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06 julio 2013

Debre Zeit. Etiopía.


Tras nuestro paso por el parque de Awash tomamos rumbo hacia Debre Zeit, nuestro próximo destino.
Una breve parada en la ciudad de Metehara, al borde del lago Basaka, nos sirve para observar alguna de las aves que pueblan el lago. El nivel de sus aguas ha bajado bastante desde la última vez que pasamos por aquí aunque todavía permanecen desbordadas sobre la carretera que lo atraviesa. 




La zona es totalmente volcánica como lo demuestra su paisaje y en el momento de nuestro paso están construyendo otra carretera, intentando salvar en la medida de lo posible, el lago.
En sus orillas ennegrecidas por el aceite, el petróleo y demás contaminantes, nos sorprende descubrir un precioso ejemplar de jabirú africano (Ephippiorhynchus senegalensis). Más sorprendidos quedamos aún cuando en aquellas aguas que suponemos sin ningún tipo de vida, atrapa sin dificultad un pez que engulle sin miramientos.





Una parada en Nazaret nos sirve para llenar nuestros estómagos a base de unas pizzas que nos sacan en una terraza rodeada de árboles. Nuestro guía no pierde la ocasión de montar un rápido comedero al que no tardan en acudir numerosos pajarillos.
De allí seguimos rumbo al lago Hora donde paramos para dar una vuelta y observar las típicas aves que frecuentan este tipo de hábitats: cormoranes, patos, pelícanos, garzas, etc. 
Las orillas del lago son frecuentadas por muchos jóvenes que acuden al lugar buscando un sitio de relax y descanso, a salvo de las altas temperaturas. Y es que el lago Hora no sólo es visitado por la gente local sino que es un destino habitual del turismo interno para la práctica de deportes acuáticos y la observación de aves. 





No muy lejos de allí se encuentra nuestro alojamiento, Babogaya Lake Viewpoint Lodge, un coqueto y peculiar establecimiento con preciosas vistas al lago Babogaya
Sus esmerados jardines y las curiosas habitaciones que se encuentran en la zona baja, cerca ya de las aguas del lago, nos sorprenden muy positivamente. 



Una rudimentaria escalera a la que deberás agarrarte con ambas manos, te asciende hasta una especie de salón sin paredes y con magníficas vistas al lago. Desde allí, otra escalera similar a la anterior, te conduce a través de una trampilla a tu habitación íntegramente de madera. Subir allí con maletas puede ser una tarea cuasi imposible.
El hotel se encuentra a orillas de este antiguo volcán de 1km2 y que hoy se encuentra cubierto de un agua libre de parásitos donde se puede practicar diversas actividades como la natación, canoa, etc.
Mientras algunos nos alojamos en la parte superior cuyas habitaciones disponen de baño, los que se alojan en la parte inferior tendrán que salir al exterior si desean acercarse al baño.


Una simpática pareja belga-etíope, gestionan el local donde se respira un clima agradable y relajante. Los jardines están cuidados con esmero y unas enormes tortugas, además de numerosas especies de aves, te acompañarán en tus paseos.
En Debre Zeit se pueden visitar los lagos Kiruftu, Hora, Bishoftu, Kilole, ascender al volcán Zequala o al Yerer o visitar su peculiar mercado entre otras cosas.
Nosotros nos acercaremos, guiados por el dueño del hotel, a una laguna cercana donde los últimos días se han reunido varios centenares de grullas para dormir.


Al llegar vemos numerosas especies de acuáticas aunque las grullas no hacen aparición a pesar de que permanecemos allí hasta el atardecer. 
Algún solitario ejemplar se acerca a última hora pero parece que hoy han elegido otra zona para descansar.





Por supuesto, no nos damos por vencidos y nos acercamos a otro de los lugares que las grullas utilizan como dormidero y en esta ocasión asistimos al espectáculo que supone ver llegar a grandes grupos de grullas en medio del estruendoso griterío con el que parecen querer anunciar su llegada. 
Las someras aguas del lago se ven cubiertas con las últimas luces del día por miles de aves que se disponen a pasar la noche a salvo de depredadores.
Sin apenas darnos cuenta la noche se nos ha echado encima y nos recuerda que debemos volver a nuestro hotel para cenar, relajarnos un rato en sus jardines y echarnos a dormir antes de que nuestros relojes marquen la hora de levantarse un día más.



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