A las 5 de la mañana salimos de nuestro hotel en Bali para dirigirnos al aeropuerto donde tomaremos el primer vuelo con dirección a Labuán Bajo.
Eran alrededor de las 8 de la mañana, cuando nuestro avión tomó tierra para dejarnos al borde de un mar de aguas turquesas que nos tenía hipnotizados desde el mismo momento que comenzamos a sobrevolar la zona .
Nos encontramos en Flores, una de las islas menores de las Sondas Orientales (Nusa Tenggara Timur, en indonesio). Se da la curiosa circunstancia de que a pesar de que políticamente pertenece al sudeste asiático, geográficamente pasa a formar parte de Oceanía al encontrarse al este de la famosa Linea de Wallace.
Ya hemos llegado al punto de partida desde donde comenzaremos la segunda etapa de nuestro viaje durante la que pretendemos recorrer el mar de Flores a bordo de un barco, las próximas tres noches y los cuatro días correspondientes.
Nos encontramos en Flores, una de las islas menores de las Sondas Orientales (Nusa Tenggara Timur, en indonesio). Se da la curiosa circunstancia de que a pesar de que políticamente pertenece al sudeste asiático, geográficamente pasa a formar parte de Oceanía al encontrarse al este de la famosa Linea de Wallace.
Ya hemos llegado al punto de partida desde donde comenzaremos la segunda etapa de nuestro viaje durante la que pretendemos recorrer el mar de Flores a bordo de un barco, las próximas tres noches y los cuatro días correspondientes.
Tras pactar las condiciones de nuestro recorrido a través de numerosos correos, habíamos ingresado en una cuenta un pequeño adelanto una vez que llegamos a Indonesia, más
concretamente desde Sumatra.
Nosotros habíamos cumplido lo pactado, ahora sólo cabía esperar que alguien nos estuviera esperando.
Afortunadamente, Vincensius nos esperaba a la salida del aeropuerto para hacer las presentaciones de rigor y acercarnos hasta el vehículo en el que nos llevarían hasta al puerto tras
una breve parada en un supermercado cercano donde hicimos acopio de varias cajas de cerveza.
Pero la primera sorpresa no tardó en llegar. El barco donde estábamos cargando nuestros equipajes y del que teníamos referencias
gracias a las fotos que el mismo Vincen nos había mandado por correo, no era el mismo que habíamos pactado .
Realmente era similar pero evidentemente no era el mismo, algo que unido a las absurdas justificaciones de un desconcertado Vincen, provocó cierta desconfianza entre
el grupo.
Aún así, habíamos depositado demasiada ilusión en la travesía que íbamos a realizar durante los próximos días como para permitir que el desánimo cundiera tan fácilmente en el grupo por lo que embarcamos en la nave que sería nuestra casa durante los próximos cuatro días, confíando en que todo quedara en una mera anécdota.
Nuestra singladura por el mar de Flores había comenzado y el capitán puso rumbo a nuestro primer destino: la isla de Kelor.
Nuestro recorrido durante este primer día sería Kelor-Rinca y Padar.
No tardamos mucho en llegar a una diminuta isla bañada por unas increibles aguas transparentes cuya pequeña playa de arena blanca invitaba a saltar del barco sin más preámbulos.
Para algunos de mis compañeros estas aguas iban a significar su debut en lo que al snorkel se refiere y desde luego, esta pequeña y tranquila playa era un sitio ideal para hacerlo. Solamente los pequeños ataques de unos pececillos que parecían no aceptar de buen grado nuestra visita, perturbaron una grata sesión de buceo que fascinó tanto a los primerizos como a los ya iniciados en estos menesteres.
Pero el tiempo no se detiene y nuestro barco nos esperaba en la playa para llevarnos hasta nuestro próximo destino, uno de los pocos lugares del mundo donde viven en libertad los lagartos más grandes del planeta.
