Páginas

10 febrero 2023

De Bwindi a Elisabeth National Park.



Esta noche hemos dormido felices por el éxito de la jornada anterior. Habíamos conseguido cumplir nuestro principal objetivo en este viaje y eso nos libraba de la presión que nos creaba la incertidumbre ante el posible fracaso. Las probabilidades de avistar gorilas de montaña eran altas pero todos sabíamos que la fauna es a veces caprichosa, provocando decepciones importantes. Pero eso no había ocurrido y todos estábamos satisfechos.
No sólo habíamos visto un numeroso grupo de gorilas de montaña sino que también pudimos ver cerca del pueblo, dos nuevas especies de monos:  los cercopitecos de diadema o monos azules (Cercopithecus mitis) y los cercopitecos de L'Hoest (Cercopithecus lhoesti).

cercopitecos de L'Hoest
cercopitecos de diadema



Había llegado la hora de abandonar Bwindi para dirigirnos a nuestro próximo destino: Elisabeth National Park. El viaje sería largo, no por la distancia que deberíamos recorrer sino por el estado de las carreteras que nos obligarían a pasar más de 4 horas y media para recorrer los poco más de 150 kms que nos separaban del campamento Engiri.
Otro bonito amanecer africano daba paso a un nuevo día.




Pero antes, teníamos pendiente una visita de obligado cumplimiento. En efecto, queríamos hacer entrega de parte del material escolar que habíamos traído para entregar en alguna escuela rural.
Queríamos haber salido temprano para aprovechar el día en el parque de la reina isabel pero la visita a la escuela nos obligaba a esperar hasta las 8.
Explicamos a Charis, nuestro conductor, nuestras intenciones y tras desayunar y despedirnos de Scovia, la encargada del campamento, salimos hacia la escuela, a pocos kms de allí. No imaginábamos lo que nos esperaba ...

Cuando llegamos a la escuela, ésta se encontraba desierta. A excepción de algunos niños que llegaban tarde a clase, seguramente procedentes de lejanas aldeas, no encontramos a nadie con quien poder hablar y entregarle el material.
Finalmente vimos un profesor en una clase y fue éste el encargado de recibirnos y hablar con nosotros. Cuando le explicamos nuestras intenciones, nos preguntó de cuánto tiempo disponíamos. Nos quedamos un poco perplejos ya que lo único que queríamos era hacer entrega del material a algún responsable que lo repartiera de la mejor forma posible y proseguir nuestro viaje.
Al ver nuestras caras de sorpresa, volvió a su clase y sacó a los niños fuera. Poco a poco fue invitando a todas las clases a salir y formó a todos los niños frente a nosotros. 
Todos los niños salían rebosantes de alegría, regalándonos sus inocentes sonrisas y unas penetrantes miradas. Aquellos enormes y expresivos ojos negros, atravesaban los nuestros hasta llegar a lo más profundo de nuestros sentimientos.
El maestro les estuvo hablando en su lengua local, imaginamos que explicándoles el motivo de nuestra visita, mientras todos le escuchaban con atención.
De pronto, nos saludaron en inglés y comenzaron a cantar y bailar para nosotros. Unas niñas salieron con una especie de tambores y otros izaron la bandera ugandesa. 
Aquello era demasiado; tan sólo habíamos traído unos cuadernos, bolígrafos, rotuladores, lápices y poco más...
Lo que iba a ser un mero trámite de unos minutos, se convirtió en un regalo que ninguno esperábamos. Aquellas sonrisas, cantos y bailes, dedicados exclusivamente a nosotros, se convirtieron en el momento más emotivo del viaje. Todos escondimos como pudimos, las emociones que inevitablemente humedecían nuestros ojos.




En un principio sólo pensábamos entregar parte del material que llevábamos encima pero tras el increible recibimiento, acabamos dejando todo allí. Entregamos el material en una rústica y rudimentaria oficina, recibimos de nuevo el sincero agradecimiento del profesor y abandonamos el lugar profundamente emocionados. Habíamos recibido muchísimo más de lo que habíamos dado. Imposible olvidar este momento.

