18 octubre 2008

Ruta Karelia.Crónica de un viaje a Finlandia.


Aprovechando unos días libres a finales de abril del pasado año, decidimos volar hasta Helsinki para pasar 9 días por este país nórdico.
Tras 4 horas y media de vuelo y haciendo escala en Bruselas, llegamos al aeropuerto internacional de Helsinki donde esperamos recoger un coche que hemos alquilado por internet con la empresa Avis
Un kia cerato prácticamente nuevo y con tachuelas en las ruedas para facilitar la conducción en carreteras con nieve o hielo, será nuestro medio de transporte durante los próximos días.
Llevamos con nosotros una pda-gps con los mapas del país que nos será de gran utilidad para movernos entre esas ciudades de nombres impronunciables.


Una vez más, nuestro viaje se centrará en visitar parques nacionales y zonas de interés natural, así que una vez estudiadas las posibles rutas nos decidimos por hacer la “vía karelia” que recorre el este del país a través de la frontera con Rusia.  
Apenas media hora después de recoger las mochilas, cargarlas en el maletero y poner en marcha nuestro gps, salimos hacia las inmediaciones de Kotka donde se encuentra el parque de Valkmunsa.
Aparcamos en la misma entrada del parque y hacemos un pequeño recorrido a pie durante el que vemos alguna grulla y varias especies de anátidas.
Tras la visita a este parque, retomamos viaje a Imatra donde tenemos referencias de un albergue que permanece abierto en estas fechas, según la información recabada a través de Internet.
Sin embargo, a nuestra llegada descubrimos que está cerrado. Se encuentra en un entorno precioso, a la orilla de un lago e inmerso en un denso bosque por lo que lamentamos no poder quedarnos a pasar la noche allí.


En un intento de encontrar alojamiento en los alrededores, acudimos a un hotel cercano pero desistimos de quedarnos allí cuando nos piden 120€ por habitación, así que seguimos camino confíando en encontrar algo más asequible. 

La noche se nos echa encima y pronto comprobamos que no va a ser tarea fácil encontrar alojamiento ya que todo está cerrado, incluso los pequeños hoteles que encontramos en la carretera por lo que finalmente asumimos que tendremos que dormir en el coche.

Llegamos a Parikkala, donde se encuentra el parque de Salikati que queremos visitar mañana, con la esperanza de encontrar algún pequeño hotel donde poder alojarnos pero no tardamos en descartar la idea. Todo está cerrado.
Lo primero que hemos podido comprobar es que, en esta zona, las ciudades se reducen a cabañas aisladas repartidas por distintas zonas sin que existan realmente núcleos concentrados.
 

Tras comernos unos bocadillos que preparamos en la oscuridad de la noche, nos disponemos a pasar noche en una especie de parking que se encuentra en la entrada del parque.
Hacía muchos años que no pasaba la noche en un coche y desde luego.....no consigo dormir demasiado.

 
Apenas amanece, nos levantamos y entramos al parque aún de noche. Son las 4,30 y ya se está haciendo de día.
Vemos un montón de aves acuáticas y durante unos segundos puedo ver nadando en el agua algo parecido a una nutria, visón o quizás una rata almizclera; no me dá tiempo a identificarla porque inmediatamente al verme, se sumerje en el agua y desaparece.


 

El madrugón nos permite aprovechar mucho el día y tas permanecer en el parque de Salikati durante varias horas,salimos hacia el parque de Kolovesi, haciendo antes una parada en la famosa ciudad de Scavolina donde visitamos su castillo y aprovechamos para recopilar información de los lugares que queremos visitar, en la oficina de turismo.
 
Scavolina sí es una ciudad como tal . Se aprecia rápidamente que se trata de una localidad turística donde se amontonan numerosos barcos preparados para el turismo y un bonito castillo resalta entre el azul del cielo que hoy nos acompaña.

