Habíamos llegado a Amsterdam desde Bilbao un día antes de lo previsto debido a la cancelación de nuestro vuelo y el posterior adelanto de nuestro viaje a la capital holandesa. Dormimos cerca del aeropuerto para salir al día siguiente, rumbo a Entebbe.
A las 11 despegamos de Amsterdam para llegar a la capital ugandesa sobre las 22,30, previo paso por Kigali, en Rwanda.
El hecho de volar gran parte de la jornada de día, me permitió admirar la belleza del territorio egipcio y el mítico río Nilo a plena luz del día. Sobrevolar Alejandría, Asuán, Luxor, el Lago Nasser y Abu Simbel, entre otros enclaves, me tuvo entretenido durante un buen rato. El serpenteante Nilo avanzaba entre un desierto que perdía su característico color amarillo allá por donde pasaba el mítico río africano.
Más tarde, el desierto se extendería al infinito adueñándose del horizonte hasta parecer que nunca tuviera fin. Sería mucho más tarde, coincidiendo con la aparición de las primeras nubes y las primeras turbulencias del vuelo, cuando comencé a ver las primeras manchas verdes que rompían la dorada monotonía de un paisaje que parecía no iba a cambiar nunca. Estábamos llegando al sur de Sudán.
Cuando llegamos a Kigali, en Rwanda, ya era noche cerrada. No entendíamos bien porqué no volamos directamente a Entebbe y dábamos ese rodeo pero no tardamos en hacerlo. El vuelo desde Amsterdam paraba en Kigali para que allí bajaran los viajeros con destino a Rwanda y poco después, montaron los viajeros que volaban de vuelta a Amsterdam tras una parada en Entebbe. Precisamente ese sería nuestro vuelo de vuelta ya que nosotros cogeríamos ese vuelo en Entebbe a las 23,30 dentro de 17 días.
Llegamos a Entebbe sobre las 22,30, una hora más que en Amsterdam. A pesar de que llevábamos el visado online, tuvimos que esperar la misma cola que todo el mundo. El cansancio se dejaba notar y además estábamos expectantes por comprobar si alguien nos esperaba para llevarnos hasta el Gorilas African Guest House, como habíamos pactado.
Pero antes teníamos que recoger nuestro equipaje que se había tirado todo el día anterior perdido en el aeropuerto de Amsterdam. En principio nos dijeron en Bilbao que deberíamos recoger el equipaje en Amsterdam porque era demasiado tiempo el que tendrían que estar en el aeropuerto hasta el día siguiente pero tras una consulta, nos aseguraron que no habría problema; facturábamos hasta Uganda y no tendríamos que preocuparnos del equipaje.
¿ Habrá llegado hasta Entebbe?
La primera prueba estaba superada, todo nuestro equipaje había llegado.
Cuando salimos, Charis, nuestro conductor nos estaba esperando. Todo iba sobre ruedas...
Habíamos negociado el transfer desde el aeropuerto hasta el hotel por 30$ y fue un alivio comprobar que nos estaban esperando. Una vez más, parecía que los riesgos tomados al pagar a gente desconocida por unos servicios, se desvanecían; todo estaba en orden.
No tardamos en llegar al hotel. Una puerta metálica corrediza nos impedía el paso pero unos bocinazos bastaron para que un vigilante abriera la puerta.
Descargamos el equipaje, quedamos con Charis a primera hora del día siguiente y nos fuimos a la habitación tras pagar los 44$ correspondientes por el apartamento para los cuatro.
Aún nos dio tiempo de tomar unas cervezas en compañía del chico de recepción mientras abrimos unos sobres de jamón ibérico para acompañar a la bebida.
El chico miraba el jamón con curiosidad y no dudó en aceptar nuestra invitación pero cuando le dijimos que era carne de cerdo cruda, su gesto cambió de inmediato. Como ya me ha pasado en otros lugares del mundo, el excelente jamón, no resultó de su agrado. Curioso...
Sin más preámbulos nos fuimos al apartamento con la intención de descansar un poco antes de que nos vinieran a buscar a las 6 de la mañana para iniciar nuestro recorrido por Uganda. En recepción, nos habían prometido prepararnos el desayuno a las 5,30 a pesar de que la hora de inicio eran las 6.
El primer madrugón del viaje nos esperaba y para no perder tiempo, decidí ducharme mientras mis compañeros se fueron inmediatamente a dormir. No imaginaba que mi primera aventura estaba próxima a ocurrir.
Cuando acabé de ducharme y fui a abrir la puerta del baño para ir a mi habitación, me quedé con la manilla en la mano. La puerta estaba totalmente atascada en el marco y era imposible salir de allí. A pesar de mis golpes en la puerta y mis gritos pidiendo ayuda, nadie parecía escucharme. El calor que hacía allí dentro era insoportable y todo parecía indicar que iba a pasar allí la noche, si alguien no se levantaba al baño. La puerta se abría hacia dentro y me resultaba imposible desencajarla del marco.
Cuando ya había perdido toda esperanza y estaba estudiando la mejor forma de pasar allí mi primera noche en Uganda, mi compañero de habitación asumió el papel de ángel salvador, sacándome de allí con un simple empujón a la puerta. Nunca se lo agradeceré suficientemente.....
Con la sensación de un animal que ha conseguido escapar de una terrible trampa, extendí la mosquitera de mi cama y me tumbé dispuesto a dormirme con urgencia.
Un ventilador movía el sobrecargado aire caliente de la habitación mientras amenazantes rayos la iluminaban a través de la ventana.
El ventilador no tardó en detenerse. Había dos posibilidades: o se había estropeado o nos habíamos quedado sin luz. Pero no pensaba levantarme a comprobarlo, tenía que conseguir dormir...
Una fuerte tromba de agua, acompañada de truenos y relámpagos, me despertó poco antes de que sonara el despertador. Cuando me levanté e intenté dar la luz, descubrí porqué el ventilador dejó de funcionar.
Tocaba buscar las frontales para tener algo de luz y poder llegar hasta el restaurante donde íbamos a desayunar. Ríos de agua corrían por todo el exterior del hotel obligándonos a mojarnos los pies por primera vez en el viaje.
Todavía era de noche y como nos temíamos, el desayuno no estaba listo. A las 6 oímos una bocina al otro lado de la puerta de hierro pero nadie acudía a abrirla. Suponíamos que era nuestro conductor así que corrimos la pesada puerta y le dejamos pasar.
No podíamos negar que nuestra primera noche en Uganda había sido genuinamente africana.
Cuando amaneció, las primeras luces del día parecieron poner todo en orden poco a poco. Nuestro desayuno llegó a la mesa, la lluvia cesó y pudimos ir a la habitación a asearnos un poco y preparar las mochilas a pesar de que no había luz eléctrica.
Llevamos el equipaje hasta el coche y cargamos como pudimos todo en el maletero y en los asientos traseros que no íbamos a utilizar. Ahora sí, por fin, comenzaba una ruta que prometía muchas peripecias. Teniendo en cuenta cómo había sido la primera noche, si todo continuaba igual, el viaje prometía.....
Llevábamos tres años sin viajar a territorios lejanos y ya se me había olvidado lo que significaba viajar a tierras africanas en busca de aventura. Una vez más, puedo adelantar que no me defraudaría.
¡¡¡Africa siempre sorprende!!!
Capítulo anterior: Mi viaje a Uganda
Capítulo siguiente: Entebe-Lago Mburo
No hay comentarios:
Publicar un comentario