minutos y cientos de fotografías, antes de que decidiéramos emprender de nuevo nuestra marcha.






Durante las siguientes horas, nos limitamos a subir y bajar infinidad de cuestas. 

A excepción de un lejano grupo de gibones que vimos a lo lejos saltando de un árbol a otro, no volvimos a ver ningún animal por lo que nuestro guía aprovechó para contarnos curiosidades y leyendas de la jungla.
Refiriéndose a los tigres, nos asegura que es muy difícil verlos pero que en ocasiones se acercan hasta el pueblo donde no son bien recibidos. Además de los daños que producen al ganado, nos confiesa que aún están muy extendidas las leyendas que muestran al tigre como la reencarnación de espíritus malignos transmisores de males y desgracias allá donde aparecen. Por todo ello, considera que el futuro de los centenares de ejemplares que aún sobreviven, está muy comprometido. 



 

También nos hablan de unas hormigas gigantes que abundan en el terreno que pisamos y cuyas potentes mandíbulas nos aseguran haber salvado numerosas vidas al utilizarse para suturar heridas, evitando que el herido se desangrara hasta llegar a un sitio donde recibir la atención médica oportuna. Cerraban las heridas con sus potentes mandíbulas y posteriormente cortaban sus cabezas que hacían la función de puntos de sutura provisionales.

 


Las serpientes tampoco faltaron a la cita en un hábitat tan favorable para ellas pero no eran los únicos bichos peligrosos que debíamos vigilar. También fuimos advertidos del poderoso veneno que portaban en su mordedura una especie de escolopendras (milpiés), también habituales de la zona, para que guardáramos las necesarias precauciones. Una pequeña lección de botánica sobre el terreno completó la didáctica marcha.

 


Pero un pequeño incidente iba a alterar la tranquilidad de nuestra caminata. Una gran hembra de orangután con una cría en su regazo, permanecía firme en medio del sendero impidiendo nuestro paso. Se trata de Mina.
Probablemente estamos ante el orangután más famoso de la zona, una fama que se ha ganado a pulso gracias a la agresividad que muestra ante los humanos. Se calcula que tiene unos 40 años y fue el primer orangután que se recibió en el cercano centro de rehabilitación de Bukit Lawang. Fue rescatada de una familia que lo retenía como mascota y parece que aún no ha perdonado del todo a los humanos. A pesar de que ha atacado a varios turistas y a muchos guías, éstos guardan una especial relación de afecto hacia ella.
El problema es que ahora la teníamos en frente y no podíamos decir que mostrara una actitud
nada amistosa ante nuestra presencia. 
Nuestro guía nos ordenó pararnos a una distancia prudencial y envió a varios ayudantes a distraer a Mina ofreciéndole abundantes frutas. Y fue precisamente en ese momento, cuando tanto Mina como su cría tenían sus manos llenas de frutas, cuando Imán nos dio la orden: “correr y pasar sin mirarle y sin deteneros”. 



Mina y su cría


Cuando dejamos a Mina y su cría a muchos metros de distancia, dejamos de correr. Era lo que nos faltaba para acabar de reventarnos físicamente….



Afortunadamente, poco después hicimos un alto en el camino para comer. 
En un claro de la jungla, en lo alto de una de las numerosas colinas que subimos a lo largo del día, Imán nos saca una generosa ración de arroz con pollo y un huevo frito, servida sobre una enorme hoja de palmera.
Realmente agradecimos más la parada que la propia comida que nos ofrecieron pero todos nos entregamos a la labor de reponer energías para poder continuar la marcha hasta que repentinamente, un potente y extraño sonido hizo que todo el grupo se girara al unísono. 

Nuestro guía y sus ayudantes no pudieron evitar una carcajada antes de tranquilizarnos y explicarnos que se trata del canto de un hornbill, una especie de tucán que puebla estas junglas. No tardan en descubrirlo en la percha de un árbol lejano para satisfacción de todos los allí presentes. La belleza de su pico es innegable pero vaya susto nos ha dado el maldito pajarraco!!!



cálao rinoceronte (Buceros rhinoceros)


Tras la comida, reemprendemos la marcha para continuar con las infinitas subidas y bajadas que van minando la fortaleza de nuestras piernas a las que cada vez les cuesta más esfuerzo moverse. 
Una breve pausa a las orillas de un riachuelo donde aprovechamos para refrescarnos y comer un poco de sandía y otras frutas desconocidas por nosotros, fue la última parada antes de encarar un brutal y embarrado descenso que nos llevaría hasta nuestro campamento junto al río. 




Agarrándonos a las lianas y raíces de los árboles, conseguimos llegar sanos y salvos a nuestro destino sin sufrir ningún percance grave. 
No queríamos pensar en las consecuencias de una eventual caída que requeriría atención médica ni en las dificultades que supondría el  transporte de un herido que no pudiera andar por sí mismo…

Pero por fin lo conseguimos. Habíamos llegado a nuestro campamento y lo primero que hicimos fue ponernos el traje de baño y darnos un chapuzón en las frescas aguas del río. 





Fue la mejor manera de relajar nuestros agotados músculos y recuperarnos de los litros de líquidos perdidos. 
Unos dulces y unos ricos tés que nos prepararon y que degustamos relajadamente en medio de aquel sobrecogedor paisaje, consiguieron que comenzáramos a disfrutar plenamente del extraordinario lugar en el que nos encontrábamos.
Las últimas luces del día y sobre todo, los sugerentes olores que llegaban hasta la orilla del río, nos anunciaban que era la hora de cenar. Una copiosa cena que a pesar de estar exquisita fuimos incapaces de acabar, puso el broche final a una jornada tan agotadora como espectacular. 
Allí, todos sentados cerca del río, a la luz de unos relámpagos que repentinamente iluminaban la noche y rodeados por unas sorprendentes luciérnagas voladoras que revoloteaban a nuestro alrededor, pasamos los últimos y agradables momentos antes de retirarnos a nuestra carpa para intentar conciliar el sueño en mitad de la jungla. 
Era el momento de, a la luz de una vela, tumbarnos, relajarnos y pensar en todas las historias que nuestro guía nos había contado a lo largo del día. 
Historias sobre extraños monos, hormigas gigantes, ciempiés venenosos y espíritus malignos reencarnados en tigres que acechaban en la oscuridad de la noche…..
Felices sueños.



2 comentarios:

Tawaki dijo...

Aquí me has dado, porque gorilas y orangutanes están mu altos en mi lista de cosas pendientes. Las fotos excepcionales, el relato te atrapa completamente, y las cuestas me asustan. ¿Tendré que ponerme en forma!

aitor dijo...

Pues ya sabes....ponte manos a la obra y prepárate para enfrentarte con la irascible Mina.
La verdad es que poder cruzar tu mirada con la de estos animales, es una sensación increible.