Ha llegado el inevitable día final, ese día que marca el final de una etapa y la vuelta a la rutina y las obligaciones.
El sol brilla con fuerza tras un par de días de ausencia.
Algunos se acercan hasta el mar para darse el último chapuzón en sus transparentes aguas y otros se dedican a recorrer los rincones más escondidos de los jardines que nos rodean, en un intento de grabar a fuego los recuerdos y estampas de aquel lugar que nos acogió durante 4 noches.
Cada uno se despide a su manera de este bello rincón al que muy probablemente nunca volveremos.
Aún tendré tiempo de descubrir escondidos miradores sobre el mar, acondicionados con cómodos sofás y hasta un coqueto jacuzzi.
Cuando todos nos reunimos de nuevo, la terraza sería nuestro punto de encuentro como no podía ser de otra forma. Allí permanecía colgado nuestro compañero el murciélago, testigo de muchas charlas recordando momentos inolvidables del viaje, oteando el horizonte a través de nuestro telescopio y saboreando aquellos roncitos a la luz de la luna.
Tras compartir los últimos instantes en nuestro rincón favorito, nos dirigimos al restaurante para tomar las últimas cervezas antes de comer. Los camareros se despiden de nosotros mientras damos buena cuenta del buffet del día. Por menos de 10€, resulta una buena opción para saciar tu apetito si no quieres cocinar.
Desde el hotel a Mombasa hay unos 20 kilómetros y algo más hasta el aeropuerto. Debemos tener en cuenta las colas que se forman para atravesar el ferry que cruza a Mombasa ya que a determinadas horas, la espera se alarga bastante. Afortunadamente, hoy es domingo y todo va bastante rápido.
Una vez en el aeropuerto de Mombasa, el empleado que se encontraba en el control de equipajes me exije dinero para pasar. Ante mi negativa, me pide que abra mi mochila. Cuando me dispongo a hacerlo, se acerca para decirme al oído que si le doy dinero no será necesario pero le repito que no tengo dinero. Un policía que parece percatarse de que algo sucede, se acerca hasta nosotros y tras intercambiar unas palabras con el empleado, me dejan seguir adelante.
Son las 15,30 y nuestro vuelo con Fly 540 estaba previsto para las 17 pero no saldremos hasta las 20,45. Los nervios comienzan a aflorar ya que debemos estar en Nairobi a las 23h y todo indica que vamos a andar muy justos de tiempo. Finalmente y por fortuna, llegaremos al aeropuerto internacional de Nairobi con el tiempo justo de facturar y embarcar en el avión que nos llevará a casa.
Una vez más, todo ha llegado a su fin.
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