05 diciembre 2017

De Ranomafana a Ambalavao. La Reserva de Anja.


A las 6 ya estamos levantados. Volvemos a rehacer las mochilas y nos vamos a desayunar. 
El día ha amanecido muy nublado y el suelo está mojado de la lluvia que ha caído durante la noche, una lluvia que nos vuelve a amenazar con pequeñas gotas de agua que caen sobre nuestras cabezas cuando nos dirigimos al restaurante del hotel. 
Mientras estamos desayunando, vemos a través de los ventanales cómo la lluvia comienza a convertirse en una impresionante cortina de agua. 
No nos atrevemos ni a salir a por las mochilas para bajarlas hasta nuestro coche. Por un momento, todos somos conscientes de la suerte que tuvimos ayer con el tiempo ya que si hubiera caído lo que está cayendo ahora mismo, la ruta se hubiera convertido en un infierno. 

Permanecemos un buen rato esperando a que, al menos, bajara un poco la intensidad de la lluvia para volver a nuestras cabañas y bajar el equipaje a nuestro coche. 
En cuanto la lluvia cesa mínimamente, el personal del hotel se apresura a recoger nuestro equipaje para montarlo en lo alto del vehículo y cubrirlo rápidamente con una lona para protegerlo del agua. 

Salimos del hotel para proseguir nuestra ruta hacia el sur, aún en compañía de una incesante lluvia que continuará con nosotros un buen rato hasta que las nubes van dejando paso a un sol que se esfuerza por hacerse fuerte. 



Nuestra ruta desde Ranomafana a la Reserva de Anja.




Desde que dejamos la capital, hemos atravesado varios controles militares pero en ninguno nos habían prestado ninguna atención hasta que llegamos a la población de Finarantsoa donde ante nuestra sorpresa, nos mandaron parar y Gael tuvo que entregar toda la documentación del coche. Afortunadamente, seguimos nuestra ruta sin más problemas. 
Poco después, ya en la ciudad, llenamos por primera vez el depósito de nuestro coche con 90 litros de gasoil. El litro está a 3000 MGA, casi 1€. 
Nada más salir de la ciudad, nos vuelven a parar en un control. No acabamos de entender estos continuos controles pero parece que van a ser habituales de aquí en adelante. 

Ya de nuevo en ruta, volvemos a disfrutar de las típicas escenas que tienen lugar a lo largo de la carretera y que nos esforzamos en fotografíar a pesar de la dificultad que supone hacerlo a través de las ventanillas de nuestro coche en movimiento. 
No deja de fascinarnos el gran esfuerzo que supone a la población local, transportar todo tipo de mercancías bien sobre sus cabezas o en algún rudimentario artilugio, en el mejor de los casos. 
Los más favorecidos hacen uso de los cebús para tirar de sus carros repletos de materiales de todo tipo. 
Arrozales, hornos, medios de transporte y el gran número de personas que se desplazan por la carretera a pie, siguen manteniendo un protagonismo indiscutible durante nuestra ruta. 















Hacemos una parada para hacer unas fotografías a unos bonitos arrozales y aprovechamos para regalar unas pinturas y unos lapiceros a unos niños que estaban con sus madres. 
Pronto comienzan a aparecer niños por todos lados y tenemos que recurrir a sus madres para que pusieran un poco de orden. Por fortuna, éstas ponen orden inmediatamente y tras agradecernos nuestro pequeño regalo, proseguimos nuestro camino. 
































A la entrada de Ambalavao hacemos una nueva parada para comprar un producto típico de la zona que no esperábamos encontrar por estos lares : vino!! 
Gael, nuestro conductor, es abstemio y no entiende mucho de la materia pero como ha observado que pedimos vino en las comidas, nos informa de que los caldos de esta zona son famosos en todo el país. 





No tenemos ni idea de qué vino comprar así que pedimos dos al azar por los que nos cobran 12.000 y 20.000 MGA. También compramos una botella que nos aseguran se trata de ron por 10.000 MGA. 





Ya no pararemos hasta llegar hasta la Reserva de Anja

A las 11,30 aparcamos en su entrada y nos informamos acerca de las características y duración de las posibles visitas. 









Anja Community Reserve

El bosque de Anja, una pequeña extensión de poco más de 30 hectáreas, fue declarado como reserva protegida en 1999. Tras transferirse su gestión a la asociación local Anja Miray en 2001, se ha convertido en el destino ecoturístico gestionado por la población local, más visitado del país.

Gran parte de los más de 300 ejemplares de lemures catta existentes en la reserva, permitirán el acercamiento humano sin ningún recelo ya que en el pasado se permitía que éstos fueran alimentados durante la visita. En la actualidad esta práctica está totalmente prohibida.
Además de los simpáticos lemures, en Anja también conviven camaleones, lagartos, serpientes, aves y otros animales bastante más difíciles de descubrir como tenrecs y gatos salvajes.


Pero sus encantos no se limitan a su riqueza faunística ya que la cadena montañosa Telo Mirahavavy que lo cobija, le confiere atractivos suficientes como para no desaprovechar la ocasión de perderse entre sus majestuosos parajes para descubrir las numerosas cuevas y las tumbas betsileas camufladas en las paredes rocosas.
Un cercano lago, abastece de agua a la zona.


La cercana localidad de Ambalavao de la que no dista apenas 13 kilómetros, ofrece gran número de alojamientos si decides quedarte a pernoctar cerca de Anja.




Hay visitas de una y de dos horas pero nosotros nos decidimos por la de tres horas, que además de la observación de lemures de cola anillada, ofrece un recorrido por intrincados senderos, ascendiendo a tres pequeños altos que coronan los alrededores para desde allí admirar las vistas de la zona. 

