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28 noviembre 2024

Monasterio de Thiksey. Leh. India.


A pesar de que el dolor de cabeza no ha desaparecido, he dormido bastante bien y me levanto algo mejor. Sigo encontrándome flojo y cansado pero con ánimo para hacer la excursión a un monasterio que teníamos prevista para hoy.
Me doy una reconfortante ducha de agua caliente y me preparo para bajar a desayunar.
Un poco de fruta, un croissant recién hecho y un chocolate caliente parecen sentar bien a mi maltrecho estómago.

Tras un relajado desayuno, permanecimos en el hotel haciendo tiempo hasta que vinieran a buscarnos para desplazarnos hasta el cercano monasterio.
Como estaba previsto, a las 10 nos vinieron a buscar. Montamos en los coches y nos dispusimos a recorrer los alrededor de 20 kms que nos separaban del Monasterio de Thiksey, al sureste de Leh.


Monasterio de Thiksey

A unos 20 kms al este de Leh, se encuentra el monasterio más grande de la zona central de  Ladakh, el Monasterio de Thiksey ( Thiksey Gompa ). Se dice que guarda un gran parecido con el Palacio de Potala en Lhasa, albergando en su interior abundantes elementos de arte budistas tales como estupas, estatuas, murales, etc, etc.
Construido en el Valle del Indo a una altitud de unos 3600 metros, en lo alto de una colina en Thiksey, se erige como una destacada construcción del budismo tibetano. La estatua de Maitreya de 15 metros de altura que alberga el Templo de Maitreya, construido para conmemorar la visita del Dalai Lama a este monasterio en 1970, constituye uno de sus principales atractivos.
Todos los años tiene lugar un festival conocido con el nombre de Gutor durante el cual se celebran danzas sagradas como la danza de la máscara o la danza Cham además de ferias comerciales a las que acuden gentes provenientes de todo Ladakh para intercambiar y mostrar todos sus productos.
Este festival se celebra entre el 17 y 19  del noveno mes del calendario tibetano ( Octubre-Noviembre ).




El recorrido por carretera nos permitió observar la intensa militarización del área, evidenciando los serios conflictos que han marcado este territorio, punto de encuentro de naciones y regiones como Pakistán, Cachemira, China e India.
Dejando al margen los numerosos destacamentos militares, el paisaje era tan desolador como sobrecogedor. Amplios valles desérticos, flanqueados por montañas nevadas, se abrían ante nosotros mientras recorríamos la carretera asfaltada que se dirigía a Thiksey.

Cuando llegamos a nuestro destino, el imponente monasterio destacaba en lo alto de una colina. Tras aparcar cerca de la entrada, subimos una pequeña cuesta que nos adentraba en el corazón del monasterio. Esas pequeñas cuestas y los escalones que nos vimos obligados a salvar, fueron suficientes para recordarme que los efectos de la altitud seguían estando muy presentes así que tuve que aminorar la marcha y tomarme el paseo con mucha calma.





Durante más de una hora permanecimos en el monasterio visitando algunos de sus templos mientras nuestro guía nos explicaba la historia y algunas curiosidades del monasterio así como del budismo tibetano.
Unas crías se acercaron para ver los guiris que habían roto la monotonía del lugar y no dudamos en sacarles unas fotografías tras preguntar si ello suponía algún problema.
La atmósfera y la luz del lugar, otorgaban al momento una magia innegable.
Las vistas desde lo más alto del monasterio, permitían gozar del impresionante valle del Indo y de las montañas que lo delimitaban a ambos lados del río.






Tras la visita al monasterio, mis amigos estaban interesados en buscar un ave cuyo hábitat se reduce a las altas mesetas de Asia Central y el Himalaya. por lo que comentaron al guía si era posible verlo por los alrededores. Según nos dijeron no era la mejor época para verlo pero aún así nos acercaríamos al río Indo para intentar avistarlo en sus riberas. 
Nos llevaron hasta un puente de hierro forrado con las típicas banderitas tibetanas y desde allí oteamos minuciosamente la zona.
A pesar de que lo intentamos durante un buen rato, no tuvimos éxito.
Tomamos rumbo al hotel donde mis compañeros tratarían de organizar una excursión para esta tarde para intentarlo de nuevo. 
Cuando explicaron a la encargada del hotel las zonas que buscaban, ésta no tardó en decirles los mejores lugares que se ajustaban a su búsqueda y en conseguirles un taxi que les acercara hasta dichos lugares.
Yo prefería quedarme en el hotel a descansar un rato e intentar adaptarme a la altitud ya que mañana subiremos aún más alto.