 













Tras una fugaz visita, montamos de nuevo en el coche rumbo a Kolovesi, parando en una gasolinera a desayunar algo. Hemos madrugado tanto que a pesar de haber visitado ya un parque durante horas y dar una vuelta por esta ciudad, aún estamos a tiempo de desayunar.



No tardamos en llegar al parque donde hacemos otra pequeña ruta a través de un bosque y bordeando un lago medio helado.
Los parques, hasta el momento, son pequeños y no nos llevan excesivo tiempo recorrerlos por lo que decidimos ir hasta el Koli, otro parque donde se encuentra una estación de esquí.




Guíados por nuestro gps, llegamos a un punto donde la carretera se acaba, de repente, frente a un gran lago.
Nuestras caras son un poema y nos miramos el uno al otro sin saber muy bien si maldecir al tom tom o dar vía libre a la carcajada que por fin, no podemos evitar.
Cuando ya estábamos dispuestos a dar la vuelta para buscar otra carretera, advertimos en la lejanía que un gran transbordador se aproximaba desde la otra orilla para recogernos.

No sería la única incidencia de la jornada ya que al llegar al parque, descubrimos una vez más, que los alojamientos que habíamos visto por internet y que aseguraban estar abiertos, estaban cerrados. 
No estamos dispuestos a dormir otra noche en el coche así que nos quedamos en el primer sitio que encontramos: el Pimentupa donde nos cobran 30€ por persona en un pequeño apartamento de madera con cocina y baño.

 



Con el tema de alojamiento ya resuelto, nos vamos a cenar algo a una gasolinera que hemos visto al llegar ya que de nuevo, no hay ciudades ni bares ni nada parecido por la zona.































A las 6,30 del día siguiente, la luz del sol ya nos despierta pero hoy nos vamos a desayunar en condiciones, antes de comenzar una caminata de más de 5 horas, muchas de ellas a través de la nieve.
A excepción de alguna ardilla y muchos pajarillos, no vemos más fauna durante una excursión que se desarrolla a través de bosques interminables y lagos helados.

Habíamos leído que un ferry unía Koli con Lieksa, nuestro próximo destino pero al preguntar acerca de esa posibilidad, nos dicen entre risas que el lago está helado y el ferry no funciona.
Tendremos que dar un gran rodeo por carretera para llegar hasta allí.
Una vez más, al llegar a las cabañas donde pensábamos dormir, las encontramos cerradas. 
Un asombrado paisano, sorprendido de encontrar dos extranjeros por aquel recóndito lugar en esas fechas, nos dá una dirección de unas cabañas que nos asegura están abiertas.

Nos dirigimos hacia allí ya que se encuentran cercanas al parque que queremos visitar mañana, con la esperanza de que realmente estén abiertas.
Afortunadamente, nos dio la dirección exacta en Sitski y la pudimos meter en el gps porque de lo contrario creo que nunca lo hubiéramos encontrado. 
Nuevamente, el pueblo como tal no existe y se reduce a “cuatro cabañas” diseminadas por la zona.

El GPS nos indica que hemos llegado aunque únicamente vemos tres cabañas sin signo alguno de ser un establecimiento público.
Entramos a una de ellas, llena de animales disecados donde encontramos a un “viejete” muy simpático pero que solo habla finlandés. Nos cuesta un buen rato entendernos a través de señas y muchas risas pero al final nos alquila una cabaña que tiene aproximadamente a un kilómetro de allí.
Nos pide 50€ al día y ni siquiera nos la enseña pero estamos lejos de cualquier sitio civilizado , a pocos kilómetros de la frontera rusa y decidimos aceptar.

Cuando la encontramos, nos quedamos con la boca abierta. La cabaña se encuentra en medio de un bosque a la orilla de un lago. Es enorme, toda de madera y con una cocina totalmente equipada. Nuestra mayor sorpresa llegará cuando encontramos una llave que abre una puerta que resulta ser una gran sauna. 

