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27 abril 2021

Valderejo, río Purón y Salinas de Añana.

Aprovechando el último fin de semana de Marzo durante el que nos permitieron movernos por toda Euskadi, reservamos una casa rural no sin dificultades, a orillas del Parque de Valderejo, en Alava.
Llamamos a un montón de casas sin obtener ningún resultado satisfactorio ya que se encontraban todas completas. Tanto es así que cuando ya estábamos a punto de arrojar la toalla, recibimos la llamada de una de ellas preguntando si aún estábamos interesados en reservar alojamiento. La respuesta fue inmediata, objetivo conseguido.
La casa rural Herranetxea, que alquilaba la casa por habitaciones, fue el punto de partida desde donde realizamos escapadas al cercano Parque de Valderejo y sus alrededores. La casa dispone de un gran salón con chimenea y una cocina en la planta baja y 4 habitaciones dobles en la planta superior. Cuenta con parking junto a la casa y su dueña, que habita en la misma casa en el ala derecha, ofrece un trato agradable y familiar, que siempre se agradece.



 


 

 

 

Dedicaremos el sábado a hacer una incursión por el bello Parque de Valderejo y el domingo a visitar las Salinas de Añana, antes de emprender el regreso a casa.

Ruta del Río Purón
Son numerosas las rutas que surcan el Parque de Valderejo pero en esta ocasión nos decidimos por una ruta no demasiada exigente ni excesivamente larga ya que el confinamiento nos ha
mermado bastante, un estado físico que ya anteriormente tampoco era boyante.  No madrugaremos demasiado y nos lo tomaremos con calma, llegando hasta donde el reloj nos permita ya que deberemos volver por el mismo camino y deberemos estar en Espejo a las 15,30 para comer. Confiamos en llegar hasta el desfiladero pero sobre todo, queremos disfrutar sin prisas del paseo.
Vamos en busca del río Purón cuyo nacimiento tiene lugar en la sierra alavesa de Andarejo, a casi 1000 metros de altitud, yendo a morir en el Ebro apenas 15 kms más adelante, ya en tierras burgalesas. En su recorrido atraviesa el Parque de Valderejo, ubicado en el oeste de Alava, y para comenzar nuestra ruta deberemos ir hasta  el pueblo más alto de esta provincia: Lalastra.
La ruta discurre entre esta localidad alavesa y Herrán, municipio ya perteneciente a Burgos. Se puede comenzar tanto en uno como en otro pero dadas las circunstancias, nosotros deberemos movernos exclusivamente por territorio vasco así que dejamos el coche en el amplio aparcamiento, cercano al Centro de Interpetración de Valderejo.
Debo señalar que nosotros estábamos alojados en la localidad de Bóveda y como no teníamos claro cómo llegar a Lalastra, intentamos hacerlo a través de la aplicación "Maps" de nuestros teléfonos móviles. Error.
Una y otra vez nos mandaba a través de pistas forestales impracticables hasta que un lugareño nos dijo que nos dirigiríamos a San Zadornil desde donde veríamos las indicaciones al parque. "Otros que venís con el GPS", nos comentó mientras se reía viéndonos transitar por aquellos parajes. Así que tenlo claro: no uses Maps para llegar a Lalastra si te encuentras al otro lado del valle. Realmente, de Bóveda a Lalastra hay unos 18kms que te supondrán unos 20 minutos de coche. Nada de atajos....

Cuando llegamos a Lalastra nos encontramos con un aparcamiento de autocaravanas donde se anunciaba que era neesario reservar plaza con antelación. Numerosos niños salían con sus padres para comenzar alguna de las numerosas rutas de senderismo que atraviesan el Parque.
Tras una visita rápida al Centro de información para confirmar que la información recabada era correcta y preguntar dónde comenzaba exactamente, iniciamos el paseo.

