15 mayo 2016

Atravesando el ecuador terrestre. Efecto Coriolis.


En el transcurso de nuestro safari de doce días por los parques kenyatas,tocaba el turno de desplazarnos desde el paque de Nakuru hasta las salvajes tierras de los samburu.
A las siete de la mañana ya estábamos en pie preparados para partir rumbo a Samburu tras un reconfortante desayuno.

El viaje discurre apaciblemente, siempre teniendo en cuenta las peculiares singularidades de los desplazamientos por carretera a través de Kenya. Los adelantamientos se producen en dos, tres o cuatro carriles a pesar de que circulamos en carreteras de tan solo dos carriles pero no tardamos en acostumbrarnos; estamos en Africa. Los camiones son los protagonistas de la carretera y forman largas caravanas. Uno de ellos que circula por delante de nosotros y que transporta combustible, va perdiendo su carga debido a alguna fuga y la gente se apresura a recoger el combustible que se amontona en los baches de la carretera para aprovecharlo para su consumo. Es difícil que nada con un mínimo valor se desaproveche en este país.

Nuestra primera parada tiene lugar en las Cataratas Thomson. No son nada del otro mundo pero viene bien para estirar las piernas y hacer un alto en el camino.
Nos encontramos en la zona centro del país, cerca de la ciudad de Nyahururu, a 2360 metros de altitud.
Estamos ante una caída de agua de 74 metros protagonizada por el río Ewaso Narok cuyo origen se encuentra en los montes Aberdare.
Allá por el año 1883, el naturalista escocés Joseph Thomson fue el primer europeo que pasó por este lugar en su ruta a pie desde Mombasa al lago Victoria, dando su nombre a esta singular cascada.
 


Además de las vistas desde la zona alta, hay un camino que desciende hasta la base de las cataratas y al lado opuesto, río arriba, se pueden visitar unas charcas con algunas de las poblaciones de hipopótamos más importantes de Kenya.



Nosotros nos limitamos a disfrutar de las vistas de la cascada desde arriba mientras vendedores y charlatanes se acercaban a nosotros para ofrecernos todo tipo de artículos. Incluso nos llegaron a ofrecer varias especies de preciosos camaleones.





Tras la breve visita continuamos nuestra ruta hasta llegar a una de las lineas terrestres imaginarias más emblemáticas de nuestro planeta: el ecuador.
Como suele ser habitual en este tipo de lugares de parada obligada, las tiendas de souvenirs, bares y toda clase de chiringuitos se adueñan por completo del paisaje.
No pasó mucho tiempo hasta que un kenyata se acercó hasta nosotros con un valde de agua y un embudo para demostrarnos los increibles poderes del "efecto Coriolis".


 

El efecto Coriolis es el responsable de las trayectorias que siguen las masas de aire y las corrientes marinas, provocando que éstas se desplacen hacia la derecha en el hemisferio norte y a la izquierda en el sur.
La creencia popular afirma que este efecto se puede observar también en los lavabos y desagües de nuestras casas. Mientras que el remolino que se forma en el hemisferio sur gira en el sentido horario, en el norte lo hace en sentido contrario y en el ecuador no hay giro de ningún tipo.


Pues bien, allí teníamos frente a nosotros, a un espigado kenyata dispuesto a demostrarnos "in situ", la veracidad de este increible fenómeno.
En primer lugar dimos unos pasos al sur del ecuador para comenzar a verter agua en el embudo y ver cómo se formaba un pequeño remolino en la dirección de las agujas del reloj. Acto seguido nos dirigimos al norte del ecuador y efectivamente cuando vertió el agua en el embudo, en esta ocasión el agua giró en dirección contraria y por si quedaba algún tipo de duda, nos paramos en la misma linea del ecuador donde al echar el agua, ésta cayó en vertical si formar ningún tipo de remolino.
Le dimos unas monedas por su demostracción y proseguimos nuestro camino pero tened claro que el efecto Coriolis no tiene ninguna influencia sobre el sentido del agua al caer por los desagües y mucho menos a distancias tan insignificantes; todo es fruto del modo y lugar desde donde vierten el agua al embudo. E indudablemente, ellos están muy entrenados sobre la forma de hacerlo.




Ya no pararíamos hasta la hora de comer antes de llegar a Samburu, en un viaje hacia el norte donde la miseria iba haciéndose protagonista indiscutible del paisaje.
Un entorno dolorosamente árido, chozas fabricadas con plásticos y basuras y mujeres con niños en sus brazos implorando unas monedas supusieron una dura bienvenida a las tierras de los Samburu.




2 comentarios:

Tawaki dijo...

Así es África, grandiosa en cuanto a paisajes y triste en lo que respecta a la pobreza. Es difícil, viniendo desde Europa el sustraerse a cierto sentimiento de impotencia. Por mucho que uno quiera ayudar, es como un grano de arena en el desierto. Eso sí, en todas partes hay listos que quieren aprovecharse de la ingenuidad de los demás.

aitor dijo...

Son duros esos momentos en los que te hacen consciente de lo privilegiado que eres frente a su miserable pobreza. Una simple cuestión de nacimiento que marcará tu vida para siempre...