Por segunda vez en Kanha, repetimos el ritual que abría cada jornada. Salir de la habitación de noche, acercarnos hasta recepción para tomar un rápido café, recoger una manta y una bolsa de agua caliente y salir hacia la entrada del parque a bordo de nuestro coche.
Hoy el día había amanecido más fresco de lo habitual y una fina neblina se elevaba sobre las zonas inundadas de agua, impregnando el lugar de un halo frío y misterioso.
Tras la experiencia de ayer, no demasiado grata debido a la masificación de vehículos y el poco respeto demostrado por muchos conductores, hoy nuestro guía ha decidido alejarse de las zonas más próximas a la entrada y tomar rumbo a los límites del parque donde se han estado viendo una madre con tres crías.
La zona que visitaremos es conocida con el nombre de Kisli y lo cierto es que hasta llegar allí, nos cruzamos con muy pocos vehículos, lo que nos permite disfrutar en soledad de los paisajes y fauna del parque.
Aunque no tuvimos grandes avistamientos y nos tuvimos que conformar con la fauna más habitual, el hecho de hacerlo sólos, nos aportaba un plus a tener en cuenta.
Sambar, chitales, barasingas, águilas, buitres, abejarucos, cormoranes y otras muchas aves, fueron apareciendo ante nosotros conforme los rayos de sol atravesaban las copas de los árboles.
Según fuimos llegando a la zona conocida como Kisli, comenzamos a encontrarnos con más coches. En cada cruce de caminos se apostaban varios vehículos, imaginamos que esperando a que la famosa tigresa con sus crías hicieran aparición.
Nosotros nos limitamos a hacer una breve exploración del terreno por las zonas menos concurridas para acto seguido, dirigirnos a una zona de descanso donde daríamos buena cuenta del desayuno.
El área cuenta con un bar, un museo y un enorme arco construido con cientos de cornamentas provenientes de los antílopes del parque.
Mientras el conductor y el guía preparaban el desayuno, numerosos locales se nos acercaban para hacerse una foto con nosotros, especialmente con la componente femenina del grupo.
Con los estómagos bien llenos, salimos del área de descanso dispuestos a recorrer los alrededores con la esperanza de que la tigresa se dejara ver pero por más que lo intentamos, resultó imposible. Todos los que nos desplazamos hasta esta lejana parte del parque, volvimos con las manos vacías.
Aún así, tuvimos ocasión de ver un nuevo antílope que no habíamos visto hasta ahora.
El antílope indio, antílope negro, sasín o cervicabra (Antilope cervicapra) se convirtió en el avistamiento más notable de la mañana.
Durante el largo desplazamiento de vuelta, no hubo grandes sobresaltos aunque disfrutamos de la paz que supuso transitar por pistas prácticamente desiertas.
Ya fuera del parque, volvimos a enfocar nuestras cámaras hacia la vida cotidiana de los habitantes de la zona.
Un camión cargado hasta arriba nos dio un buen susto cuando poco antes de cruzarse con nosotros comenzó a dar bandazos, amenazando con volcar sobre nosotros. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, convencido de que se nos venía encima...
Cuando llegamos al hotel no disponíamos de demasiado tiempo libre pero aún así decidimos recorrer los senderos del hotel para explorar todos sus rincones. A esas horas del día, mariposas y libélulas revoloteaban a nuestro alrededor siguiendo nuestros pasos.
El paseo no duró mucho ya que debíamos acercarnos al comedor para disfrutar del almuerzo.
Sin apenas tregua, ya estábamos a bordo de nuestro coche otra vez, dispuestos a adentrarnos de nuevo en el parque.
Tan solo nos habíamos alejado unos pocos kms de la entrada, cuando vimos varios coches parados.
Nos acercamos y nos dijeron que un tigre se estaba acercando aunque en esos momentos estaba oculto por las altas hierbas.
Nuestro guía eligió una ubicación y nos dispusimos a esperar a ver si aparecía el tigre. No tuvimos que esperar demasiado ya que la cabeza del felino comenzó a asomar por encima de la hierba. Una vez más, el tigre atravesó la pista a pocos metros de donde nos encontrábamos, siguió su camino y se detuvo a las orillas de un gran charco a unos 200 metros de la pista. Tras permanecer unos minutos tumbado en el barro, se levantó y prosiguió su camino hasta desaparecer.
Los coches abandonaron la zona pero nuestro guía se apresuró a tomar un rumbo con destino desconocido para nosotros pero que él parecía tener muy claro.
No tardó en decirnos que íbamos en busca del tigre porque sabía dónde se dirigía.
Tras mucho rato dando botes por las pistas, llegamos a nuestro destino.
Naren, nuestro guía, paró el coche y nos dijo que el tigre volvería cruzar la pista por allí. Nos mirábamos incrédulos unos a otros pero unos minutos más tarde, el gatito apareció y cruzó la pista por donde el nos había dicho.
Naren no ocultaba su orgullo por demostrarnos sus conocimientos y nosotros una vez más, tampoco podíamos evitar mostrar nuestra incredulidad.
Entre el primer avistamiento, el desplazamiento hasta donde tuvo lugar el segundo y la vuelta, habíamos consumido gran parte de la tarde así que no nos quedaba mucho tiempo más.
Dejando atrás los numerosos termiteros que salpican el parque mientras los últimos rayos del atardecer atravesaban el bosque, abandonamos las polvorientas pistas de Kanha para pasar nuestra última noche en el Kanha Jungle Camp.
Tocaba rehacer de nuevo las maletas y dejarlas preparadas. Mañana abandonaremos el lugar tras hacer un último safari mañanero.
Ruta de la Jornada
Video de la Jornada
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