Nos quedamos a comer en el hotel ya que mis amigos se irán de excursión tras la comida y no disponían de mucho tiempo.
Una agradable comida dio paso a una breve sobremesa interrumpida por la aparición del chófer que llevaría a mis amigos en busca del picoibis ( Ibidorhyncha struthersii ).
Otra compañera y yo nos quedamos en el hotel con la intención de dar una vuelta por Leh tras descansar un poco.
Tengo que decir que mientras unos descansábamos en el hotel, mis compañeros tuvieron éxito y pudieron descubrir un ejemplar de este raro ibis, buscando su comida entre las piedras del lecho de un pequeño río.
Sumergidos en los parajes típicos de la región, también tuvieron la oportunidad de observar al Colirrojo de Güldenstädt (Phoenicurus erythrogastrus), una ave que reside en altitudes significativas.








Mientras tanto, los dos componentes del grupo que nos habíamos quedado en el hotel decidimos hacer una fugaz visita a Leh antes de que oscureciera.
A paso lento y con mucho cuidado de no resbalar sobre las placas de hielo que se acumulaban en el suelo, nos acercamos hasta las animadas calles principales de Leh donde los lugareños aprovechaban la bonanza climatológica para estirar las piernas bajo los débiles rayos de sol.
No nos extendimos demasiado en la visita ya que el sol ya se estaba ocultando y la temperatura bajaba ostensiblemente una vez que éste se ponía. Una vueltilla por las estrechas callejuelas donde se amontonaban pequeños puestos donde se vendía de todo y a las inmediaciones del barrio viejo de Leh, pusieron fin a nuestro paseo.
Era hora de regresar al hotel para reunirnos con el resto del grupo y asearnos un poco antes de bajar al comedor para cenar algo.






Cuando llegamos al hotel, nuestros compañeros ya habían llegado. Después de darnos una ducha y ponernos ropa cómoda, bajamos al bar para tomar algo antes de cenar y comentar cómo nos había ido la tarde. Desgraciadamente, no pude tomarme una relajante cerveza, compañera fiel de esos momentos relajados durante los que comentas los mejores momentos de la jornada pero está claro que no hay nada perfecto en este mundo.
Al calor de una infusión de no sé qué extrañas hierbas, nuestros compañeros nos revelaron el éxito de su excursión mientras nosotros les comentábamos nuestro paseo por las animadas callejuelas de Leh.

Mañana partíamos hacia Ulley donde pasaremos cerca de una semana siguiendo los rastros del leopardo de las nieves, tras dos días de aclimatización a la altitud en Leh. El nerviosismo era evidente y todos confiábamos en ver al esquivo felino del Himalaya pero en el fondo, todos sabíamos que la posibilidad del fracaso era una amenaza tan posible como real.
Al menos yo me encontraba bastante mejor y aunque no podía decir que me encontrara perfectamente, al menos me sentía capaz de proseguir mi viaje y es que aunque no había comentado nada a ms compañeros, el primer día en Leh llegué a dudar de que pudiera seguir en esta aventura.

Tras la insulsa infusión que precedió a la cena, procedimos a pedir algo para llenar nuestros estómagos antes de ir a la cama. Aún me encontraba inapetente pero siguiendo los consejos de los empleados del hotel, pedí una tortilla francesa y unas patatas fritas para comprobar si mi aparato digestivo comenzaba a tolerar la comida. Hoy ya había visitado el baño muchas menos veces que el día anterior.
Durante la cena, las charlas se centraban en las posibilidades de ver al fantasma del Himalaya en los próximos días. La emoción y el nerviosismo ante lo que íbamos a vivir durante las próximas jornadas era inevitable. Las noticias que habíamos recibido de los integrantes de las anteriores expediciones habían sido muy positivas y nos habían creado altas expectativas pero sabíamos que la fauna es sumamente caprichosa.

Nos fuimos a la cama soñando con el mágico momento del avistamiento de este esquivo felino, presente en un territorio reducidísimo de nuestro planeta.
La experiencia con los tigres había sido muy satisfactoria pero el verdadero reto del viaje era ver el leopardo de las nieves. Los próximos días serán determinantes en el éxito o fracaso de nuestro viaje.
Pero en fin, sólo la aventura de haber llegado hasta aquí y encontrarnos inmersos en estos sobrecogedores paisajes, se podía considerar ya un auténtico lujo.
Si conseguimos ver el leopardo perfecto y de lo contrario, tendríamos la excusa perfecta para volver a intentarlo y volver a sumergirnos en este singular rincón del planeta.....



Ruta de la jornada


Capítulo siguiente: Traslado a Ulley, territorio del leopardo.





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