Pagamos 10.000 MGA ( 3€ ) por la entrada y aunque el guía para el tour de 3 horas cuesta 120.000 MGA ( 35€ ) para grupos de hasta 4 personas, como somos 7 nos cobran 25.000 MGA ( 7€ ) por persona. 
Antes de entrar a la Reserva, tenemos ocasión de ver un espectacular saltamontes de increibles colores y endémico de Madagascar. 



Phymateus saxosus


En Anja sólo tendremos oportunidad de ver el lemur de cola anillada, (Lemur catta) , además de camaleones y lagartos. 
Este parque no tiene nada que ver con Ranomafana ya que es muchísimo más pequeño y la vegetación no es tan tupida, algo que favorece la observación de los lemures y de la fauna en general. 
Además aquí los lemures están muy acostumbrados a la presencia humana y se dejan ver de muy cerca. 
Tuvimos ocasión de ver un montón de ejemplares acompañados de sus juguetonas crías, a menos de un metro de distancia. 
Más adelante, ya lejos de las zonas más visitadas por los turistas,  numerosos grupos de lemures desplazándose por las zonas rocosas más elevadas, nos regalaron preciosas estampas que disfrutamos en exclusiva. 













Por primera vez en el viaje, también pudimos ver grandes camaleones en plena acción, atrapando pequeños saltamontes que los guías les ofrecían en la punta de una pequeña rama. 

Tengo que decir que Anja me sorprendió favorablemente ya que nos ofreció un recorrido no muy largo pero sí original y con unas vistas realmente interesantes. 
Además, los grupos de lemures que tuvimos oportunidad de ver en total soledad e inmersos en un precioso paraje, pusieron un broche final perfecto a nuestro paso por esta Reserva. 












Tumba Betsilea


VIDEO




Sobre las 3 estábamos ya de vuelta en nuestro coche pero antes de volver a Ambalavao para buscar un sitio para dormir, buscamos un sitio a la sombra para sentarnos a comer unos bocadillos y a probar el vino malgache que habíamos comprado. 
Madagascar me está mostrando muchas cosas nuevas y a partir de hoy siempre la recordaré también por ser el primer sitio donde me comí un bocata de jamón acompañado de vino dulce!!!. 
Efectivamente, el vino que habíamos comprado era dulce. 
El primer trago resultó duro pero los siguientes ya no estaban tan mal. Siempre hay que adaptarse a las circunstancias..... 

Era hora de volver a Ambalavao para buscar un sitio para dormir. 
Nosotros llevábamos alguno apuntado pero como el hotel que nos aconsejó Gael en Ranomafana resultó de nuestro agrado, le preguntamos si conocía alguno por aquí. 
Sin dudarlo, nos aconsejó el Tsienimparihy Lodge
Curiosamente era uno de los que teníamos apuntado así que nos dirigimos directamente hasta allí. 
El único " pero " del Tsienimparihy Lodge era que no se encontraba en el pueblo sino a su salida pero como disponíamos de coche, no era algo que nos preocupara demasiado. 
El hotel contaba con unos jardines muy bien cuidados y sus pequeñas cabañitas estaban muy bien preparadas. 
El precio de las dobles eran 110.000 MGA ( 31€ ) y la triple 140.000 MGA ( 40€ ). El desayuno estaba incluído. 









Tras instalarnos y tomarnos unas cervezas frías en el hotel, parte del grupo decidimos decirle a Gael que nos llevara al pueblo para darnos una vuelta antes de que se hiciera de noche. 
Gael nos acercó hasta el pueblo y tras aparcar, nos indicó que nos esperaría allí mismo hasta nuestra vuelta. 
Tampoco tenemos en mente liarnos demasiado pero ya teníamos curiosidad por comenzar a experimentar en primera persona, la actividad que se respira en las calles de los pueblos y ciudades malgaches. 
No tardamos en toparnos con su mercado, lugar de encuentro donde sus gentes realizan muchas de sus tareas habituales y cotidianas. 
Nunca me cansaré de perderme por este tipo de mercados, recorriendo sus estrechas callejuelas y respirando todo tipo de olores mientras observo con detenimiento el comportamiento de sus gentes.







 


Vegetales, carnes, pescados, frutas e incluso unas mujeres que cosen con sus máquinas ofreciendo sus servicios a quien lo desee, atraen nuestra atención y nuestra curiosidad a la vez que despertamos la de ellos con nuestra presencia. 
Durante más de una hora estamos recorriendo las principales calles del pueblo acompañados por unos niños que se esfuerzan en practicar su inglés con nosotros, ignorantes de que nuestro nivel es poco más avanzado que el suyo. 









Abundan también los puestos de comida preparada donde venden todo tipo de productos. 
Pajarillos fritos, cangrejos, gran variedad de fritos, arroz y otros muchos platos desconocidos para nosotros, consiguen abrir nuestro apetito y acabamos probando alguno de ellos. 
Los precios son irrisorios y lo que probamos, podemos asegurar que estaba muy rico. 
Definitivamente comprobamos que comer en la calle en Madagascar, resulta sabroso y muy barato. 









Volvemos al hotel donde algunos aprovechan para darse unos masajes mientras otros nos tomamos unas cervezas y preparamos el itinerario para mañana. 
Eso sí, todos hemos pedido ya la cena para que la tengan preparada a las 7,30. 
Una cena a base de pollo, pasta, pescado, vino y unos postres, pone el punto final a la jornada. 
Mañana hemos quedado para salir a las 8 tras desayunar, visitar una fábrica de papel artesanal cercana y salir rumbo al Parque de Isalo.



Nuestra ruta desde Anja al Tsienimparihy Lodge.


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