En efecto, vamos en busca del dragón de Komodo también conocido como varano o monstruo de Komodo, un animal que sólo habita en cinco pequeñas y recónditas islas: Gili Motang, Gili Dasami, Komodo, Flores y la elegida hoy para nuestra visita, Rinca.
Un enorme dragón descansaba tranquilamente, muy cerca de allí sobre la hierba, totalmente ajeno a nuestros gritos de admiración.
Un poco más adelante, un grupo de otros seis lagartos permanecían igualmente descansando.
No era la mejor época del año ni tampoco las mejores horas del día para el avistamiento de dragones ya que el sol apretaba y todos sabíamos que la actividad de los animales disminuye considerablemente con el calor, pero desde luego, lo íbamos a intentar.
Mientras nuestro guía nos explicaba las características y peculiaridades de este emblemático animal, descubrimos oculto entre la maleza una cría de Komodo.
Proseguimos nuestro recorrido (hemos elegido el de media distancia) y no tardamos en descubrir un búfalo de agua y varios ciervos.
Pero el momento álgido de la excursión tuvo lugar cuando, de pronto, nuestro guía extendió sus brazos y gritó: ¡¡ stop, be careful !!
Todavía excitados por el salvaje encuentro, llegamos al final del recorrido exultantes de felicidad.
Una vez la noche se hizo dueña del lugar, y tras la excelente cena preparada por nuestro cocinero, era el momento de decidir dónde pasaríamos nuestra primera noche a bordo.
Nuestro recorrido durante este primer día sería Kelor-Rinca y Padar.
No tardamos mucho en llegar a una diminuta isla bañada por unas increibles aguas transparentes cuya pequeña playa de arena blanca invitaba a saltar del barco sin más preámbulos.
Para algunos de mis compañeros estas aguas iban a significar su debut en lo que al snorkel se refiere y desde luego, esta pequeña y tranquila playa era un sitio ideal para hacerlo. Solamente los pequeños ataques de unos pececillos que parecían no aceptar de buen grado nuestra visita, perturbaron una grata sesión de buceo que fascinó tanto a los primerizos como a los ya iniciados en estos menesteres.
Eufóricos por esta primera inmersión durante la que hemos disfrutado de una gran variedad de especies marinas, nos disponemos a ascender la pequeña colina que se erige
como el pico más alto de la isla y que nos permitirá gozar de unas vistas impresionantes.
Nos quedamos con la boca abierta ante la visión del paisaje que se presentaba a
nuestros pies. Aguas transparentes que daban paso a otras de un azul mucho más intenso, que a su vez daban cobijo a infinidad de islas que emergían del mar para componer la estampa
perfecta tantas veces soñada.
Pero el tiempo no se detiene y nuestro barco nos esperaba en la playa para llevarnos hasta nuestro próximo destino, uno de los pocos lugares del mundo donde viven en libertad los lagartos más grandes del planeta.
En efecto, vamos en busca del dragón de Komodo también conocido como varano o monstruo de Komodo, un animal que sólo habita en cinco pequeñas y recónditas islas: Gili Motang, Gili Dasami, Komodo, Flores y la elegida hoy para nuestra visita, Rinca.
Un pequeño embarcadero de madera nos permitió apearnos de nuestro barco para poner los pies en los dominios del dragón.
Desde nuestra llegada, un guía del parque nos recibe para acompañarnos durante todo el recorrido por la isla. Con un palo horquillado como única defensa ante un
eventual ataque por parte de los temidos lagartos, llegamos al cartel que anunciaba la entrada al parque.
Unos ciervos y los omnipresentes macacos de cola larga, son los primeros animales que tenemos oportunidad de ver pero no serán los únicos.
Un enorme dragón descansaba tranquilamente, muy cerca de allí sobre la hierba, totalmente ajeno a nuestros gritos de admiración.
Un poco más adelante, un grupo de otros seis lagartos permanecían igualmente descansando.