Casi cuatro kms nos separaban de Ribera, un pueblo abandonado que sólo mantiene en pie la Iglesia de San Esteban y unas casas derruidas ya cubiertas de vegetación.
Tras ascender ligeramente, comenzamos a disfrutar de los verdes prados del valle con las paredes calcáreas al fondo. Luego atravesamos un bosque, descendiendo hasta llegar al pueblo fantasma de Ribera. Allí se encuentra una zona habilitada con mesas donde mucha gente hace una parada o incluso se quedan a pasar el día.


El pueblo de Ribera, según cuentan los carteles informativos, contó a principios del siglo XX con 31 casas y 94 habitantes lo que le convertía en el segundo pueblo más importante del valle, por detrás de Lahoz. En los años 40 su población se redujo hasta los 60 habitantes para terminar totalmente abandonado a finales de los 60.
Su iglesia se remonta al siglo XIII y en su interior se encontró un retablo de gran valor de mediados del XVI que fue trasladado al Museo Provincial de Vitoria. Un sorprendente descubrimiento a principio de los 80, cuando bajo las cubiertas de yeso de sus paredes se hallaron unas pinturas murales con motivos religiosos, le añaden un atractivo extra para todos aquellos aficionados a este tipo de arte.


Allí cruzaremos el río para dejarlo a nuestra izquierda mientras atravesamos una preciosa campa de unos 600 metros de largo para adentrarnos en los parajes más espectaculares de la senda, donde las paredes rocosas se estrechan hasta casi tocarse. Pozas transparentes y pequeñas cascadas se suceden en un tramo donde la naturaleza brilla con todo su esplendor.
Permanecimos en este rincón un buen rato disfrutando del relajado ambiente y del bello entorno que nos rodeaba y que a su vez goza de gran relevancia histórica ya que fue una importante vía de comunicación entre el norte de la península y la meseta castellana. Se dice que en el siglo IX este paso resultó de vital importancia para la repoblación por parte de los cristianos de dicha meseta.








Nos quedaban algo menos de dos kms para llegar a Herran pero decidimos que había llegado la hora de dar la vuelta para comenzar el regreso que esta vez sería en moderado pero constante ascenso .
Habíamos aprovechado una preciosa mañana para conocer una de las rutas más emblemáticas de Valderejo y ahora, tras tomar una cerveza en el único bar que encontramos cerca del aparcamiento y donde también se ofrecían comidas, nos desplazaríamos hasta Espejo para recuperar las energías gastadas en el restaurante La Kabaña, un acogedor local con una amplia terraza donde dimos buena cuenta del menú festivo del día.

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero tras la comida, aún tendríamos tiempo para hacer alguna visita antes de que anocheciera así que nos acercamos hasta la localidad de Pinedo para pasarnos por sus famosas cuevas eremíticas. 

 

Origen de las cuevas eremíticas.  
Para empezar, haremos una pequeña reseña histórica para tratar de entender un poco la existencia de estos curiosos lugares y cómo se originaron.
Allá por el siglo IV, al comienzo de la Edad Media, tuvo lugar en el norte de la península Ibérica una fuerte proliferación del pensamiento asceta, doctrina filosófica o religiosa que busca básicamente, purificar el espíritu por medio de la negación de los placeres materiales o la abstinencia.
Estos colectivos, como es de suponer, chocaban frontalmente con la ostentación y el lujo del que hacía gala la iglesia cristiana de la época por lo que mantuvieron fuertes conflictos.  
En definitiva, los eremitas no eran más que monjes o simplemente religiosos que buscaban en el retiro y la austeridad, la forma de llegar a estar más cerca de Dios.
Y es en esta búsqueda de la soledad, donde dan con estos bellos parajes alaveses, repletos de rocas calizas sencillas de excavar, que les permiten construir peqeñas cuevas que les dieran cobijo. Con el tiempo, algunas de estas rústicas moradas pasaron a contar con minúsculos templos también excavados en la roca e incluso zonas de enterramientos.
Sólo en el Valle de Valdegovía podemos encontrar 16 construcciones de este tipo. 
Nosotros por falta de tiempo sólo visitaremos dos de ellas: las cuevas de Santiago en Pinedo y la cueva de los Moros en Corro.
 

Las Cuevas de Santiago. Pinedo. 

