El único inconveniente es que sólo disponíamos de un baño para 5 personas pero después de tantos días durmiendo en sitios muy básicos, aquello no suponía ningún problema.
Teníamos que dejar el equipaje preparado ya que debíamos abandonar el apartamento a las 12 y no íbamos a estar allí ya que íbamos a pasar el día al Humedal de Mabamba. Siguiendo las instrucciones dadas en recepción, debíamos dejar todo recogido por si alquilaban el apartamento. En ese caso, se llevarían nuestros equipajes a recepción para dejar todo libre a los siguientes inquilinos.
Una vez todos preparados, bajamos a recepción, entregamos las llaves y quedamos en volver a la tarde para darnos una última ducha antes de tomar nuestro vuelo de vuelta.
Estábamos aproximadamente a una hora del humedal, al que llegamos por una pésima pista que según nuestro conductor era un atajo que el conocía.
Cuando finalmente llegamos a nuestro destino, pasamos a una pequeña oficina donde negociamos la entrada al humedal y un paseo en canoa de aproximadamente dos horas.
Pagamos 250000 chelines, unos 62€ por los 4 y nos dirigimos al embarcadero para montar en una pequeña embarcación.
Se dice que la mejor hora para ver al picozapato es al amanecer y nosotros habíamos llegado casi al mediodía así que no las teníamos todas con nosotros. Además el sol empezaba a apretar....
Humedal de Mabamba
Este humedal ubicado a unos 40 kms de la ciudad de Entebbe, al noroeste del Lago Victoria, fue declarado humedal de importancia internacional por el Tratado Ramsar, en 2006.
Con una extensión que se extiende a través de una bahía larga y estrecha de más de 24 km², comprende distintos hábitats como aguas abiertas, marismas, pantano de papiro, y pantano de Miscanthus.
Alberga gran cantidad de aves, alrededor de 300 especies diferentes, algunas de ellas gravemente amenazadas a nivel mundial. Pero podemos decir que la responsable del gran número de visitantes que recibe el humedal, provenientes de todos los puntos del planeta, es el Picozapato.
Los recorridos en canoa por el humedal, son una experiencia muy gratificante para todos los amantes de la Naturaleza en general y de los aficionados a la ornitología, especialmente.
Si quieres ver el picozapato, se dice que Mabamba es el mejor lugar de Uganda para hacerlo y posiblemente de todo Africa. O lo que es lo mismo, de todo el mundo.
Pero como suele suceder en tantas ocasiones, los intereses de los humanos y los animales chocan frontalmente amenazando el futuro de estos últimos. Y es que los peces pulmonados, la presa favorita del picozapato, son también muy codiciados por los pescadores locales.
La historia revela que los humanos son muy dados a crear leyendas y mitos así que no tardaron en ver a los picozapatos como malos presagios que anunciaban una mala jornada de pesca. Evidentemente, competían por la misma presa.
La reacción de los pescadores fue la de eliminar a los malos espíritus, lo que provocó la casi extinción del picozapato.
Afortunadamente, más tarde la gente local descubrió que los picozapatos eran una fuente de ingresos sumamente importante que aportaban unos ingresos económicos considerables ya que gente de todo el mundo se acercaba hasta allí para ver esta extraña ave.
Fueron muchos los pescadores que prestaron sus botes para el avistamiento del picozapato e incluso algunos se reconvirtieron en guías que llevaban a los visitantes a buscar la esquiva ave.
Se dice que alrededor de 12 picozapatos viven en Mabamba y aunque son numerosas las especies de aves que comparten hogar con él, son ellos los que se erigen como protagonistas indiscutibles del lugar.
Salimos por un canal entre papiros y otras plantas acuáticas mientras decenas de aves levantaban el vuelo a nuestro paso.
Fue un paseo realmente agradable en el que la riqueza ornitológica llegaba a ser abrumadora. Ibis, jacanas, patos, garzas de variadas especies y otras muchas aves nos abrían paso mientras nos adentrábamos en el humedal.
De pronto, a escasos metros ante nosotros, un precioso ejemplar de picozapato permanecía inmóvil a orillas del cañaveral.
