16 diciembre 2024

De Leh a Ulley.

 

Había llegado la hora de realizar la última etapa del viaje. Hoy era nuestro tercer día en Leh y previsiblemente, nuestros cuerpos debieran haberse habituado a la altura. Sinceramente yo no estaba tan seguro de haberlo conseguido pero al menos me encontraba con fuerzas suficientes para intentarlo. Pese a no encontrarme al cien por cien, ni mucho menos, estaba bastante mejor que los primeros días.
Nos esperaban otros 500 metros de ascensión en coche hasta nuestro alojamiento final, en una pequeña aldea donde dormiremos en una casa local preparada para albergar turistas.

Nos levantamos con la inevitable sensación de que era un día especial. Hoy comenzaría la búsqueda del fantasma del Himalaya, nuestro objetivo más ansiado.
Nos levantamos, preparamos todo el equipaje y disfrutamos de la última ducha de agua caliente ya que durante los próximos días no gozaremos de demasiadas comodidades.
El último desayuno en el hotel Chospa nos esperaba y mientras devorábamos nerviosos todo lo que nos sirvieron, los empleados del hotel bajaron nuestros equipajes y los guías los cargaban en los coches que nos llevarían hasta Ulley. Pensábamos que utilizarían vehículos 4x4 pero realmente eran utilitarios de ciudad ya que según ellos eran más cómodos y manejables.

Tras el desayuno nos despedimos efusivamente de la responsable del hotel que tanto nos ayudó durante nuestro paso por Leh y del empleado tan profesional y resolutivo que se encargó de que nuestra estancia fuera lo más agradable posible.
Montamos en los coches y nos despedimos hasta la vuelta.
Teníamos por delante un recorrido de unos 80 kms que adivinábamos no serían un paseo ya que el GPS nos indicaba que tardaríamos cerca de dos horas.
Pero lo cierto es que el estado de la carretera nos sorprendió ya que buena parte del recorrido se mantenían asfaltadas.




A unos 30 kms de Leh hicimos una parada para disfrutar de las espléndidas vistas que ofrece " Sangam View Point ".
A unos 3250 metros de altitud, cerca de la localidad de Nimmu, se encuentra un mirador desde el que se puede apreciar la confluencia entre el río Zanskar proveniente del valle de Zanskar y el río Indo.
Las azules aguas cristalinas del Indo se mezclan con las más turbias del Zanskar, en medio de un paraje espectacular.
Aparte de la innegable belleza del lugar, muchos visitantes se acercan a esta zona para practicar el rafting.






Retomada la ruta, un grupo de uriales (Ovis vignei) provocan otra parada ya que nuestros guías nos aseguran que no es habitual verlos tan cerca.
Poco a poco nos vamos adentrando en escarpados valles custodiados por elevadas montañas teñidas de blanco.
Apenas vemos signos de vida pero de vez en cuando vemos a lo lejos pequeñas aldeas al abrigo de las montañas.
El paisaje es tan fascinante como desolador. Las duras condiciones de vida que tienen que soportar los escasos seres humanos que pueblan este territorio deben ser extremas.








A lo lejos divisamos otro grupo de cabras que parecen ser bharales, las también llamadas cabras azules, una de las presas preferidas por los leopardos.
Las condiciones de la carretera van empeorando a medida que vamos ascendiendo y acercándonos a nuestro destino.
Cuando llegamos a Ulley podemos comprobar que el significado de pueblo es un poco diferente al que conocemos. Un pequeño hotel que acomoda a la mayoría de visitantes y cuatro construcciones más a las que llamaremos generosamente viviendas.
Aún continuaremos dos kms más hasta donde se acaba la carretera, por llamarla de alguna manera, donde se encuentra la casa que será nuestro hogar durante los próximos días.
Poco antes de llegar, una surgencia de agua cercana a la pista por la que circulamos, nos hace pasar un mal rato. El agua naturalmente se congela en el acto y cruza la pista de lado a lado provocando que tengamos que detenernos para que los conductores arrojen tierra sobre el hielo tratando de que éste se derrita.
A nuestra derecha se abre un barranco importante y yo intento pasar andando pero no tardo en desechar la idea. Aquello es una auténtica pista de patinaje.
No puedo evitar que los pelos se me pongan de punta cuando nuestro vehículo comienza a patinar sobre el hielo pero en unos segundos hemos atravesado el peligro.







