06 enero 2016

Reserva de Samburu, Kenya.


Situada en la zona central de Kenya, al norte de la imaginaria línea del ecuador, se encuentra una de las reservas naturales que más nos impactó desde el mismísimo momento de nuestra llegada.
Se trata de la Reserva Nacional de Samburu, un árido territorio de unos 170 km², que junto a Buffalo Springs National Reserve, Laikipia y Shaba National Reserve, conforman un sistema que reune numerosos atractivos que justifican sobradamente su visita.



Procedentes de Nakuru y tras las correspondientes paradas en las Cataratas Thomson y en el ecuador terrestre, hicimos un alto en el camino en la población de Nanyuki para comer algo y estirar las piernas antes de proseguir el largo viaje que nos llevaría hasta el parque de Samburu.
Conforme avanzábamos hacia el norte, no tardamos en comprobar que nuestro viaje también había tomado rumbo a la pobreza extrema. 

A la vez que la aridez se tornaba en clara protagonista del paisaje, las condiciones de vida de los humanos que sobrevivían en estas desoladoras tierras, adquirían tintes dramáticos de los que fuimos incapaces de abstraernos.
Si bien el nivel de vida en todo el país es de por sí muy bajo, lo que estábamos observando en el hostil territorio samburu nos afectó de manera irrefutable. 


Las chozas cubiertas con cartones, plásticos y basuras de todo tipo y las mujeres con niños en sus brazos que se acercaban a nosotros con sus raídas vestimentas suplicando una moneda, fueron momentos que difícilmente olvidaremos.  
Aún no habíamos llegado al parque pero todas aquellas escenas nos estaban desbordando. La miseria se mostraba ante nuestros ojos de forma desgarradora.
 

A lo largo de nuestros viajes hemos tenido oportunidad de comprobar las duras condiciones en las que se desenvuelven gran número de personas en distintos puntos del planeta pero en esta ocasión la situación nos estaba afectando demasiado. Realmente aquello supuso una auténtica bofetada de realidad que chocaba frontalmente con el motivo lúdico de nuestro viaje.

Afortunadamente nuestra llegada al humilde y básico campamento Butterfly supuso un reconfortante alivio a nuestras conciencias. Los jóvenes samburu que regentaban el campamento nos agradecieron efusivamente nuestra visita y se esforzaron en hacernos entender que nuestro dinero revertiría directamente en la población local ya que eran ellos quienes lo administraban. Nunca imaginarán lo que nos reconfortaron aquellas palabras.
 

Butterfly campsite era un campamento que no gozaba de ninguna comodidad, en el que dormiríamos en una tienda de campaña y donde los urinarios se encontraban aterradoramente lejanos a nuestra tienda. Por supuesto, nos encontrábamos en pleno parque y nada nos protegía de la visita de animales salvajes; todo lo contrario, éstos se veían atraídos por el olor a comida.  
Una pequeña cocina-comedor cubierta por una lona, completaban las "comodidades" del campamento.


Llegamos al parque a través de una pesada pista de tierra que  se adentraba en un inhóspito y desolador paisaje. Abundantes espinos y matorrales intercalados por las típicas acacias africanas, conforman el escenario que nos acompañará durante los próximos días.
Eran las 15,30 de la tarde y nos disponíamos a realizar nuestro primer safari por la zona. El calor llegaba a ser axfisiante.
 

Uno de los principales atractivos de este parque radica en la existencia de especies que no podremos ver en el resto de los parques keniatas. 
El órice beisa (Oryx beisa), la cebra de Grevy  (Equus grevyi), la jirafa reticulada (Giraffa camelopardalis reticulata) y el antílope de cuello largo o gerenuc (Litocranius walleri), se convirtieron en nuestros principales objetivos. Afortunadamente no faltarían a la cita.
Aún así no tardamos en comprobar que la densidad de fauna que encontraremos en Samburu, es muy inferior a la que hemos gozado en Masai Mara pero este paisaje tan hostil transmite una sensación tan desoladora y salvaje que nos llega a cautivar por completo.

A los ya habituales protagonistas de los safaris, se unen en esta ocasión las especies anteriormente descritas: las cebras de Grevy, las jirafas reticuladas, los gerenuc, los orix y gran número de aves entre los que se encuentran la gallina de guinea Vulturina (Acryllium vulturinum) y el francolín de cuello amarillo (Francolinus leucoscepus) entre otras muchas.
Permanecemos durante casi tres horas recorriendo las polvorientas pistas bajo un sol abrasador del que sólo nos libramos cuando nos acercamos a las zonas arbóreas que se concentran a orillas del río Ewaso Ng'iro. Allí será precisamente donde más concentracción de fauna encontraremos.


gerenuc (Litocranius walleri)
gerenuc (Litocranius walleri)

órice beisa (Oryx beisa)

cebra de Grevy  (Equus grevyi)

jirafa reticulada (Giraffa camelopardalis reticulata)

gallina de guinea Vulturina (Acryllium vulturinum)

francolín de cuello amarillo (Francolinus leucoscepus)


