Pingyao (平遥) , una turística localidad china situada a mitad de camino entre Beijing y Xian, presume de ser la ciudad amurallada mejor conservada del país. Una muralla de aproximadamente 7 kilómetros y 70 torres de vigilancia, rodea la zona antigua de la ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997.
Geométricamente es una ciudad cuadrada y todas las calles horizontales se cruzan con las verticales, existiendo una calle principal que discurre de norte a sur y divide la ciudad en dos partes, ocupando el centro de la ciudad una gran torre. Los numerosos puntos de interés se agolpan tanto dentro como en el exterior de su muralla aunque algunos visitantes se quejan de su sobreexplotación comercial y de asemejarse demasiado a un parque temático.
Geométricamente es una ciudad cuadrada y todas las calles horizontales se cruzan con las verticales, existiendo una calle principal que discurre de norte a sur y divide la ciudad en dos partes, ocupando el centro de la ciudad una gran torre. Los numerosos puntos de interés se agolpan tanto dentro como en el exterior de su muralla aunque algunos visitantes se quejan de su sobreexplotación comercial y de asemejarse demasiado a un parque temático.
Nuestro desplazamiento hasta Pingyao desde Beijing no resulto sencillo ya que no había literas disponibles en el tren nocturno y tuvimos que desplazarnos hasta Taiyuán en cuyo tren, sí disponemos de una litera en la que sobrellevar mejor las casi 12 horas de viaje ferroviario.
Desde allí hay frecuentes autobuses que nos acercarán a nuestro destino final.
Llegamos cansados y negociamos con una furgoneta que nos acercará a la estación de autobuses por 50 yuan pero cuando estamos de camino, nos ofrece llevarnos hasta el mismo Pingyao por 300. Seguramente podríamos haber rebajado el precio pero en determinadas ocasiones los reflejos no están muy frescos y al fin y al cabo pagar 6€ por persona tampoco es demasiado.
Llegamos cansados y negociamos con una furgoneta que nos acercará a la estación de autobuses por 50 yuan pero cuando estamos de camino, nos ofrece llevarnos hasta el mismo Pingyao por 300. Seguramente podríamos haber rebajado el precio pero en determinadas ocasiones los reflejos no están muy frescos y al fin y al cabo pagar 6€ por persona tampoco es demasiado.
Habíamos reservado habitaciones en el Yamen Hostel por teléfono pero al llegar a la ciudad nuestro conductor no sabía dónde se encontraba y como no hablaba nada de inglés, no se le ocurrió otra cosa que llamar por teléfono a su hija que nos servía de intérprete; entre ésta, el conductor, algún colaborador local y nuestra guía, conseguimos llegar hasta el hostel.
Las habitaciones son muy básicas pero el edificio y el personal son de sobresaliente. El precio por una habitación doble y otra triple con baño fue de unos 6-7€ por persona.
Allí mismo nos reservaron el autobús a Xian para mañana por 135 yuan/persona y se afanan por buscarnos un hostel, tarea nada sencilla porque nosotros lo hemos intentado y están todos llenos; finalmente nos encuentran alojamiento.
Solucionados estos asuntos, salimos a conocer esta pintoresca población llena de turistas y tiendas. Cada casa es un local comercial delicadamente ornamentado y claramente dirigido al turismo pero no deja de tener su encanto.
Sacamos una entrada por 120 yuanes que permite recorrer la muralla y visitar alguno de sus numerosos puntos de interés.
El día, una vez más, está nublado y lloviznea lo que nos vuelve a “chafar” las fotos. Tras visitar alguno de los puntos que nos permite nuestra entrada, subimos a la muralla para hacer la mitad de su recorrido y tener otra visión del pueblo desde arriba.
Sacamos una entrada por 120 yuanes que permite recorrer la muralla y visitar alguno de sus numerosos puntos de interés.
El día, una vez más, está nublado y lloviznea lo que nos vuelve a “chafar” las fotos. Tras visitar alguno de los puntos que nos permite nuestra entrada, subimos a la muralla para hacer la mitad de su recorrido y tener otra visión del pueblo desde arriba.
Por la noche tenemos ocasión de admirar el pueblo teñido de rojo por los cientos de farolillos y neones que adornan todas las fachadas y calles.
Merece la pena pasar la noche en Pingyao para observar cómo cambian las escenas cotidianas en sus calles, siempre dependiendo del momento del día en que nos encontremos; sobre todo, si te levantas muy temprano para ver la verdadera esencia del pueblo cuando aún los turistas no han llegado y sus calles bullen con la actividad típica de los auténticos lugareños haciendo las compras en improvisados mercados callejeros que desaparecen cuando los primeros visitantes hacen acto de presencia y de nuevo las calles se llenan de turistas.
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