16 marzo 2012

Masai Mara ( IV ) y regreso a Nairobi.


Las primeras luces del día me rescatan del apacible sueño en el que me encuentro. Definitivamente y a pesar de que las tiendas eran muy básicas, sus confortables camas nos han permitido descansar en buenas condiciones. Para todo aquel que no busque lujos, piscinas y excelentes comidas, el Sidai Mara Camp puede resultar una buena opción y bastante asequible económicamente.


A nuestra entrada en el parque, una sorprendida hiena se cruza frente a nosotros para correr a refugiarse entre unos arbustos cercanos.
Como ya he comentado anteriormente, la hiena no es un animal que se deje acercar demasiado en este parque y rápidamente correrá para refugiarse en cuanto se percata de la presencia humana.
Seguramente sus luchas con los masais para defender su ganado tenga mucho que ver con esta actitud que no muestra en otros parques no muy lejanos.

A pesar de que hemos visto muchísimos leones durante nuestros safaris, todos hasta ahora han sido hembras o machos jóvenes. Cuando Simon acelera una vez más, nos confirma que vamos en busca de un macho adulto.
No tardamos en dar con él; un macho y una hembra, ambos con el estómago ostensiblemente hinchado, caminan uno tras otro hacia la ladera de un colina.
A su paso, provocan el pánico entre los grupos de ñus y cebras que se encuentran en los alrededores y que no dudan en huir precipitadamente ante la presencia de los depredadores.



 














No muy lejos de allí descubrimos los restos, cómo no, de un ñu que ya nunca volverá a correr sobre las praderas del Mara y que seguramente ha supuesto la comida de los leones que acabamos de ver. 


Ha llegado el momento de que los buitres rematen la faena y cumplan con su cometido.
No muy lejos, entre la vegetación, vemos más componentes de la manada de leones. 

Las posibilidades de comida que les brindan las numerosas manadas de ñus, no tienen nada que ver con lo que encuentran en la época seca. 
Resulta llamativo el gran número de cadáveres y restos de ñus que encontramos a nuestro paso diseminados por todos los rincones del parque.



Tres jóvenes leones machos llaman nuestra atención un poco más adelante y no tardamos en identificarlos como los mismos ejemplares que vimos hace unos días. A uno de ellos le falta el extremo de la cola, lo que le hace fácilmente identificable.



 














Cuando volvíamos hacia la salida, Simon gira bruscamente ya que le avisan de la presencia de un guepardo justo a nuestras espaldas. 


 














No tardamos en toparnos con él pero en esta ocasión no veo un animal tranquilo sino que me dá la sensación de estar asustado y agobiado por la presencia de los vehículos. Tras seguir sus pasos a distancia, descubro con los prismáticos que se ha reunido con una pequeña cría. Simon nos dice que tiene tres y posiblemente las esté buscando. Algunos coches se acercan indiscriminadamente a la agobiada madre y nosotros decidimos abandonar el lugar para no ser partícipes del espectáculo.



Antes de salir definitivamente del parque, nos acercamos hasta dos espectaculares elefantes machos que aparecen súbitamente frente a nosotros y que se erigen en los encargados de despedir nuestra estancia en este maravilloso parque. Pero mientras nos miraban fijamente sin parar de mover su trompa y sus orejas, todos nos negamos a traducir sus gestos como un adiós; no cabía duda de que lo que lo que nos estaban diciendo, era un…..HASTA PRONTO!!

Era hora de desayunar, hacer las mochilas y volver a Nairobi. Cinco horas de pesado viaje que nos llevará de nuevo al Parkside Hotel. De camino y mientras observábamos la rutinaria vida de los kenyatas, Simon nos dejó su móvil para llamar al hotel y confirmar nuestra reserva. 






Simon nos dejó a las puertas del hotel y tras darle la propinilla de rigor, nos despedimos y deseamos suerte para el futuro.
Silverbird nos sorprendió al adjudicarnos un guía en castellano que nunca negociamos y lo cierto es que aunque Simon no era un gran conversador ni un excelente guía, sobre todo en lo que a aves se refiere, no podemos negar el empeño que puso en todo momento para mostrarnos todas las maravillas que encierra el Masai Mara.
Una vez dejamos las mochilas en la habitación y comimos unos sandwichs, bajamos para comprar los billetes del autobús que mañana nos llevará a Arusha.
En la misma acera del hotel se encuentran las oficinas de Riverside, agencia con la que viajaremos a Tanzania tras hacer efectivo el pago de los 20$ que cuesta cada billete.


Aprovechamos el resto del día para dar una vueltecilla por el centro de Nairobi, comprar unas guías de mamíferos del este de Africa, tomar unas cervezas y buscar un sitio para cenar antes de ir a dormir. Unos platos a base de pollo, cabra y ternera, más unas patatas fritas, supusieron nuestra cena esa noche; todo por el módico precio de 2000 chelines, unos 15€ los cinco.
En el hotel nos esperaba una magnífica noticia: hoy no hay fiesta.
Esta vez sí, dormimos como auténticos angelitos antes de partir hacia tierras tanzanas donde nos espera otra semanita de safaris.

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