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10 diciembre 2009

TSAVO,EL REINO DE LOS DEVORADORES DE HOMBRES.


Antes de llegar al Tsavo, nuestro guía nos hace una advertencia: 
“habeís contratado un safari que incluye la estancia en un campamento donde en estas fechas no hay nadie y puede ser peligroso; recordad que aquí viven los leones descendientes de los devoradores de hombres. Podemos cambiar de campamento o de lo contrario , yo dormiré en el coche”.
Con este comentario nos queda claro que el impacto de aquellos lejanos hechos ocurridos en la zona que vamos a visitar, aún perduran en la memoria de los actuales kenyatas. Las leyendas y los mitos envuelven de un halo misterioso a estos depredadores a los que curiosamente, nuestro guía nos confiesa no haber visto nunca en este parque. Llevábamos juntos más de una semana y sin dudar le dijimos que él decidía, confíabamos plenamente en él.

Nos acomodamos en el campamento público de Chyulu Gate, en Tsavo West junto a la puerta del mismo nombre. Por fortuna hay agua, servicios y duchas además de unos tejados de palma para dar cobijo a las tiendas y protegerlas del implacable sol que azota sin tregua. Somos los únicos ocupantes del campamento y como ya estaba previsto, no hay tiempo para hacer la comida por lo que nuestro cocinero nos tenía preparado un lunch para calmar el apetito.



Esperamos hasta que el sol comienza a perder fuerza para salir de safari. La zona es boscosa y no se hace fácil la observación de fauna pese a lo cual, nos afanamos en su búsqueda mientras el rojo polvo de las pistas se pega a nuestra piel hasta que llegamos a Mzima Springs, una importante zona acuífera desde donde se aporta agua hasta la lejana Mombasa
Allí quedamos a la custodia de una guarda armada que nos acompaña en la pequeña ruta que nos lleva hasta una construcción que penetra en las aguas del lago y está provisto de unas cristaleras que permiten ver pasar los peces y en ocasiones los hipopótamos y cocodrilos que habitan la zona. 
Durante la vuelta al coche, vemos por primera vez los monos cariblancos y una pequeña ave rapaz nocturna que nos parece un búho chico.
Ya en el campamento, decidimos hacer uso de las duchas y con nuestras inseparables linternas, saboreamos el fresco chorro de agua que nos devuelve a nuestro color original mientras lagartos y gecos recorren las paredes y los murciélagos sobrevuelan nuestras cabezas molestos por la irrupción de los intrusos.



 
Al día siguiente nos levantamos a las 6 y tras desayunar, desmontamos el campamento mientras un grupo de curiosas mangostas parecen querer brindarnos sus saludos. 
Aproximadamente a las 7, comenzamos el segundo y último safari por Tsavo West durante el que no vemos nada destacable que no hayamos visto anteriormente, a excepción de las rojas pistas que atravesamos.
 


Volvemos a salir a la carretera principal para acceder a Tsavo East por la puerta de Manyani desde donde visitamos Mudanda Rock, una curiosa formación rocosa desde donde gozamos de una excelente perspectiva del parque.


Varios grupos de esquivos kudus huyen a nuestro paso con el coche y enormes elefantes teñidos con el brillante color rojo del terreno, pasean tranquilamente sin apenas inmutarse por nuestra presencia hasta que llegamos al campamento Ndololo
Tanto los servicios como las duchas están bastante limpios y cuidados; se ve personal de mantenimiento e incluso hay un local que hace las veces de bar y restaurante.
Esta noche tendremos el gran privilegio de tomarnos una deliciosa y fresca cerveza para “celebrar” el fin del safari; siempre, claro está, que los devoradores de hombres no engorden su leyenda a nuestra costa. Confiaremos en el cambio de campamento de última hora de nuestro guía, buscando más seguridad y confort.

Mientras Jerome nos prepara otro de sus excelentes platos, nosotros montamos el campamento y traemos cervezas frescas para todos. 
Las horas previas al safari de la tarde, las pasamos fotografiando los numerosos grupos de babuinos que visitan el campamento.

























Sobre las 4 de la tarde salimos de safari y no tardamos en comprobar que los auténticos protagonistas de esta zona son los elefantes
Numerosos grupos de enormes ejemplares abundan allí por donde pasamos y podemos afirmar que indudablemente son la mayor atracción durante las casi tres horas de excursión.
 
 
Ya en el campamento, Jerome nos obsequia con una excelente cena a base de puré de patata, carne en salsa, fruta de la pasión y café, todo ello a la luz de la luna y de la hoguera que protege las tiendas. 
Al alumbrar con nuestras linternas hacia el arbolado, numerosas lucecitas delatan la presencia de animales no muy lejos; al parecer son elefantes.

 


Unas deliciosas cervezas frías en el local cercano, sentados en una mesa a la luz de unos candiles, nos demuestran una vez más la grandiosidad de algunos momentos gracias a unos detalles que en otra ocasión pasarían sin duda desapercibidos.
Cuando finalizamos el sublime momento, los dueños del local se empeñan en acompañarnos hasta las tiendas porque la zona es peligrosa. Observamos que los brillante ojos que nos devuelven la luz de las linternas, se han multiplicado desde la última vez; aún no sabíamos lo que nos esperaba….


Caímos rendidos en nuestros sacos, víctimas de un cansacio que empezaba a pasar factura tras muchas noches de safari pero nada nos hacía presagiar que nuestros sueños iban a ser bruscamente interrumpidos por los bestiales barritos de unos elefantes que parecían estar muy enfadados. 
Habíamos sufrido anteriormente los rugidos y las risas de leones y hienas muy cerca de nuestras tiendas pero esto era aún más aterrador. 
Los elefantes hacían retumbar el suelo con sus carreras y sus amenazantes barritos nos dejaban literalmente petrificados. 
Sin movernos ni atrevernos a encender nuestras linternas para evitar cualquier acción que pudiera resultar ofensiva a nuestros agresivos visitantes, permanecimos durante muchos minutos en el interior de nuestras tiendas sumidos en la incertidumbre y la ignorancia de lo que pasaba ahí fuera hasta que por fin decidieron alejarse del lugar para continuar con sus acaloradas disputas. Seguramente aquellos momentos fueron los más tensos que hayamos pasado en este salvaje continente africano.
 
A las 5,30 abrimos suavemente las cremalleras y asomamos suavemente la cabeza para comprobar aliviados que no hay rastro de nuestros amigos. 
Durante el safari matutino, nuestro guía nos confirmó que él también estuvo aterrado y a punto de salir corriendo para guarecerse en el interior del coche.
 




















A lo largo de la mañana vemos cebras, búfalos, jirafas, elefantes (cómo no), antílopes, muchas aves y sorpresa!!...el esquivo espíritu del parque y protagonista de tantas leyendas se muestra ante nosotros; un león descansa a la sombra de una acacia ante el asombro de nuestro guía.
 
Son ya más de las 9 cuando volvemos al campamento y Jerome ya ha recogido todo y está preparando el desayuno. 
Mientras desayunábamos, un mono velbet no pudo resistirse al olor del pan tostándose en la hoguera y descendió como un rayo para apoderarse de dos rebanadas que se negó a soltar de sus manos a pesar de sus ostensibles muestras de estar quemándose. 
Subió con su botín a un árbol cercano desde donde compartió desayuno con nosotros. 
Era nuestro último desayuno de safari, ahora tocaba el regreso a Nairobi a través de una agotadora carretera en obras que une las principales ciudades de Kenya: Mombasa y Nairobi.

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