De nuevo nos levantamos de noche para acercarnos hasta el restaurante donde tomamos un rápido café antes de iniciar nuestro último safari en Pench.
Pero hoy íbamos más relajados gracias a los avistamientos de ayer. Tres tigres y tres leopardos supusieron un regalo tan inesperado como satisfactorio. Así que hoy nos despediremos del parque sin presión y con los deberes hechos.
Como de costumbre, entramos al parque sin apenas luz y con temperaturas bastante bajas. Los chitales y langures ya ni nos llamaban la atención y ni siquiera parábamos ya que las primeras horas eran las mejores para avistar gatos.
Una imponente águila pescadora (Ichthyophaga ichthyaetus) fue la causante de la primera parada. En medio de la bruma, sobre un árbol sumergido en medio de un pequeño lago, emergía sobre una rama la elegante silueta de esta imponente águila.
No mucho más tarde, una pareja de chacales se nos cruzó en la pista, provocando una nueva parada.
Y cuando apenas llevábamos una hora en el parque, una aglomeración de vehículos parados, anunciaban la presencia de algo interesante.
Paramos donde pudimos pero no conseguíamos ver nada hasta que por fin, logramos ver las orejas de un tigre entre la vegetación. Se encontraba tumbado en una pequeña vaguada que le ocultaba de las curiosas miradas.
Unos minutos más tarde decidió ponerse en pie y salir de su escondite para disfrute de los allí presentes. La sorpresa tuvo lugar cuando tras él se levantó otro tigre siguiendo sus pasos.
Durante mucho tiempo disfrutamos de un avistamiento durante el que pudimos observar el comportamiento de esta pareja de tigres.
Al parecer se trataban de un macho y una hembra que nos regalaron un avistamiento espectacular. Carantoñas y rugidos se alternaban por momentos y tengo que decir que el rugido de un tigre en plena selva, te pone los pelos de punta.
Todos esperábamos una cópula en cualquier momento pero finalmente parece que decidieron dejarlo para otro momento, lejos de miradas indiscretas.
Durante mucho tiempo la pareja de tigres permaneció en la misma zona regalándonos instantáneas inolvidables mientras el macho dejaba las marcas de sus garras en el tronco de un árbol, marcaba el territorio con su orina y recibía los impresionantes y misteriosos rugidos de la hembra.
Tras un buen rato, los tigres decidieron internarse en la selva y ponerse a salvo de tantos mirones por lo que decidimos seguir nuestro camino. Una pareja de cotorras alejandrinas (Psittacula eupatria) y varias cotorras de Kramer (Psittacula krameri) nos entretuvieron un rato con sus gritos en lo alto de un árbol.
Más adelante, un gran sámbar macho y unos gaures, un colosal bóvido indio, acapararon nuestro interés. Eran los primeros gaures que veíamos y aunque ya había tenido ocasión de verlos anteriormente, lo cierto es que no dejan de impresionar.
Jabalíes y un nuevo chacal también se hicieron acreedores de unas cuantas fotografías antes de dirigirnos a la zona de descanso donde daríamos buena cuenta del desayuno habitual.
Un macaco en lo alto de un poste y un elanio que se cernía en el aire, parecían controlar el acceso al área de descanso.
No nos quedaba ya mucho tiempo; había que emprender la vuelta al hotel para recoger nuestro equipaje, comer un rápido buffet y trasladarnos a nuestro nuevo destino, el Parque Nacional de Kanha.
Un drongo de raquetas grande (Dicrurus paradiseus) fue el encargado de despedirnos del parque de Pench. Por última vez atravesamos sus puertas en dirección a nuestro hotel con el importante bagaje de cuatro leopardos y cinco tigres, atrapados para siempre en nuestras cámaras fotográficas y lo que es más importante, en nuestros recuerdos.
Los paisajes y las escenas típicas de esta parte de la India nos acompañarán siempre y no dudamos en añadirlas a nuestros recuerdos en forma de fotografías tomadas desde nuestro vehículo. Movidas y entrecortadas pero válidas para recordar nuestro paso por Pench.
Una vez llegamos al hotel, no había tiempo que perder. Rehicimos nuestro equipaje, lo dejamos en la puerta para que se lo llevaran a recepción y nos tomamos la última cerveza mientras brindábamos por el éxito de la primera etapa del viaje, antes de irnos a comer.
Pagamos la cuenta pendiente y montamos en la furgoneta que nos llevaría hasta el hotel Kanha Jungle Camp, cercano a Kanha National Park.
Nos separaba unos 200 kms que tardaríamos unas 4,30 horas en recorrer.
Durante el recorrido aprovechamos a sacar alguna fotografía a las curiosas estampas indias tratando reflejar las coloridas vestimentas de sus habitantes, las atractivas puestos de frutas y verduras junto a la carretera, los omnipresentes tuk-tuk y los curiosos medios de transporte con los que trasladan todo tipo de mercancías.
Llegamos al Kanha Jungle Camp a últimas horas del atardecer, cansados por tantas horas de coche pero las atractivas instalaciones de nuestro nuevo alojamiento, unidas a un apetitoso y reconfortante buffet, contribuyeron a una rápida recuperación.
Unas habitaciones amplias, limpias y acogedoras terminaron por conseguir que nuestro cansancio se convirtiera en un plácido sueño que nos permitiría disfrutar al día siguiente de nuestro primer safari en Kanha.
Ruta de la jornada
Video de la jornada
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