Ahora sí, había llegado el momento de abandonar el lugar para proseguir nuestra ruta. 
Un zorro irrumpió en la carretera, saliendo repentinamente de la selva, rompiendo el silencio del grupo y rescatándonos del shock que acabábamos de vivir en la escuela.
La carretera discurría por una terrible pista de tierra que no nos permitía pasar de 30kms/h. Atravesábamos selvas, plantaciones de té y poblados donde los niños salían a saludarnos a nuestro paso.
Habíamos planificado la ruta para entrar al parque por el sector Ishasha, cercano a Bwindi y famoso por sus leones trepadores de árboles.
Charis nos dijo que durante los últimos días no se habían dejado ver pero nosotros confiábamos en nuestra suerte.
La ruta discurrió sin sorpresas, con las típicas escenas africanas, hasta que llegamos a un punto donde Charis nos dijo que nos encontrábamos ya en los aledaños del parque y podíamos toparnos con cualquier bicho, leones incluidos. La tensión volvía al grupo...





Tan pronto como llegamos a la carretera que bordea el parque, los animales comenzaron a aparecer. Un gran elefante fue el encargado de darnos la bienvenida.
Más tarde, babuinos, aves, topis y los típicos paisajes africanos nos tuvieron entretenidos un buen rato. Nos dedicamos a recorrer la carretera que bordea el parque sin entrar en su interior ya que Charis aseguraba que los leones trepadores solían verse desde esa carretera aunque parecía que hoy no era el día.
De pronto vimos un coche aparcado en el arcén y nos paramos junto a ellos. Todos miraban en la misma dirección con prismáticos y los potentes teleobjetivos de sus cámaras. No tardaron en decirnos que había dos leones en un árbol lejano.
Nos costó verlos pero finalmente los localizamos. Estaban realmente lejos pero estaban allí y los habíamos visto!!!







Entramos al parque para comprobar si había alguna pista que nos acercara un poco al árbol donde se encontraban los leones pero todos los intentos resultaron inútiles. Les seguíamos viendo pero aún más lejos.
Así pues, tras un pequeño recorrido, decidimos salir de nuevo para comer un poco en algún lugar a salvo. Justo en una de las entradas, había unas mesas bajo unas acacias donde sacamos un poco de jamón para engañar a nuestros estómagos. A Charis no le gustó el jamón pero agradeció la parada para descansar un poco, comer algo de fruta y recuperar líquidos.




Proseguimos nuestra ruta, abandonando el sector Ishasha para dirigirnos hacia el campamento Engiri, nuestro alojamiento para las próximas 3 noches.
Nos quedaba todavía una buena tirada hasta allí, casi dos horas, y a pesar de que la jornada estaba siendo dura para nuestro conductor, confiábamos en que aceptaría hacer un pequeño recorrido por el parque, entrando por la entrada cercana al campamento.

Cuando estábamos llegando, le preguntamos si se encontraba con fuerzas para entrar al parque un rato y aceptó sin dudarlo.
No quedaban muchas horas de luz así que nos limitamos a hacer un pequeño recorrido de reconocimiento durante el que no vimos gran cosa pero al menos, conocimos el terreno por donde nos moveríamos los próximos días. 
Unas fotos a unos búfalos que parecían de barro, sumergidos en un lodazal, pusieron punto final a una jornada repleta de emociones.
La noche se echaba encima y debíamos encontrar el campamento y hacer el papeleo de rigor. Charis no sabía aún si le dejarían dormir en el campamento a un precio razonable.
Mientras hacíamos en checking, Charis negoció su alojamiento pero no llegó a un acuerdo. Hoy no dormiría aquí.





Habíamos reservado dos tiendas con dos camas sin baño por 45$/persona, pensión completa y la verdad es que el sitio parecía prometer. El restaurante estaba bien, disponía de amplios jardines y las tiendas no estaban mal. Cuando fuimos a los baños para ducharnos, la impresión no fue tan agradable.
Apenas caía agua y resultaba casi imposible quitarse el jabón de encima. Los baños no destacaban por su limpieza y estaban llenos de insectos, sapos y hasta murciélagos. Pero en fin, había que arreglarse con lo que teníamos.

Tras la ducha nos acercamos al restaurante, siempre acompañados de un vigilante ferozmente armado 😃, para descubrir que sus platos parecían bastante apetecibles y... bastante especiados. Si te gusta el curry, disfrutarás de la comida; de lo contrario, no tanto...
El lugar es agradable y acogedor y como ya es norma habitual, debes elegir el menú del desayuno, comida y cena por adelantado.
Encargamos el desayuno para el día siguiente y nos fuimos a dormir, nuevamente custodiados por el que a partir de ahora llamaremos " el tío de la vara", nuestro querido y habitual vigilante.
Mañana tocaba buscar de cerca a los depredadores.... 

El tío de la vara






Ruta de la jornada



Video de la jornada






Capítulo anterior: Gorilas en Bwindi
Capítulo siguiente: Queen Elisabeth National Park

No hay comentarios:

Publicar un comentario