 











Inmediatamente decidimos regalarnos nuestra primera sauna finlandesa. Desde el interior de la sauna y a través de una ventana, podemos ver cómo nieva y el lago helado se va paulatinamente blanqueando mientras nosotros sudamos la gota gorda en aquel caluroso recinto. La sensación es brutal.

Al salir, estoy deshidratado y pierdo la cuenta de las cervezas que me puedo tomar antes de reunir las fuerzas necesarias para preparar la cena. Después de cenar caigo en la cama derrotado.


Son las 7 cuando nos levantamos y tras desayunar nos dirigimos al parque pero los primeros problemas a causa de la nieve y el hielo no tardan en aparecer ya que la pista está en muy malas condiciones y tenemos que darnos la vuelta.
Por fortuna encontramos otra pista en mejor estado que nos lleva hasta la zona de Suomu. La oficina de información está cerrada así que nos tenemos que conformar con la información de unos mapas que se muestran en el parque y que indican una ruta de unos 20 kilómetros que trataremos de seguir.

Llegamos hasta una torre de observación de aves donde permanecemos un buen rato. A pesar de que aún es pronto y las aves migratorias no han llegado, podemos ver cisnes, grullas, avefrías, perdices nivales y alguna otra especie. 
Comienza a nevar y todo se queda blanco en un instante mientras un zorro se acerca a nosotros sin percatarse de nuestra presencia.

Más adelante, llegaremos a un bosque medio derruido por la acción de los castores. Decenas de árboles derribados y claramente roídos por estos animales, salpican el bosque. 
No tardamos en descubrir el hogar de uno de ellos y al acercarnos para sacar alguna fotografía, aparece ante nosotros un ejemplar que se esfuerza en ahuyentarnos de allí dando fuertes golpes en el agua con su cola en un claro gesto desafíante hasta que cansado, acaba desapareciendo bajo el agua.


El característico sonido de los pájaros carpinteros al golpear con sus picos los troncos de los árboles, nos guían hasta donde varios ejemplares se entregan afanosamente a su labor.
Estamos ya de vuelta a nuestro punto de partida tras un recorrido bastante ameno y entretenido. 
Al llegar al coche, el termómetro del mismo marca –4ºC.

Al volver a nuestra cabaña, seguimos unos kilómetros más adelante hasta el último pueblo finlandés, Inari, con la esperanza de que al ser una ciudad fronteriza hubiera un poco de ambiente y pudiéramos tomar una cerveza, pero la situación se repite una vez más: no existe pueblo como tal sino que hay varias cabañas aisladas diseminadas por la zona.

Decidimos volver a la casa del dueño de las cabañas para pagarle ya que no lo habíamos hecho aún y una vez allí, nos obsequia con una bonita clase de fauna describiéndonos los animales que tenía allí disecados.Incluso nos asegura que cerca de nuestra cabaña se reunen a menudo los lobos.
En plena charla, con libros en inglés y finlandés en mano, nos invitó a pasar a su salón donde nos enseñó su joya más preciada: un gran oso disecado que él mismo cazó cuando era joven. 
La charla, adornada con multitud de gestos y sonidos imitando los oídos en el bosque, se alarga hasta hacerse de noche. Es hora de volver a nuestra cabaña donde tras una sauna y la posterior cena, nos vamos a la cama en medio de una gran tormenta de viento y nieve.

A las 7 suena el despertador. Nos cuesta levantarnos, el cansancio empieza a pesar y ver el termómetro marcar –4ºC de nuevo, no ayuda a hacerlo.
A pesar de todo, nos ponemos manos a la obra y tras el desayuno, vamos a devolver las sábanas y nos despedimos de nuestro amigo “el abuelete” para dirigirnos hasta Kusamo donde pararemos en la oficina de turismo para recabar información sobre el parque de Oulanka, nuestro próximo destino.
Al llegar a esta oficina, descubriremos una buena manera de buscar alojamiento de ahora en adelante. Allí nos indican que pueden buscarnos alojamiento en cualquier localidad del país y tras preguntarnos qué buscamos y cuanto dinero queremos gastar, nos adjudican una cabaña en Kayla, cerca del parque, por 50€.

