Tenemos todo el día por delante ya que nuestro vuelo sale a las 18,30 y como no queremos complicarnos mucho el día, lo pasaremos íntegramente en Caleta de Fuste.
Como todos los días, preparamos relajadamente los desayunos que sacamos a la terraza para disfrutarlos por última vez bajo los templados rayos solares que aportan una temperatura increiblemente agradable. Hoy incluso alargamos más el momento, tratando de evitar la siempre desagradable tarea de organizar la maleta para preparar el regreso a casa.
Vistas desde nuestra terraza |
Con todo preparado, llevamos el equipaje al coche y cargamos todo en el maletero. Dejamos las llaves de casa en la mesa de la cocina, como nos indicaron, y nos fuimos hasta el pueblo dispuestos a dar nuestro último paseo por la isla.
Nos acercamos hasta el paseo junto al mar para recorrerlo con detenimiento, dejando que el tiempo siguiera su curso. A lo lejos, en lo alto de la colina más alta, distinguíamos la urbanización donde hemos pasado toda nuestra estancia en la isla.
Tras el descanso, seguimos caminando en paralelo al mar que nos había acompañado durante toda nuestra estancia en la isla y cuyo color turquesa no olvidaríamos fácilmente.
Nos sorprendió encontrar las famosas " palomitas de maíz " en una de las playas del pueblo ya que pensábamos que eran exclusivas de la zona norte, donde las vimos hace un par de días.
Hoy no habíamos hecho demasiado ejercicio `por lo que no teníamos demasiada hambre pero acabamos pidiendo unos pollos caseros en salsa, atún a la plancha y unos chipirones en salsa picante con arroz, que resultaron estar muy ricos. Para acompañar a la comida, un poco de vino blanco canario.
Nuestro tiempo en Fuerteventura se iba agotando y llegaba la hora de abandonar la zona para desplazarnos hasta el aeropuerto del que nos separaban unos 10 kms.
Dejamos el coche en el mismo aparcamiento que lo recogimos. Miramos bien que no nos dejáramos nada en el interior y dejamos las llaves bajo el asiento del conductor como nos habían indicado hace una semana, cuando lo recogimos. El depósito de gasolina, lleno como estaba al inicio del viaje.
La aventura había finalizado, era hora de volver a casa tras una semana que nos ha servido para olvidar un poco la maldita pandemia aunque siempre guardando todas las precauciones necesarias pero con la ventaja de habernos movido por sitios al aire libre y solitarios que nos han permitido relajar un poco el tema de la mascarilla. Afortunadamente hemos dado esquinazo al bicho y volvemos a casa sanos y salvos. Confíamos en que esto no se alargue demasiado en el tiempo y en breve podamos volver a soñar con viajar a lugares lejanos, todos libres de la maldita covid-19.
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