Durante el safari, habíamos puesto nuestras botellas de agua bajo los asientos del coche con la intención de protegerlas del sol pero cuando fuimos a hacer uso de ellas, comprobamos que el agua estaba literalmente ardiendo. Era imposible beberla.
Llegamos al campamento exhaustos dispuestos a bebernos cualquier líquido que estuviera mínimamente frío pero para nuestra desgracia no disponían de ninguna bebida fresca. Nos comentaron que otro grupo de cuatro personas llegarían en breve y que entonces podrían acercarse hasta el lodge más cercano para traer bebida fresca para todos.
Aquella hora de espera fue una de las más largas de mi vida; tenía la boca pastosa y apenas podía tragar saliba; creo que puedo asegurar que nunca en mi vida había sufrido esa sensación de sed tan angustiosa.
Nos dimos una ducha de agua fría tratando de mitigar aquella tortura pero nada nos consoló hasta que nuestros compañeros de campamento llegaron e hicimos el pedido de las bebidas.
La primera cerveza de 600 cl me la bebí de un trago; la segunda, la degusté como si se tratara de un manjar sublime que me negaba a terminar.


La cena en la oscuridad de la noche a la luz de unos candiles hubiera sido perfecta si no hubiera sido por la repentina aparición de unos ojos que brillaban en la oscuridad para dirigirse directamente al campamento y más concretamente a donde nos encontrábamos nosotros. Sólo llegué a ver una larga cola y el pelo jaspeado de la bestia antes de saltar como un resorte para guarecerme.
El personal del campamento se partía de risa al ver la escena pero a mí aún me temblaban las piernas. Se trataba de una inofensiva gineta que todas las noches visitaba la cocina en busca de alimento. ¡¡Eso se avisa, hombre!!



gineta

gineta

Ni el sofocante calor que hacía en la tienda, ni el ruido de los animales que merodeaban el campamento pudieron evitar que cayera dormido apenas me tumbé. La jornada había resultado demasiado dura.

A las 6,30 ya estábamos de nuevo en nuestro vehículo recorriendo el parque. 

A pesar de que rondamos los 40ºC, recorremos los intrincados caminos de Samburu hasta las 10 de la mañana. Los animales vuelven a ser fieles a la cita aunque no conseguimos ver a uno de los animales más representativos de este parque: el leopardo.
Elefantes, cebras, dik diks, jirafas, antílopes, monos, unas diminutas crías de león y numerosas aves se sucedieron durante nuestro segundo safari por Samburu.




Dik dik

jirafa reticulada (Giraffa camelopardalis reticulata)






Ya de vuelta en el campamento, dedicamos nuestro tiempo a descubrir la abundante fauna que poblaba el mismo. Monos velvet, babuinos, lagartos, ardillas y gran cantidad de aves nos mantenían entretenidos hasta la hora de comer. Eso sí, no nos alejábamos demasiado ya que en cualquier momento podíamos darnos de bruces con animales peligrosos.
El seco lecho del río que teníamos en frente también era un lugar muy frecuentado por animales que acudían desesperados en busca de algún reducto de agua en el que saciar su sed.



mono verde (Chlorocebus sabaeus)
Babuino en el campamento
Barbudo de D´arnaud Trachyphonus darnaudii
Estornino Soberbio Lamprotornis superbus







Abejaruco gorgiblanco Merops albicollis
Turaco ventribanco Criniferoides leucogaster
White-browed Sparrow-Weaver Plocepasser mahali


Tras la comida y un breve descanso para hacer la digestión mientras el sol castigaba sin tregua, partimos de nuevo en busca de fauna. Una vez más el calor es sofocante y los animales tratan de buscar refugio allá donde exista la más mínima sombra. 
No conseguimos ver ninguna especie nueva tras más de dos horas de safari que nos sirven para cubrirnos de una gruesa capa de polvo de la que sólo nos libraremos bajo los reconfortantes chorros de agua de la ducha.
Encargamos unas cervezas, sacamos unas fotos a nuestra amiga la jineta que no faltó a la cita tras la cena y nos fuimos a dormir.




cebra de Grevy  (Equus grevyi)
jirafa reticulada (Giraffa camelopardalis reticulata)
leona en Samburu
gineta
cocodrilo en Samburu
avestruz somalí (Struthio molybdophanes)
Atardecer en Samburu


A las 6,15 ya estábamos de nuevo en pie preparados para realizar nuestro último safari que nos serviría para despedirnos de este salvaje y rudo paraje donde las duras condiciones de vida alcanzan extremos insospechados.
Tratar de explicar la extraña atracción que nos produjo un lugar tan árido y desolador y que nos mostró la cara menos hospitalaria de Africa, seguramente se trate de una tarea imposible.
Mientras tanto, los irreductibles guerreros samburu que pueblan estas tierras continuan empeñados en salir airosos de la dura batalla que supone sobrevivir cada día en un territorio que ofrece tan pocas posibilidades...



2 comentarios:

Tawaki dijo...

Viajando por esos mundos de Dios es como uno descubre la inmensa suerte de haber nacido en un país civilizado. Sin bien los leopardos son difíciles de ver, sí que os habéis traído una estupenda colección de fotos.

aitor dijo...

Hace ya unos añitos de este viaje pero nunca olvidaremos ese precioso pero duro escenario kenyata.
Un saludo!!