No quería desaprovechar la ocasión de visitar Cuba y dejar de conocer alguno de sus famosos cayos de aguas cristalinas y blancas arenas.
No son las playas uno de mis destinos favoritos pero en esta ocasión, decidimos acabar nuestro viaje en algún apartado lugar a orillas del mar. Teniendo en cuenta dónde nos encontrábamos y buscando un alojamiento que se ajustara en lo posible a nuestros gustos huyendo de masificaciones y grandes construcciones, nos decantamos por Cayo Las Brujas y el hotel con el mismo nombre.
El complejo se reduce a un conjunto de cabañas de madera unidas entre sí a través de una pasarela de madera y que termina en un bar-restaurante con una pequeña terraza sobre el mar y la cuidada playa salpicada de sombrillas y tumbonas a disposición de los huéspedes. Todo es pequeñito y apenas hay gente.
Nuestra llegada hasta allí fue una pequeña odisea. Tras llegar a Santa Clara desde Trinidad (el autobús sale a las 15,30,cuesta 8 cuc y tarda 3 horas) contactamos con el móvil de nuestros amigos gracias a las indicaciones de unos cubanos presentes en la estación que nos indicaron los prefijos que debíamos marcar ya que éstos cambian dependiendo de a dónde y desde dónde llames; en fin, son un auténtico galimatías.
Tras los saludos de rigor y hacerles entrega de unos paquetes que nos entregaron en nuestra ciudad sus familiares cubanos, insistieron vehementemente para que nos quedáramos con ellos unos días pero nuestros planes ya estaban hechos y el hotel reservado así que accedimos a conocer su casa y aceptar un pequeño convite para celebrar nuestro encuentro, antes de partir hacia el cayo, no sin antes hacernos prometer que volveríamos en otra ocasión para pasar unos días con ellos.
Era ya de noche cuando el conductor que nos habían buscado para llevarnos hasta Las Brujas, nos montó en su viejo cacharro y emprendimos nuestro camino, una vez nos despedimos con gran pena de nuestros amigos cubanos.
Casi de inmediato, el coche empezó a fallar y nuestros planes parecían tomar un giro imprevisible; apenas sin darnos cuenta nos vimos en una casa de un pequeño poblado en la oscuridad de la noche mientras nuestro conductor ayudado por varios cubanos se afanaba en desmontar el motor del coche para tratar de solucionar el problema.
Al parecer la gasolina tenía agua lo que dificultaba la correcta combustión del carburante. Fue otra buena ocasión para comprobar la solidaridad cubana tanto hacia nosotros, ofreciéndonos sus casas y todo lo que tenían mientras duraba la reparación, como hacia nuestro conductor al que nadie dudó en ayudar cuando le vieron en apuros.
A duras penas y a estrincones, continuamos el viaje hasta llegar al puesto de control que se encuentra en el pedregal artificial que une la isla con el cayo y donde el policía de turno quería impedir el paso a nuestro conductor por no llevar el pasaporte encima.
A duras penas y a estrincones, continuamos el viaje hasta llegar al puesto de control que se encuentra en el pedregal artificial que une la isla con el cayo y donde el policía de turno quería impedir el paso a nuestro conductor por no llevar el pasaporte encima.
Finalmente accedió a que nos acercara hasta nuestro hotel y volviera inmediatamente.
Recorrer los aproximadamente 30 kilómetros de carretera artificial a través del mar, en el interior de un coche que amenazaba con pararse en cualquier momento y sumidos en una noche continuamente rota por los súbitos e inquietantes rayos que parecían surgir del mismísimo infierno, contribuían a que la situación se asemejara mucho más a una película de terror que a unas idílicas vacaciones en el Caribe. A pesar de todo, llegamos sanos y salvos.
Una jutía que rápidamente salió huyendo apenas nos bajamos del coche, nos recibió a la entrada del hotel.
Como pudimos comprobar los días posteriores, al ser una zona bastante tranquila y sin apenas densidad de población humana, se podían ver por los alrededores gran cantidad de aves, lagartos, mariposas y se intuían otras especies más difíciles de observar pero que dejaban visibles rastros de su paso.
Fueron frecuentes mis paseos por la pasarela de madera del pequeño hotel y por la extensa playa que se extendía más allá de los ámbitos del mismo, durante los cuales pude recrearme fotografíando lagartos y aves mayormente.
Para nosotros, acostumbrados a alojamientos muy básicos en nuestros viajes, aquella habitación suponía todo un lujo.
Por unos 60€, íbamos a disfrutar de una amplia habitación de madera con camas enormes y todas las comodidades de la vida moderna; además cuenta con una terraza con unas excelentes vistas al mar.
Pero ya se sabe que no hay nada perfecto y debemos dejar constancia de dos pequeños problemillas que enturbiaron un poco la belleza del lugar: los mosquitos y las medusas.
Posiblemente sean problemas que no estén presentes todo el año pero sí lo estuvieron durante nuestra estancia.
Aún así, fue un broche prácticamente perfecto a nuestro viaje a Cuba.
Aún así, fue un broche prácticamente perfecto a nuestro viaje a Cuba.
Esos últimos días dedicados a la contemplación, la lectura, la música, los paseos y la gastronomía, son de los que indudablemente ayudan a descargar las tensiones acumuladas a lo largo del año en nuestras ajetreadas vidas “modernas”.
Y esa era nuestra única intención durante nuestra estancia en aquel apacible y tranquilo rincón del mundo ....
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2 comentarios:
Hola Aitor.
Me ha alegrado ver el post.
Vaya la experiencia en el cayo con el conductor. Seguro que a pesar de todo pasate un buen rato. La hospitalidad de esta gente es soberbia. Auqnue no se te ve tan ilusionado como en los post anteriores. Se nota que no te atrae mucho la playa. Afortunadamente supiste seleccionar un cayo tranquilo. En la zona de cayos que estuve tuve la suerte de disfrutar de la tranquilidad del mar, a pesar de encontrarme al igual que tú, algunas medusas.
Abrazos.
Siempre viene bien un sitio de estos para relajarse un poco y aunque la playa no es mi fuerte,no es dificil buscar entretenimientos alternativos en estos paraisos.
Efectivamente,el cayo era muy tranquilo,apenas habia gente y las medusas no molestaron en exceso.
Un abrazo.
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