Mientras nuestros conductores descargan nuestro equipaje, pasamos al interior de la casa. Nuestras habitaciones serán las dos que hay a la entrada, una frente a otra. 
Son básicas pero amplias, con un palo de madera para colgar alguna prenda.
Nos explican dónde está el baño y el agua caliente para beber. El agua se hierve continuamente en la estufa de madera que calienta la casa y que se ubica en un gran salón rodeado de algo parecido a sofás con cojines.
Allí la temperatura es muy agradable.

Es ya la hora de comer y nuestros anfitriones se apresuran a sacarnos varias cazuelas con variada y sabrosa comida. Felizmente para mis gustos, en esta zona la comida no es tan picante ni especiada y puedo disfrutar del banquete.
La estufa funciona a máximo rendimiento y por momentos hace hasta demasiado calor para mi gusto. Pero no hay problema, si te agobia el calor, sales un par de minutos al exterior y se te pasa...





Mis compañeros no dudan en salir al exterior para montar los telescopios y comenzar a buscar la fauna del lugar. Guías y habitantes de la casa también se esfuerzan en buscar animales.
Parece increíble que aquel territorio tan inhóspito pueda albergar algún tipo de vida pero la capacidad de adaptación de los seres vivos parece infinita.
Aguilas, chovas, acentores, perdices nivales y alguna cabra en la lejanía, son los primeros  seres vivos que descubrimos.
Nuestros guías nos aseguran que es posible ver el leopardo de las nieves desde allí mismo, algo que nos confirmó el grupo que estuvo aquí antes que nosotros así que mis compañeros pegaron su ojo al tele y durante horas permanecieron oteando las lejanas crestas de las montañas.
Debo reconocer que yo no tengo tanto aguante ni paciencia como ellos así que cogí mi cámara y  me dispuse a caminar un poco por los alrededores en busca de algún signo de vida. Quería también probarme físicamente y comprobar si mi estado había mejorado algo pero en cuanto empecé a caminar fui consciente de que no estaba para demasiadas alegrías. En cuanto el terreno dejaba de ser llano, la fatiga se apoderaba de mí al instante por muy insignificante que fuera el desnivel.
Durante la pequeña caminata no pude ver nada por lo que volví al calor de la casa y descansar, confiando en que iría recuperándome con el paso de los días.










La luz iba debilitándose y la temperatura descendía bruscamente en el exterior por lo que nuestros compañeros decidieron entrar a casa tratando de entrar en calor. Es difícil soportar el frío en manos y pies a esas temperaturas. No sabíamos qué temperatura había pero viendo los pronósticos que anunciaban nuestros teléfonos para los próximos días, soportaríamos temperaturas de 20º bajo cero.
Era hora de relajarse, repasar fotos y esperar a la cena para reponer energías.
Una pareja de canadienses, fotógrafos profesionales de naturaleza, compartieron alojamiento con nosotros y nos comentaron que habían conseguido ver el leopardo el día anterior.





Una agradable cena puso punto final a nuestra primera jornada en Ulley. Al finalizar la comida nos ofrecieron unas bolsas de agua caliente para llevar a la cama.
Una vez dentro de la cama, arropado con un buen número de mantas y edredones, no tuve ninguna sensación de frío.
Mañana seguiremos con la búsqueda del " fantasma "...



Ruta de la jornada



Video de la jornada




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Capítulo siguiente: Día-2 en Ulley.






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