Hoy amanecemos con esa típica y amarga sensación de que algo se acaba…
Efectivamente, a pesar de tener todo el día por delante, deberemos estar atentos a nuestro reloj para llegar sin prisas al aeropuerto. No sería la primera vez que las ansias por querer aprovechar hasta el último momento, nos provoquen problemas para llegar a tiempo a nuestro vuelo y no estábamos dispuestos a padecerlo de nuevo.
Efectivamente, a pesar de tener todo el día por delante, deberemos estar atentos a nuestro reloj para llegar sin prisas al aeropuerto. No sería la primera vez que las ansias por querer aprovechar hasta el último momento, nos provoquen problemas para llegar a tiempo a nuestro vuelo y no estábamos dispuestos a padecerlo de nuevo.
El último día de viaje lleva consigo una serie de tareas a las que ya estamos acostumbrados y que repetimos de forma casi inconsciente.
Para empezar deberemos organizar la mochila para el viaje de vuelta, algo que resulta sumamente complicado ya que misteriosamente, casi nunca entra todo.
Seguidamente nos conectamos a internet para confirmar los horarios de nuestros vuelos y hacer el checkin on line si es posible. Acto seguido desayunamos tranquilamente antes de preguntar en recepción dónde podemos dejar el equipaje hasta que pasemos a recogerlo para ir al aeropuerto.
Es entonces, una vez resueltos estos pequeños pero importantes detalles, cuando nos echamos a la calle para apurar los últimos momentos del viaje.
En esta ocasión teníamos en mente hacer algunas visitas típicas como la calle Lombard y el barrio al que se considera cuna del movimiento hippie, Haight-Ashbury pero cuando estábamos desayunando, un camarero entre risitas nos preguntó si no pensábamos ir a ver el desfile del día del orgullo gay.
Era cierto!!! Hoy, último domingo de junio como cada año, tenía lugar una de las más famosas marchas a nivel mundial a favor de la igualdad de los derechos sexuales de cada individuo.
Por supuesto no nos lo podíamos perder…
Tras informarnos de que la marcha se desarrolla a lo largo de la calle Market y que comienza sobre las 10,30, aún tenemos tiempo de acercarnos hasta la famosa calle Lombard para hacer las fotos de rigor antes de recorrer las calles de la ciudad rumbo a Market street.
El espectáculo no nos decepcionó y mucho menos el ambiente festivo y participativo de cientos de miles de personas que ataviadas con ropajes estrafalarios unos, con atuendos más convencionales otros, y los más sin apenas ropa, abarrotaban las calles de S.Francisco reivindicando la igualdad de derechos para lesbianas y homosexuales.
Un gran número de grupos y organizaciones toman parte en esta reivindicativa marcha que abarrota la calle Market y sus aledaños. Debo reconocer que nos resultó sorprendente ver a representantes de iglesias de distintas confesiones, políticos e incluso bomberos y policías desfilando con sus coches oficiales alternándose con las carrozas preparadas para tal fin durante el evento.
Numerosos puestos de comida, bebida y otro tipo de atracciones se amontonaban en la zona en medio de un ambiente festivo que contagiaba su entusiasmo y alegría y en el que por supuesto, nos vimos envueltos de inmediato.
Pero no queríamos irnos de la ciudad sin conocer el barrio donde se dice que nació el movimiento hippie y por este motivo, abandonamos el bullicio y la fiesta para dirigirnos andando hasta Haight-Ashbury. Nos llevó un buen rato llegar hasta allí y para ser sincero, debo decir que nos decepcionó un poco.
Tal vez fuera por el gran ambiente de donde veníamos, por el escaso ambiente que encontramos en esta zona (seguramente la gente se encontraba en la fiesta) o porque nos pareció que la zona había perdido ya gran parte de su autenticidad y estaba demasiado enfocada al turismo, todos tomamos una decisión por unanimidad: nos volvíamos a Market Street!!!
Aún reconociendo que tenía su encanto pasear por “el barrio hippie” entre sus coloridos edificios , sus viejos establecimientos y sus numerosos bares y restaurantes, nuestro paso por Haight-Ashbury resultó efímero y a pesar de que teníamos pensado comer allí, una vez más cambiamos nuestros planes.
Volvimos a la zona donde se concentraba la fiesta y aprovechamos para disfrutar de ella tomando nuestras últimas cervezas y comiendo por la zona antes de iniciar nuestra vuelta al hotel para recoger nuestro equipaje.
Preservativos, aceites lubricantes, banderas y todo tipo de utensilios nos fueron entregados mientras paseábamos por las calles atestadas de gente, algo que más tarde daría lugar a una graciosa anécdota, una vez en el aeropuerto.
Pero todo llega a su fin y el viaje no era una excepción así que nos dirigimos al hotel para recoger el equipaje, llevar a dos componentes del grupo a su nuevo hotel ya que en el anterior no había sitio para los días posteriores y marchar al aeropuerto donde entregaremos el coche y tomaremos nuestro vuelo de vuelta a casa.
Con gran envidia dejamos a nuestros dos compañeros en las puertas de su hostel y tras despedirnos de ellos, cubrimos los 28 kms que nos separaban del aeropuerto.
Echamos gasolina en los alrededores y entregamos el coche, nuestro fiel compañero durante las dos últimas mañanas, sin más complicaciones.
Pero una última anécdota estaba próxima a ocurrir y ésta tuvo lugar cuando al pasar el control de equipajes, el policía me pregunta si llevaba líquidos en mi pequeña mochila de mano. Yo aseguré que no ya que siempre pongo especial empeño en guardar todos los artículos prohibidos en el equipaje a facturar.
El policía vuelve a pasar la mochila por el scanner y me asegura que llevo líquidos; yo vuelvo a insistir que eso no es posible y cuando, ante su requirimiento, me dispongo a sacar todo lo que llevo en la mochila………………..MALDICION!!!!
Todos mis compañeros habían guardado en mi mochila sin que yo me enterara, los preservativos, las banderitas,” los artilugios” y…. los aceites corporales lubricantes!!
Y allí se encontraba todo, sobre la cinta del aeropuerto entre las risitas disimuladas de los allí presentes y la sorprendida cara del policía.
Finalmente, hasta al impertérrito policía se le escapó una sonrisita y tras un guiño de complicidad me dijo que siguiera adelante. Yo no sabía dónde meterme y mi único consuelo era que ninguno de mis acompañantes fueron testigos de lo sucedido ya que entraron por diferentes controles.
Era el punto final a un extraordinario viaje por el oeste americano que nos regaló paisajes indescriptibles y numerosos momentos memorables entre géiseres , gigantescos cañones, infinitos desiertos, enormes montañas y frondosos bosques entre otros muchos escenarios y vivencias que ya han pasado a engrosar nuestro abanico de experiencias a lo largo y ancho de este mundo.
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