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05 noviembre 2013

PARQUES NATURALES DE MONGOLIA (II). Parque Nacional Gorkhi-Terelj.


Amanecimos por última vez en el maravilloso lugar que nos había servido de alojamiento las dos últimas noches. Las interminables praderas verdes surcadas por serpenteantes ríos y salpicadas por numerosas manadas de caballos iban a quedar permanentemente grabadas entre nuestros recuerdos a pesar de que hoy íbamos a abandonarlas.  Una pareja de grullas damiselas se acercaron hasta nuestras yurtas mientras desayunábamos antes de partir.





Nuestro próximo destino, el Parque Nacional Gorkhi-Terelj, nos obligaba a volver hasta la capital Ulan Bator desandando el camino tomado hace tres días. Los flancos de la carretera que nos dirigía hacia allí se encontraban repletas de jinetes que se agrupaban en torno a grandes yurtas, enarbolando estandartes y escudos que representaban sus respectivos clanes. Se dirigían a Ulan Bator para tomar parte en el Naadam que se celebraba al día siguiente. Por un momento, parecía que habíamos retrocedido en el tiempo hasta épocas del medievo.
Al llegar a la capital, despertamos de nuestro sueño y nos dimos de bruces con la realidad , quedando atrapados en un descomunal atasco del que tardaríamos más de tres horas en escapar. 
Sobre las 6 de la tarde, una bella zona con curiosas formaciones rocosas nos recibía para convertirse en nuestro hogar durante los dos días siguientes. No tardamos en tomar conciencia de que estamos en una zona mucho más turística y frecuentada por el turismo local. Se ven numerosos campamentos y yurtas preparadas para acoger a los visitantes.





La cercanía a la capital, a unos 80kms,influye sin lugar a dudas, en el número de turistas que recibe este parque. 
Por otro lado, las instalaciones han mejorado respecto al último alojamiento a pesar de que seguimos sin contar con duchas. 



Al menos tenemos un pequeño lavabo al que, eso sí, debemos acudir con nuestro propio agua para llenar el pequeño depósito existente sobre el grifo. Unos grandes barriles cercanos que se llenaban con el agua de la lluvia caída, nos abastecían del líquido elemento.
Las letrinas merecen un capítulo a parte en Mongolia. 
En el anterior alojamiento se limitaban a un agujero protegido mínimamente por unas planchas de hojalata pero al menos no desprendían mal olor al estar abiertas y poco frecuentadas. 
En el actual campamento, las letrinas eran cabinas cerradas a las que el mero hecho de acercarse constituía toda una hazaña debido a los fuertes olores que desprendían. 
Pero en fin, en un territorio tan vasto y con tan poca densidad de población, no había ningún problema en encontrar un sitio propicio para realizar ciertos menesteres sin tener que acudir a ningún lugar maloliente. 
Apenas llegamos a nuestro nuevo campamento, una preciosa niña salió a recibirnos. 
Durante los próximos días nos regalará continuas visitas a nuestra yurta en busca de algo que llevarse a la boca en unas ocasiones y buscando el calor de unos brazos donde dormirse, en otras.






Dedicamos la tarde de nuestra llegada a dar una vuelta por los alrededores antes de reunirnos en nuestras yurtas aún a tiempo para ver cómo desollaban la oveja que comeríamos hoy para cenar. 
Efectivamente, hoy probaríamos un plato típico mongol, el Haohaot que no es otra cosa que cordero asado con el calor de piedras previamente calentadas al fuego. 
Cuando vimos el tamaño del cordero que nos íbamos a comer, tuvimos serias dudas sobre su calidad pero todos quedamos gratamente sorprendidos cuando probamos aquella carne que resultó estar exquisita. 


Durante el segundo día, visitamos el cercano monasterio de Aryaval que podemos ver desde nuestra yurta. 
Es un pequeño paseo durante el que ascendemos por un estrecho camino sembrado de carteles en mongol e inglés con profundas reflexiones budistas. 
Según nos explicó nuestra guía Shula, el monasterio se asemejaba a la cabeza de un elefante. Las escaleras de acceso vendrían a ser la trompa mientras que las torres laterales serían las orejas.... 




Tras la visita, algunos temerarios exploradores se aventuran a perderse por los amenazantes riscos que nos rodean hasta llegar a zonas altas desde donde el paisaje es sobrecogedor. 





La excursión se alarga más de la cuenta debido a los agrestes acantilados que nos impiden retomar el mismo camino por el que llegamos hasta las altas cumbres. La ascensión ha sido arriesgada pero el descenso por el mismo camino aún lo sería más. Deberemos dar un rodeo de bastantes kilómetros buscando los suaves valles que nos llevarán hasta nuestro campamento de nuevo. 
Al llegar al campamento y tras reponer fuerzas con otra deliciosa comida, nos reunimos con el resto del grupo y aprovechamos la tarde para acercarnos hasta la Roca de la Tortuga, otra curiosa formación rocosa que se asemeja a una tortuga siempre que busques el ángulo apropiado y a la que los visitantes escalan formando largas colas. Nosotros nos quedaremos abajo admirando los camellos y las impresionantes águilas reales utilizadas para atraer a los turistas. Un paseo a lomos de los camellos o sacarse unas fotografías con la hermosa rapaz en tu brazo son actividades muy bien acogidas por los mongoles.





Comienza ya a atardecer y volvemos sin prisas a nuestro campamento entre los cantos de los cucos, la presencia de alguna ardilla curiosa y el majestuoso vuelo de un quebrantahuesos sobre nuestras cabezas. 





Otra rica cena preparada por nuestra guía-cocinera Shula, seguida por unos cafés y unos vodkas, ponen punto final a nuestra estancia en el parque Terelj
Mañana a las 9 desayunaremos y partiremos hacia nuestro último destino: el parque Gun Galuut. 


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