Con el asunto cama ya resuelto para el próximo destino, introducimos la dirección en el GPS y nos vamos a un supermercado a comprar provisiones.
Hechas las compras de rigor y sin problemas por tener que buscar hotel, disfrutamos de nuestro viaje hacia el norte más tranquilamente, observando cómo la gente se divierte patinando sobre los lagos ya completamente helados.


Al llegar a nuestra nueva cabaña volvemos a quedar encantados tanto por la casita como por el entorno que la rodea.
Dejamos las mochilas y tras sacar algunas fotos del idílico lugar ,vamos al parque para hacer una primera incursión y ver que nos ofrece.
Pronto observamos que aquí el trekking será más duro ya que hay mucha nieve en la que creemos distinguir los rastros de alces y osos .
 


Hacia las 9, volvemos a la cabaña desde donde vemos un largo atardecer sobre el lago desde los enormes ventanales de nuestro salón mientras degustamos unas enormes y deliciosas cervezas.
Sauna, cena a base de salmón y a dormir.



Sobre las 8 salimos hacia la ciudad de Salla y para llegar hasta ella, tendremos que atravesar la imaginaria linea que dilimita el círculo polar ártico.
Al llegar a Salla, la oficina de turismo está cerrada por lo que preguntamos en una gasolinera cercana a qué hora abren. Nos recuerdan que es 1 de mayo y es fiesta, no sabemos ni en qué fecha vivimos!!!
Tendremos que decidir por nuestra cuenta la ruta a seguir y finalmente optamos por hacer una parte de la famosa ruta de Karhunkierros que comienza junto al cartel que anuncia el inicio del círculo polar.


 

Un grupo de cisnes y unos ansares que inmediatamente salen volando en medio de un griterío ensordecedor, nos dan la bienvenida.

Comenzamos a andar a través de una nieve a veces helada y en otras ocasiones tan blanda que nos hundimos hasta la rodilla. El camino se hace demasiado duro, la ruta no está clara y no hay signos de civilización en mucha distancia así que decidimos darnos la vuelta para evitar perdernos en una zona que no conocemos.
Volvemos al coche y allí mismo comemos algo en medio del frío y la nieve. 

Decidimos regresar al parque de ayer donde termina esta ruta de Karhunkierros, para intentar hacer el tramo final desde allí , si está más accesible. Así lo intentamos pero sólo hacemos otros 4 ó 5 km porque el camino vuelve a hacerse demasiado duro al no disponer del equipo necesario así que volvemos al coche y hacemos un trayecto en el mismo por el interior del parque.

Decididamente ha sido una decisión acertada ya que a la orilla de un bosque, conseguimos ver una de las aves que veníamos persiguiendo: el urogayo.
Efectivamente, un bonito macho destacaba en la nieve con sus poderosos colores rojos y negros. 

Felices por el avistamiento, volvemos a la cabaña para disfrutar de una relajante sauna seguida de una exquisita cena acompañada de unas frescas cervezas.

 


Hoy estamos en pie a las 7.30 para hacer la última visita al parque antes de abandonar la zona. Dada la dureza del terreno debido a la nieve y el hielo, habíamos pensado hacer una corta ruta de 4-5 kms pero al final nos líamos e hicimos más de 10 a través de puentes colgantes, escaleras, rápidos y cataratas. 
Resulta ser una ruta muy bonita y en mejores condiciones de lo que esperábamos. Encontramos varios refugios preparados para dar cobijo y facilitar la pernoctación a los excursionistas.Tienen leña apilada y un hacha para reponer la leña utilizada, un libro de entradas para indicar tu ruta y utensilios de cocina para cocinar lo que sea necesario.



En plena ruta, un sorprendido reno sale corriendo cuando nos ve aparecer por allí.


