Tras las agradables visitas a las localidades de Teror y Arucas, llegaba la hora de empezar a pensar en restaurar las energías perdidas a lo largo de la jornada.
Nos habían recomendado hacerlo en Agaete, un municipio costero famoso por los numerosos restaurantes especializados en mariscos y pescados a la brasa.
Ubicado al noroeste de la isla, a unos 30 kilómetros de la capital, tradicionalmente su economía se ha basado en la agricultura y en la pesca pero en la actualidad el turismo ha tomado un protagonismo indiscutible.
Y es que Agaete ofrece atractivos tan variados como el espectacular Parque Natural de Tamadaba donde puedes adentrarte para perderte a través de sus intrincados valles y hermosos paisajes, a la vez que sus cristalinas aguas costeras te ofrecerán relax y todo tipo de actividades acuáticas y gastronómicas.
Llegamos a Agaete con la intención de disfrutar de su gastronomía y por eso dejamos el casco urbano a un lado para directamente dirigirnos al Puerto de las Nieves donde se concentra el grueso de la oferta gastronómica del municipio.
Este pequeño puerto, su indiscutible aire marinero, su pequeña playa de piedra y su relajado ritmo de vida, nos conquistaron de inmediato.
Sentarnos en una terraza junto al mar mientras degustábamos un agradable vino blanco local supuso una placentera experiencia difícil de superar, uno de esos lujos que no por simples dejan de ser extraordinarios...
Tan a gusto estábamos que decidimos no levantarnos de allí y pedir una paella y una parrillada de pescado mientras no perdíamos de vista el mar...ni la preciada botella de vino blanco.
Mientras esperábamos, pedimos también unos calamares a la romana que resultaron estar exquisitos.
La paella también estuvo muy bien y el pescado a la brasa, pese a estar rico, para nuestro gusto estaba demasiado hecho.
Tras la copiosa comida recorrimos el puerto disfrutando de las bondades climatológicas de la jornada y nos acercamos hasta la zona de Las Salinas donde unas cuidadas piscinas permiten un tranquilo baño a todos los que hasta allí se acercan.
Tres fantásticas piscinas naturales cuyas aguas se renuevan constantemente por efecto de las mareas, se encuentran conectadas por tubos volcánicos permitiendo a los bañistas moverse de una a otra sin problemas. Se encuentran donde estaban ubicadas las antiguas salinas y son un lugar ideal para la práctica del baño y del snorkel.
Se accede hasta ellas fácilmente a través de la Avenida Paseo de los Poetas.
La tarde iba avanzando y tomamos la decisión de acercarnos hasta la relativamente cercana localidad de La Aldea.
Y digo relativa porque pese a estar a menos de 40 kilómetros de Agaete, la sinuosa carretera que salva esa distancia a través de los acantilados que bajan casi verticales hasta el mar, hacen que la distancia parezca mucho mayor.
La carretera ha estado cerrada hasta no hace mucho por derrumbes del terreno pero afortunadamente conseguimos llegar hasta nuestro objetivo a través de unos paisajes desgarradores. De cualquier forma, no es una carretera apta para aquellos de "fácil mareo".
Un rápido paseo por los alrededores nos sirve para entender que no es un sitio hasta el que lleguen demasiados visitantes. Lo abrupto del terreno hace que La Aldea no sea un lugar atestado de visitantes a pesar de la belleza y calma que se respira en la zona. Un agradable paseo y unas cervezas en alguna de las escasas terrazas del municipio pusieron punto final a una agradable jornada; lo peor era tener que volver por la misma carretera.
2 comentarios:
A mí también me conquistan tus fotos. Desde luego, dan ganas de pasear por allí para reponer fuerzas con tan apetitosa comida. En cuanto a las carreteras, cuantas más curvas, mejor.
Agaete nos conquistó por completo. Costa, tranquilidad y buena comida....que más se puede pedir a estas alturas de la vida..
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