06 enero 2014

Dakar,el Lago Rosa y la Isla de Goreé. Senegal.


Dakar, la capital senegalesa, supuso el comienzo de una ruta que se iba a prolongar durante los próximos 15 días. 
Un breve recorrido por esta ciudad fundada por los franceses en el siglo XVIII y cuya población se acerca al millón y medio de habitantes, nos permitió descubrir edificios con claros tintes coloniales como la Cámara de Comercio y otros de arquitectura innegablemente africana. 
Recuerdo que durante mi primera incursión a una capital del Africa negra, me llamó poderosamente la atención el gran bullicio y colorido que presentaban sus calles; daba la impresión de que todo el mundo se había echado a ella. 
La suciedad y la basura ponían el contrapunto negativo a una ciudad tan llena de vida.
Tras la visita, emprendimos nuestra ruta que hoy finalizaría en la ciudad de Kaolack pero antes haríamos dos visitas a otros tantos lugares de obligada visita: el Lago Rosa y la Isla de Goreé.
El Lago Rosa, más conocido por los senegaleses como Lac Retba, ocupa una extensión aproximada de 3 km2 y se encuentra a unos 35 km de Dakar. Debe su nombre al característico color rosáceo de sus aguas causado por un pigmento rojizo que produce una bacteria que prolifera en medios acuáticos con alta salinidad. 
La posibilidad de ver el lago con este color característico, dependerá del momento elegido para tu visita; durante la nuestra, apenas se apreciaba este curioso fenómeno. 
Sí pudimos apreciar, sin embargo, las duras condiciones de vida que padecían los infatigables senegaleses afanados en extraer la sal de sus aguas para amontonarlas en sus orillas para su posterior secado y venta. Según nos comentaron, los locales deben extremar el cuidado de su piel, sobre todo el de pies y manos, cubriéndose con una especie de grasa que les proteja del efecto corrosivo de la sal. 
La zona recibió un gran impulso turístico cuando fue elegida como sede para convertirse en la meta final del conocido rally París-Dakar
Como suele ser habitual en estos casos, encontramos tantos defensores como detractores de la decisión tomada por los organizadores del evento.



Una vez visitado el Lago Rosa, proseguimos camino hacia la Isla de Goreé a la que accederemos a través de un ferry que parte del puerto de Dakar y tarda unos 30 minutos en hacer el recorrido. 
Cientos de niños y adultos gritando, jugando y bañándose en la playa, conseguían hacer olvidar a nuestra llegada, el terrible pasado que encierra el pequeño pueblo que se adivina tras la densa vegetación que adorna la costa.




Esta bella isla que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1978, se convirtió entre los siglos XVI y XIX, en el principal mercado de esclavos con destino al continente americano. 
El antiguo fuerte Estreés donde se reunía a todos los esclavos antes de ser vendidos y envíados a sus compradores a bordo de grandes barcos, ha sido recientemente restaurado y transformado en un impactante museo.
Debo reconocer que durante mi visita, me resultó difícil abstraerme del dramático pasado que encerraban cada estancia del actual museo. Poder ver in situ, las diminutas salas donde “almacenaban” a los hombres por un lado, por otro a las mujeres y por último a los niños, provocan un mudo dolor difícil de soportar. 
Permanecer mucho tiempo observando la gran abertura que daba directamente al mar y por la que cargaban los esclavos a los barcos, se convirtió en uno de esos momentos imposible de soportar.
Por un momento, sentí revivir el cúmulo de emociones y trágicas sensaciones que tuvieron lugar durante cientos de años en la llamada “Puerta sin Retorno” donde ahora me encontraba. 
Tuve que abandonar de inmediato aquel lugar en busca de aire puro donde poder respirar….




A lo largo de mi vida sólo he vuelto a sentir algo parecido cuando visité por primera vez un campo de concentración nazi. 
Necesitaba pasear por los alrededores para tratar de distraerme un poco y disfrutar con la apacible vida de sus actuales habitantes. 
De nuevo, el alegre bullicio de las gentes y sus llamativos ropajes de intensos colores consiguieron centrarme en la visita a un país que a pesar de su pobreza, reflejaba felicidad a raudales.



Tras una sabrosa comida a base de pescado y mariscos, llegaba la hora de regresar al ferry y volver a Dakar donde nos esperaban para trasladarnos a Kaolack, donde nos alojaríamos. No recuerdo el nombre del pequeño hotel donde dormimos pero me resultará difícil olvidar la hora larga que me costó desalojar de mi habitación, una importante población de enormes sapos que habían colonizado mis aposentos. Con toda la paciencia del mundo fui sacándolos al exterior uno por uno antes de entregarme a los plácidos brazos de morfeo….
 
Mañana será otro día.

4 comentarios:

Antonio Ruiz dijo...

Hola Aitor, yo no pude ir al Lago Rosa ni a la Isla de Goreé. En nuestro viaje a Senegal nos limitamos a visitar Niokolo Kova y la Isla de la Madeleine.

A pesar de conocer tu prioridad por los parques nacionales seguro que ninguno de los dos sitios te decepcionaron y saliste encantado.

Un abrazo enorme.

aitor dijo...

Hola Antonio!!
Ya veo que tú te centraste en lo que más nos gusta: "los bitxos".

A pesar de que lamenté no poder visitar Niokolo Kova y alguna otra zona pajarera,lo cierto es que viví experiencias inolvidables durante este viaje.
Aquí empezó mi fascinación por Africa.

Un abrazote!!

Viajes y Rutas dijo...

Me ha gustado mucho la entrada, voy a leer un poquito mas de tu blog que parece que promete.
Echo de menos una foto de la invasión de sapos en el hotel ;)
Un saludo

Carmen

aitor dijo...

Hola Carmen,
gracias por tu visita y tu comentario. Espero que hayas encontrado en el blog algún destino de tu interés.
Cuando llegué al hotel,estaba tan cansado y me costó tanto sacar los enormes sapos que ni se me ocurrió sacarles una foto de recuerdo ;-))

Saludos!!