Son casi las 2 cuando volvemos al coche y decidimos volver a Kusamo para intentar encontrar alojamiento en Kokkola nuestro próximo destino.
Una vez más, comprobamos que las oficinas de información son el mejor sistema para encontrar alojamientos y así nos lo demuestran al ofrecernos unos pequeños chalets por 40€.
Estamos lejos de Kokkola así que nos dicen que si al llegar no hay nadie , nos dejan las llaves en un buzón.
Llegamos a las 19,30 y efectivamente, como el complejo está ya cerrado, encontramos las llaves de nuestro chalecito en un buzón a la entrada. Hemos atravesado el país transversalmente y ahora nos encontramos en la costa oeste cerca del mar.

El chalet es enorme y por supuesto un auténtico regalo. 
Son las ventajas de viajar fuera de temporada. El lugar se llama Residencia Elba.
Eso sí, aquí debemos conformarnos con una ducha ya que no hay sauna.
  

Madrugamos otro día más y a la 7,30, tras desayunar, hacemos una ruta de unos 5 km que nos lleva hasta unas torres de observación desde donde podemos ver chorlitos, zarapitos, archibebes, ostreros, serretas, avefrías, tarros y otros tipos de patos y gaviotas además de una curiosa ardilla que se cruza en nuestro camino.



Una vez acabada la ruta que partía desde nuestro propio chalet, volvemos al coche para dirigirnos a Turku donde tenemos planeado pasar la última noche.
De camino a Turku, hacemos una parada en la coqueta ciudad de Rauma en cuya parte vieja se agrupan unas antiguas cabañas de madera de bonitos colores que ahora hacen las veces de comercios.
Queremos reservar alojamiento para Turku en la oficina de turismo de Rauma pero al llegar está cerrada. No acabamos de acostumbrarnos a estos horarios tan diferentes a los nuestros.



Otra vez tendremos que buscar alojamiento a nuestra llegada por lo que al llegar a Turku vamos directamente a un albergue del que teníamos buenas referencias pero que resulta estar completo. Nos dan un listado de los aojamientos de la ciudad y elegimos uno al azar.
Es tarde así que nos conformamos con el primero que encontramos a pesar de que la recepcionista es bastante desagradable.

La habitación es muy estrecha, sin baño y además resulta ser la más cara de todo el viaje, 55€ pero vistos los precios de los hoteles, no le daremos más vueltas.
Salimos a dar una vuelta pr la ciudad y nos sorprende la cantidad de gente y sitios abiertos que hay por la calle. 
Esta es otra Finlandia. Nos tomamos dos cervezas por el módico precio de 12,3€ y cenamos apenas un plato por otros 20€ cada uno. El nivel de vida finlandés resulta evidente.
A las 10 todavía hay ambiente en las calles y mucha gente joven pero nosotros estamos cansados y nos vamos al hotel.

Por última vez, el despertador suena a las 7,30.
Decidimos ir hasta Helsinki sin parar ya que nuestro vuelo sale por la tarde y queremos evitar cualquier contratiempo; una vez allí, para aprovechar la mañana, decidimos visitar el enorme zoo que se encuentra en una isla próxima a la ciudad.
Dejamos el coche en el parking que se encuentra a unos dos kms del zoo para recorrer pausadamente durante más de 3 horas el enorme recinto, disfrutando de los animales y sacando un montón de fotos antes de volver al coche para ir al aeropuerto.

Menos mal que lo hacemos con tiempo porque quedamos atrapados en un atasco brutal que nos retrasa bastante nuestra llegada.
Ya en el aeropuerto entregamos las llaves del coche en el mostrador de avis y pasamos nuestros últimos instantes comprando un poco de salmón ahumado que resultaría estar fantástico cuando lo probamos a nuestra llegada a casa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente blog de mi tierra.

Gracias.

aitor dijo...

Gracias carrizo,me alegro de que te haya gustado.
Tu país es tan frío como bonito.
Una auténtica joya de la naturaleza.
Saludos.