28 diciembre 2010

El Buda de Leshan. CHENGDU (II)


Hoy visitaremos el buda más grande del mundo. Para ello tomamos el autobús número 28 que para cerca del hostel y que nos acercará a la estación de donde salen los buses a Leshan. Hay que cruzar el río dos veces antes de bajarse del 28.
Una vez en la estación, nada más entrar, a la izquierda están las taquillas donde se compran los billetes por 45 yuanes. Un poco más adelante y también a la izquierda está la zona de embarque.
A las 10 arrancamos aunque no tardamos en quedar atrapados en la carretera a causa de unas obras, lo que ocasiona un pequeño retraso sobre el horario previsto; aún así a las 12,30 ya hemos llegado.
Justo detrás de donde nos deja este autobús, se coge otro, el 13, que por 1 yuang te acerca hasta la entrada del Buda. Nos sorprende lo sencillo que nos está resultando todo, nos cuesta creerlo pero pronto comprobaremos que no podía ser tan fácil. Somos los únicos guiris en un autobús lleno de chinos.

Una especie de guía comienza a explicar la visita de la zona o eso imaginamos ya que no entendemos nada, hasta que el autobús nos deja en una entrada donde se anuncian dos tipos de billetes: uno que cuesta 90 yuanes para visitar el Buda y otro que vale 160 que incluye otra visita por la que no estamos interesados.
Pedimos 5 entradas de 90 y nos sacan las de 160; explicamos que no nos interesa ese billete pero la empleada, con su sonrisa en la boca insiste en lo contrario. 
Ante nuestro asombro y nuestra insistencia a través de frases en castellano, inglés, chino y gestos de todo tipo, la taquillera nos invita a marcharnos de allí y dejarla en paz con un claro gesto con las manos. No entendemos nada.

Nos ha parecido ver más abajo otras entradas al recinto así que bajamos andando hasta dar con otra en la que finalmente acceden a vendernos el ticket de 90 yuanes, ¡¡aleluya!! 



Hay bastante gente pero no tanta como nos temíamos. El ticket incluye las visitas a otros recintos entre los que se encuentran unas tumbas y un templo, el de Wuyou, donde se respira una atmósfera de paz entre los monótonos cánticos de los monjes que se encuentran orando en el interior. Resulta un lugar con "un algo" especial.
Estamos recorriendo otro Patrimonio Natural y Cultural Mundial de la UNESCO, en la confluencia de los ríos Minjiang, Daduhe y Qingyi que cuenta con una historia de 1.200 años y que gracias a sus 71 metros de altura, se considera el Buda más grande del mundo.


 

Además de poder recorrer el recinto a pie, existe la opción de acercarse a la enorme estatua a través de un barco que navega por el río Minjiang y que ofrece otra perspectiva del Buda.
Durante el recorrido a pie subiremos y bajaremos cientos de escalones esculpidos en las paredes de roca que rodean la zona y que parecen algo de obligado cumplimiento en cualquier visita que se precie en China. Subir y bajar escalones se convertirá en algo habitual a lo largo de todo el viaje.


La visita finaliza en el templo de Wuyou sitúado en un promontorio al que se accede tras cruzar el río a través de un atractivo puente en cuyo inicio te esperarán los insistentes conductores de rickshaws que tratarán de convencerte de que te encuentras muy lejos de la carretera donde deberás tomar el autobús de vuelta. Ya no nos engañan tan fácil y tras 5 minutos andando por un sendero, llegamos a la carretera donde nos recoge el bus número 13 que en algo más de 30 minutos nos vuelve a dejar en la estación para volver a Chengdu en unas dos horas.
Cenamos en el hostel para reponer fuerzas antes de irnos a descansar ya que mañana madrugaremos para ver los osos panda a primera hora cuando les dan de comer. Mientras cenamos en la terraza, charlamos un rato con una pareja que acaba de llegar para tramitar los permisos para visitar el Tibet y otra que acaba de regresar de la misma zona.
Intercambiamos las típicas anécdotas y aventurillas vividas a lo largo de estos días y nos despedimos tras compartir esos agradables momentos en la tranquilidad de la noche cuando todos los contratiempos ocurridos durante la jornada comienzan a verse desde otra perspectiva y en muchas ocasiones se convierten en motivo de risas e incontenibles carcajadas.
Mañana será otro día.



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