Para llegar a estas cuevas deberás dirigirte a la localidad de Pinedo. Justo a la entrada del pueblo verás una carretera a la derecha y una señal indicando la dirección a seguir pero al estar prohibida la entrada a vehículos no autorizados, deberas dejar el coche en el pueblo. 
Diez minutos de agradable paseo te llevarán hasta un frondoso bosque y a un pequeño promontorio con excelentes vistas, donde se encuentra ubicado este pequeño pero espectacular "templo". 
Posiblemente sea esta cueva la más famosa de la zona cuyo origen se remonta a los siglos VI-VII. 
Destinada en un principio a constituir la vivienda de algún eremita, posteriormente se utilizó como ermita dedicada a Santiago Apostol, hasta el siglo XVIII. Más tarde, despojada ya de sus objetivos iniciales, sería ocupada por pastores y  vagabundos. 
Cuenta con dos plantas, siendo la baja la destinada a vivienda mientras que la superior estaría reservada al recogimiento y oración. 
En una especie de curiosa galería que forma la pared rocosa, se puede apreciar perfectamente la existencia de tres tumbas con silueta humana. Si asciendes a la parte de arriba encontrarás otras dos tumbas similares.
 



 
 

Cueva de los Moros (Corro)

Un pequeño aparcamiento bien señalizado junto a la carretera, cerca de Bóveda, te permite dejar el coche y comenzar un agradable paseo que en apenas diez minutos nos llevará hasta las cuevas. Deberás seguir la pista hasta que encuentres una señalización que te mandará a la izquierda.
En esta ocasión encontramos dos construcciones separadas entre sí varios metros. La más grande dispone de dos puertas, lo que parece indicar que en un principio cada una daba acceso a una estancia diferente aunque posteriormente se piensa que el muro que separaba ambas estancias fue derribado para conseguir un espacio más amplio, seguramente a raiz de ser utilizada como ermita dedicada a San Juan hasta el siglo XVIII.
La segunda cueva, más pequeña, alberga en su interior varias sepulturas. Se calcula que su construcción se remonta al siglo IX. 
Las visitas a estas cuevas pusieron el punto final a la jornada.
 



 
 
 
Salinas de Añana
Durante el domingo, nos desplazamos hasta la localidad de Añana para recorrer relajadamente el pueblo mientras disfrutamos de sus espectaculares salinas.
Efectivamente, hoy nos acercaremos hasta la localidad más antigua de Alava donde se encuentran unas salinas con una antigüedad de nada más y nada menos que 6.500 años.
Nos hubiera gustado realizar una visita guiada para conocer mejor su historia y el curioso entramado arquitectónico pero una vez más, debido al maldito covid y la reducción de aforos, no nos fue posible conseguir hueco.
Si deseas reservar una visita guiada, algo recomendable, puedes hacerlo desde AQUI.
 
En nuestro caso, al no poder realizar la visita guiada, nos limitamos a recorrer el camino que rodea las salinas y que ofrece magníficas panorámicas a las mismas.
Este asombroso entramado de compleja arquitectura nos muestra miles de eras donde se recoge la sal, cientos de muros, pozos, terrazas, canales y naturalmente, almacenes donde guardar el oro blanco.
Donde hace 200 millones de años existía un gigantesco mar, hoy encontramos estas salinas que en la actualidad son alimentadas por cuatro manantiales cuyas aguas son distribuidas por todo el terreno a través de unos canales de madera que recorren las salinas en su totalidad.
Aunque en la antigüedad se obtenía la sal llenando de agua unas grandes vasijas que posteriormente se ponían al fuego para conseguir una rápida evaporación del agua, en la actualidad el agua proveniente de los manantiales se distribuye por los canales de madera para acumularse en las eras, donde tras la evaporación del agua, se acumula el ansiado producto blanco.
Un agradable recorrido nos permitió descubrir las salinas desde todos los ángulos posibles antes de abandonar el lugar rumbo al pantano de Maroño donde pondríamos el broche final a este entretenido e interesante fin de semana.
 




 

Ruta del fin de semana:

 

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