Esta vez lo estábamos viendo a placer, ante la indiferencia total del extraño pájaro.
Durante minutos permanecimos sacando fotos y videos del pajarito aunque éste una vez más, no se mostraba nada activo.
Pero estaba claro que su inmovilidad se debía a su estrategia de caza porque de repente, sorprendiéndonos a todos, su cabeza se disparó como un resorte en décimas de segundo atrapando un hermoso pez que engulló no sin trabajo, delante de nuestros asombrados ojos.
Tras tragarse el pez, bebió un poco de agua y avanzó unos metros buscando un nuevo sitio de caza.
Nuestros guías se adentraron por estrechos canales hasta que descubrieron otro ejemplar. Otra vez se sucedieron fotos y videos al pajarillo que se mostraba tranquilo e indiferente a nuestra presencia.
Era hora de iniciar el regreso pero aún tuvimos ocasión de ver varios ejemplares sobrevolando el humedal.
No nos podíamos quejar de nuestra experiencia con el picozapato. Entre ayer y hoy, lo habíamos visto de lejos, de cerca, en la copa de un árbol y volando sobre nuestras cabezas.
Cuando llegamos al embarcadero todavía era pronto así que preguntamos si había algo cerca para visitar. Uno de los guías nos acompañó hasta una zona donde estaban construyendo un hotel a orillas de un lago. Realmente no había mucho que ver allí pero dimos un pequeño paseo a orillas del lago antes de volver al coche para regresar a Entebbe.
Llegamos a Entebbe a la hora de comer. Buscamos un sitio para comer a orillas del Lago Victoria en una zona muy tranquila que vimos ayer.
Nos acercamos primero a la Pizzerçia Goretti pero no admitían pago con tarjeta y no nos quedaban ya chelines ugandeses. Nos dijeron que aceptaban el pago en dólares pero el cambio que aplicaban era pésimo por lo que decidimos buscar otro lugar.
Muy cerca de allí, en el Palm Beach, podíamos pagar con tarjeta y su terraza era verdaderamente acogedora y tranquila.
Unas hamburguesas, pizzas y por supuesto un plato local para nuestro conductor, fueron los últimos platos que degustamos en el país. Apenas teníamos hambre y se trataba de engañar un poco al estómago antes de nuestra partida. Cuando vi el plato de Charis, no pensé que podría acabarlo pero una vez más, me equivoqué. Cómo come el angelito!!!
Tras la comida, nos quedamos un buen rato disfrutando del lugar, dejando pasar el tiempo mientras contemplábamos absortos las aguas del Lago Victoria mientras coloridos lagartos tomaban el sol junto a nosotros y los pescadores lanzaban sus redes sin tregua, tratando de capturar algún pez distraído.
Algunos Martines Pescadores permanecían inmóviles en las ramas, atentos por si algún despistado pececillo pasaba por la zona.
No quedaba tiempo para mucho más. Volvimos al hotel y nos dimos la última ducha antes de volver a montar en nuestro entrañable compañero de viaje y su fiel conductor, Charis.
Fuimos con tiempo al aeropuerto porque con el tema del covid y el brote de ébola que había surgido en el país hace unos días, no sabíamos lo que nos podíamos encontrar.
Cuando llegamos al aeropuerto nos temimos lo peor. Unos carteles advertían de un fuerte control sanitario debido al brote de ébola. Una larga cola aguardaba para pasar dichos controles.
Cuando nos llegó el turno, nos pidieron los pasaportes, la vacunación covid y los billetes.
Esos eran los fuertes controles sanitarios...
Queda claro que el ébola no tardará en llegar al mundo occidental. En aquel avión iba gente a muchos países europeos y durante mucho tiempo compartimos espacio en el aeropuerto. Si hubiera habido infectados en el avión o incluso en el aeropuerto, cuántos hubieran resultado contagiados?
Pero en fin, no creo que haya una solución sencilla para tratar de prevenir estas situaciones....
Nuestro vuelo estaba a punto de salir. Una pequeña escala en Amsterdam y mañana estaremos de vuelta en casa.
Ruta de la jornada:
Video de la jornada:
Capítulo anterior: Picozapato en Ziwa.
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