26 octubre 2016

Bombay, mosaico de diversidad.



Cautivadora, desesperante, misteriosa, sorprendente, insoportable, adorable, sofocante..... son tan sólo algunos de los muchos y variopintos calificativos que cualquier visitante que se adentre en los límites de esta ciudad bañada por el Mar Arábigo puede otorgar a un lugar tan singular. 
Localmente conocida como Mumbai, esta gigantesca megalópolis supuso nuestra puerta de entrada al no menos gigantesco país que estábamos dispuestos a saborear durante los próximos 12 días: INDIA.

Tratar de definir una ciudad de estas dimensiones, admitiría tantas acepciones y tan dispares que pudiera parecer que habláramos de ciudades diferentes.
Y es que todo tiene cabida y lugar en una ciudad con más de 20.000.000 de habitantes donde se hablan alrededor de 200 lenguas, conviven budistas, cristianos, jainitas,  judíos, parsis, sikhs, islamistas e hinduistas entre otras muchas religiones y donde la pobreza extrema se funde con el lujo y el éxito financiero de una urbe que presume de ser la más rica de India.
Como suele ocurrir habitualmente, son numerosas las personas que se acercan hasta este tipo de ciudades en busca de las oportunidades que les niegan las zonas rurales que les vieron nacer. Desgraciadamente son pocos los que logran triunfar y fruto de ello son los extensos reductos de supervivientes que se apiñan en las oscuras barriadas de chabolas que salpican la ciudad. 
Todo forma parte de Mumbai.




Lujosos edificios frente a fachadas ruinosas y solares abandonados a medio construir, viejos tuk tuk esforzados en adelantar por donde puedan a modernos vehículos occidentales, trajes y corbatas entremezclados con las coloridas y tradicionales vestimentas locales... 
Todos forman parte de Mumbai.

Serenatas de bocinas, griteríos y llamadas a oración, aromas a cúrcuma, jengibre y cardamomo, hordas de personas, motos y tuk tuks, estallidos de colores, olores y sonidos...
No cabe duda, estás formando parte de Mumbai. 





A las 7,30 aterrizábamos en el aeropuerto Internacional Chhatrapati Shivaji, en Mumbai. Afortunadamente no hay demasiada gente a esas horas y pasamos los controles en unos pocos minutos para dirigirnos a la zona de recogida de equipajes. Mientras esperamos a que las cintas transportadoras nos devuelvan las mochilas, bromeamos con la posibilidad de que nadie nos espere a la salida. 
Es algo que hasta ahora nunca nos ha sucedido pero que siempre sospechamos que algún día pasará. Organizar los viajes con gente que no conoces y de las que sólo tienes referencias supone un riesgo añadido pero confíamos en que tampoco nos fallen en esta ocasión.
Cuando salimos al exterior no tardamos en ver nuestro contacto. 
Esta vez tampoco han fallado.

Nos presentamos y cargamos nuestros equipajes en la furgoneta para dirigirnos a nuestro hotel en Mumbai, el Elphinstone Annexe Hotel. Este hotel lo hemos elegido nosotros tras comprobar que los precios de los alojamientos en Mumbai son bastante superiores a las del resto del país.
Está bastante bien situado muy cerca del mercado Crawford aunque la zona y el edificio donde se encuentra no es demasiado atractivo. 
Cuando vemos el cartel que anuncia el hotel en la fachada de un edificio que parece en ruinas nos tememos que no hemos hecho una elección demasiado acertada pero al ascender por las escaleras que nos llevan al primer piso donde se encuentra la recepción del hotel, parece que hemos sufrido un salto en el espacio y en el tiempo. Para satisfacción de todos, nos sorprenden unas modernas y limpias instalaciones .

 

Iniciamos los trámites de entrada y nos comunican que nos han cargado en la cuenta la noche pasada a pesar de que no hemos llegado a tiempo ya que no la cancelamos. Nos hacen una fotografía a todos los componentes del grupo y nos piden todos los pasaportes a la vez que nos invitan a pasar a la zona donde nos servirán el desayuno.
Son las 9,20 y quedamos con nuestro conductor a las 10 para comenzar el tour que teníamos programado empezar a las 8.
El ritmo de vida que se respira ahí fuera, en el exterior, parece trepidante pero los trámites y la preparación de las comidas nada tiene que ver con esos endiablados ritmos. Todo parece ralentizarse hasta límites desesperantes cuando más prisa tienes.  Esto es Mumbai.

Finalmente no saldremos a las 10 sino a la 11 pero es difícil cabrearte con el responsable del retraso cuando te mira a los ojos con una enorme y sincera sonrisa en su rostro. Aunque su lentitud es desesperante, su amabilidad y simpatía acaba por conquistarte.
Cuando bajamos a la furgoneta nos sorprende que nuestra guía para recorrer durante todo el día la ciudad, habla un castellano bastante fluído. Habíamos negociado un guía en inglés pero Chitra (perdón por no escribirlo bien) nos da la bienvenida con un perfecto " buenos días".
Sin apenas haber dormido durante las últimas 24 horas y tras un largo viaje, estábamos dispuestos a adentrarnos en la vorágine que representa la vida cotidiana en Mumbai.
Nos espera un agotador pero fascinante día en una de las ciudades más pobladas y plurales del mundo.
¿ Quién dijo miedo?... 



 

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2 comentarios:

Tawaki dijo...

Creo que esos mismos calificativos del principio pueden ser aplicados a otras partes de la India, un pais inmenso e inabarcable, fascinante y desesperante a partes iguales.

aitor dijo...

Es cierto,todos esos adjetivos se podrían hacer extensibles a la mayoría de las grandes y medianas urbes indias, Tawaki.