26 agosto 2011

Jotunheimen. NORUEGA

 

También conocido como “el hogar de los gigantes” según la mitología local, Jotunheimen es la zona montañosa por excelencia en Noruega. Sitúada en la zona central del sur del país, este parque se extiende a lo largo de unos 3.500km²  y en su interior alberga el punto más alto de toda Escandinavia, el Galdhøpiggen con sus 2459 metros de altitud sobre el nivel del mar.
En este área, siempre dependiendo de nuestra preparación y condiciones físicas, podremos realizar desde pequeños paseos de un puñado de kilómetros hasta largas rutas de montaña durmiendo cada noche en alguno de los refugios preparados para tal fin. No en vano, aquí podemos encontrar algunas de las sendas más espectaculares de Europa.
La visita a algún glaciar y la práctica de actividades como el rafting, la espeleología, el barranquismo, el ciclismo y el esquí, completan el abanico de posibilidades que ofrece este bello lugar.
Las frías temperaturas invernales y las precipitaciones en forma de nieve, tiñen de un blanco virginal sus singulares paisajes mientras que en verano se llegan a alcanzar los 25ºC.
Una de las rutas más populares de la zona es la que parte de Memurubu a donde se llega a través de un ferry que parte desde Gjendesheim. Una vez allí se deberá ascender hasta el Bessegeen para posteriormente descender de nuevo a Gjendesheim. Si tienes la fortuna de que los rayos solares te acompañen, las vistas resultarán sublimes.
Tras recoger nuestro flamante Hyundai i-20, nuestro fiel compañero durante los próximos 8 días, emprendimos camino hacia Beitostolen sitúado en la zona más montañosa del país.
Nos tomamos con calma la ruta y tras hacer las primeras compras en el primer supermercado que vimos junto a la carretera, paramos a comer a las orillas de un lago junto a un embarcadero. La temperatura era agradable, incluso algo bochornosa.
Una vez con el estómago lleno gracias al embutido que llevamos desde casa, reanudamos nuestra marcha dejándonos guíar por el GPS que llevamos para que nos ayudara en los recorridos a lo largo del país.

Sobre la media tarde llegamos a nuestro apartamento ubicado en la típica localidad pequeñita pero sobradamente preparada para recibir al turismo de la nieve. Numerosos alojamientos, oficina de información turística, gasolinera,  supermercado y atractivos restaurantes se agrupaban en la calle principal que se extiende a lo largo de la carretera.
El Leilighetshotell sería nuestra casa durante los próximos días. Nuestro apartamento era pequeñito pero bien preparado con cocina, baño, salón-comedor, dos habitaciones y terraza con vistas a un pequeño lago.



El día de nuestra llegada lo dedicamos a estudiar mapas, rutas, distancias y visitas a realizar. Nos habíamos levantado a las 5 de la mañana y llevábamos todo el día viajando así que estábamos cansados por lo que toda la actividad del día se redujo a preparar la cena.

Al día siguiente salimos dispuestos a hacer un recorrido por el parque con el coche para hacernos una idea general sobre sus posibilidades y atractivos. Parando en numerosas ocasiones cada vez que el paisaje lo requería, fuimos recorriendo el parque hasta la hora de comer. Habíamos llegado hasta el punto donde se cogía el ferry hasta Memurubu donde comenzaba la ascensión al Bessegeen y que haríamos al día siguiente. También vimos los primeros pechiazules mientras tomábamos fotografías de los impresionantes paisajes que nos rodeaban.



Antes de comer paramos junto a la carretera, en unas mesas al borde de un río donde comenzaba una pequeña ruta de unos 6 kilómetros que se adentraba en el parque. Metimos la comida en nuestras mochilas y nos dispusimos a estirar un poco las piernas. Un puente de madera que cruzaba el río daba inicio a un sendero que nos fue adentrando en un bosque de pinos donde nos esperaba un atroz ataque por parte de millones de mosquitos sedientos de la sangre de algún temerario paseante. Los repelentes venían en la mochila desaparecida así que nos encontrábamos totalmente desprotegidos. Lamentablemente, lo que prometía ser un agradable y maravilloso paseo se convirtió en una carrera contrarreloj para salir de allí.




Todo terminó con una relajada comida en las mesas junto al río, tras haber sufrido decenas de picaduras durante casi 3 horas.

 



Tras la comida, continuamos recorriendo el parque en nuestro coche hasta que iniciamos la vuelta hacia casa, en esta ocasión por otra ruta. En plena carretera nos topamos con la que sería la primera iglesia de madera de nuestro viaje , Kvikne.



Pero una nueva sorpresa nos aguardaba antes de llegar a casa. Una vez más y sin previo aviso, una barrera cerraba nuestro paso cuando nos encontrábamos en una estrecha carretera que discurría por un denso bosque de pinos. No teníamos monedas para pagar el peaje exigido y aunque la máquina aceptaba tarjetas de crédito, parecía no querer las nuestras. Finalmente conseguimos que se abriera la barrera y pudimos continúar viaje.



Nuestro primer día había discurrido entre impresionantes paisajes a través de lagos, montañas y bosques y para rematar la jornada como se merecía, nuestra mochila perdida nos esperaba en recepción.
La segunda jornada la dedicamos a la ruta del Bessegeen y la tercera, la pasamos realizando un par de paseos no demasiado largos ya que el cansancio del día anterior, nos estaba pasando factura. 
Elegimos un sendero de unos 10 kilómetros que se dirige hasta el lago Russvatnet, paralelo a un río. El camino está bastante encharcado y el río se encuentra desbordado en algún tramo por lo que el terreno está prácticamente inundado y se hace complicado continuar. La lluvia también se empeña en convertirse en inseparable compañera de viaje así que en un momento de tregua y aprovechando que el sol hace aparición tímidamente, sacamos los bocadillos y a comer!!
 



No queremos mojarnos demasiado y el día sigue amenazando más lluvia por lo que decidimos dar la vuelta antes de llegar al lago. De regreso, paramos junto al lago Bygdin para hacer otra pequeña ruta que parte desde allí.
Por el camino vemos bastantes pechiazules, bisbitas, lavanderas y alguna limícola hasta llegar al final del sendero que muere a puertas de una cabaña de madera a la orilla de un lago. 



 















Ya de vuelta hacia el coche, nos pilla un gran chaparrón que termina por empaparnos del todo. No podíamos despedirnos de Jotunheimen sin sufrir sus duros embates climatológicos.






2 comentarios:

hostales en madrid dijo...

Impresionantes fotos!
Me encantan los paises nórdicos, pero aunque parezca mentira cuando más me gustan es en invierno.
Me gusta mucho la nieve.
Pero en verano son países que también ofrecen mucho.

aitor dijo...

Verdaderamente,para los amantes de la nieve estos parajes tienen que ser el paraíso en invierno.

Yo mismo,no dejaba de imaginarme la belleza del lugar todo cubierto de blanco.

Un saludo!!