Ya habíamos leído que no resultaba difícil encontrar algún ejemplar en la zona donde se ubican las oficinas del parque pero el reto comenzaba ahora que iniciábamos una
pequeña caminata por la isla.
No era la mejor época del año ni tampoco las mejores horas del día para el avistamiento de dragones ya que el sol apretaba y todos sabíamos que la actividad de los animales disminuye considerablemente con el calor, pero desde luego, lo íbamos a intentar.
Mientras nuestro guía nos explicaba las características y peculiaridades de este emblemático animal, descubrimos oculto entre la maleza una cría de Komodo.
Ante la sorpresa inicial del
guía por nuestro descubrimiento, no tardó en explicarnos que estas crías deben evitar ser descubiertas por los dragones adultos, incluídos sus progenitores, ya que los hábitos caníbales de la especie, los pondría en serios apuros.
Proseguimos nuestro recorrido (hemos elegido el de media distancia) y no tardamos en descubrir un búfalo de agua y varios ciervos.
También tuvimos oportunidad de
descubrir una peculiar ave que tiene una singular relación con los dragones de Komodo ya que sus nidos abandonados, son usados por los enormes lagartos para depositar
sus puestas de huevos.
Se trata de una especie de pollo salvaje, el talégalo de Reinwardt (Megapodius reinwardt).
Pero el momento álgido de la excursión tuvo lugar cuando, de pronto, nuestro guía extendió sus brazos y gritó: ¡¡ stop, be careful !!
Allí estaba, a unos 50 metros de donde nos encontrábamos y siguiendo el mismo sendero que nosotros pero en sentido contrario, apareció de súbito, un enorme dragón que al vernos se mostró tan sorprendido como nosotros. Ahora sí, estábamos comprobando la auténtica sensación que produce encontrarte cara a cara con este animal, en igualdad de condiciones.
Inmediatamente el guía apartó a las mujeres del grupo y todos recordamos los carteles que prohibían el paso a las mujeres que se encontraban menstruando ya que los dragones huelen la sangre a muchos kilómetros de distancia. No sé hasta que punto tienen sentido estas advertencias pero lo que nos quedó claro es que allí se lo toman muy en serio.
Lo cierto es que la experiencia resultó brutal. Tras conceder suficiente espacio para que el animal no se sintiera amenazado, el enorme ejemplar abandonó el camino a pocos metros de donde nos encontrábamos para camuflarse entre la vegetación.
Objetivo cumplido.
Objetivo cumplido.
Todavía excitados por el salvaje encuentro, llegamos al final del recorrido exultantes de felicidad.
Volvimos al embarcadero donde el capitán nos esperaba para poner rumbo a nuestro último destino en el día de hoy, la isla de Padar.
El día tocaba a su fin y estábamos a punto de disfrutar de nuestro primer atardecer en el mar de Flores pero por si el espectáculo no fuera lo suficientemente singular, un nutrido grupo de delfines saltando alrededor de nuestra embarcación, se empeñó en añadir encanto a unos momentos ya de por sí mágicos.
Una vez la noche se hizo dueña del lugar, y tras la excelente cena preparada por nuestro cocinero, era el momento de decidir dónde pasaríamos nuestra primera noche a bordo.
Mientras tres de nosotros decidimos dormir en cubierta tras subir una manta de uno de los camarotes, los otros dos se inclinaron por hacerlo en uno de los camarotes del barco.
El silencio era absoluto, las estrellas ocupaban la totalidad del cielo y las pequeñas olas mecían el barco invitándonos a conciliar los más dulces sueños jamás imaginados.
Y como no podía ser de otra forma, nos entregamos a estas sensaciones tan embriagadoras, sin presentar la más mínima resistencia...
- Capítulo anterior: Dragones y buceo en el Mar de Flores
- Capítulo siguiente: Snorkel, playas rosas y vampiros
2 comentarios:
En dos palabras: im presionante. Qué ganas de conocer estos sitios.
Pues anímate, es un destino precioso y bastante asequible económicamente.
Publicar un comentario