Desde que a principios de los 80 hice mi primera incursión por los escarpados picos de la cordillera pirenaica, debo reconocer que quedé prendado de sus maravillosos paisajes.
Desde entonces, han sido varias mis visitas por la zona, tanto en la zona navarra, como en la aragonesa, en la catalana, en la francesa y la andorrana. Nunca me defraudaron.....
Si bien el blanco manto de la nieve le añade un encanto innegable, siempre he preferido explorar este territorio en la florida estación primaveral. Los contrastes que ofrecen sus rocosas paredes grisaceas, sus verdes prados y las flores multicolor que salpican el paisaje como si de un cuadro de acuarelas se tratara , le aportan a mi gusto, un atractivo sin igual.
Seguramente por eso, la mayoría de mis viajes tuvieron lugar en dicha estación. La última, durante este mes de Junio, tenía como principal objetivo avistar alguno de los numerosos ejemplares de quebrantahuesos que sobrevuelan la parte central del macizo pirenaico, a la vez que disfrutábamos del paisaje sin renunciar a descubrir la rica aunque escurridiza fauna que puebla sus rincones.