27 agosto 2010

Elefantes del Tsavo.KENYA


A medida que nos acercábamos al parque del Tsavo, las míticas leyendas de los leones devoradores de hombres alimentadas a su vez por las advertencias de nuestro guía que aconsejaba un cambio de campamento debido a su temor por dichos felinos, creaban en nosotros una extraña mezcla de curiosidad y preocupación.
No sabíamos si su interés por cambiar el campamento previsto por otro , a su juicio más seguro, obedecía a intereses personales o verdaderamente los descendientes de los famosos leones del Tsavo le causaban auténtico pavor. De cualquier forma, como él insistía en repetirnos, no estábamos en temporada alta de turismo y seguramente como venía sucediendo hasta ahora, estaríamos sólos en el campamento; sólos, sin guardas armados y por supuesto, desarmados. Así que considerando todas estas circustancias añadidas a nuestro desconocimiento de los riesgos reales en la zona, accedimos a los deseos de Edward, nuestro guía. Más aún si cabe, cuando nos aseguró que de lo contrario, él dormiría en el interior de la furgoneta.
El campamento Ndololo fue el elegido. Realmente el campamento estaba bastante mejor que los últimos en los que habíamos estado. Las instalaciones donde se encontraban los baños y las duchas estaban bien cuidadas y limpias, había personal trabajando en su mantenimiento y hasta había un coqueto “restaurante” donde disfrutar de unas deliciosas cervezas frías a la luz de unos candiles de alcohol. 
Estábamos salvados!!! O al menos eso pensábamos……..
El cercano “bar” se hallaba a no más de 200m de nuestra tienda y una vez finalizada la cena, comentamos a Edward y a Jerome que nos íbamos a tomar unas cervezas. 
La cara de Edward fue reveladora; nos recordó llevar las linternas focales y no volver sólos, bajo ningún concepto. Deberíamos exigir a los empleados, acompañarnos hasta nuestra tienda. 
En ese momento fuimos plenamente conscientes de que el miedo o extremado respeto que nuestro guía sentía por este lugar era muy real.
Resulta difícil explicar tras más de una semana de safari en campamentos sin apenas infraestructura, la espléndida sensación que supone acercarte a una “barra” y que te sirvan una cerveza recién sacada de la nevera. Por supuesto éramos los únicos clientes, algo que aumentaba la sensación de soledad y silencio en aquel envidiable entorno. 
Nos sentamos en una cómoda silla de lona mientras la luz de un candil sobre una refinada mesa de madera, nos iluminaba.
Y bebimos…..o mejor dicho, degustamos con el mayor placer del mundo unas inigualables cervezas frías.
Era nuestro último día de safari y no lo podíamos haber celebrado de mejor manera.
Nuestra sorpresa llegó cuando al despedirnos dispuestos a ir a dormir, un empleado se apresuró a acompañarnos con una linterna. Realmente parece que esto va en serio; en ningún campamento nos había pasado nada parecido.
Durante el corto recorrido, lejanos y diminutos ojos devolvían reflejada la luz de nuestras linternas mientras ruidos de toda índole nos rodeaban a nuestro paso. 
Fueron dos minutos intensos….aunque muchísimo más intensa sería la noche.
En efecto esta noche no la recordaríamos, como pensábamos, por el sublime momento de la cerveza fría sino por ser la más escalofriante de todas las que hemos pasado en el continente africano.
No sé cuánto tiempo llevaría dormido cuando un estridente sonido pareció atravesarme los tímpanos. 
No, esta vez no era un león ni las alborotadoras hienas, esta vez era algo mucho más grande, mucho más cercano y para colmo, parecía estar muy enfadado.
Eran ELEFANTES!!
No sabíamos a ciencia cierta lo que pasaba ahí fuera pero quedaba claro que algún grupo de elefantes estaba en pie de guerra. 
Sin valor para movernos, viendo pasar las sombras al galope rozando nuestras tiendas mientras el suelo se estremecía a su paso y nuestro riego sanguíneo se paralizaba congelado ante los espeluznantes y amenazadores gritos de los paquidermos, pasamos interminables minutos de incertidumbre y terror ante la evidente amenaza de ser arrollados en cualquier momento por alguno de estos enormes animales.
Difícilmente olvidaremos aquellos tensos momentos en los que permanecimos sentados en el interior de la tienda en los que nuestro único objetivo era no producir ningún tipo de ruido que pudiera molestar a nuestros enfadados invitados. A la mañana siguiente y tras examinar con sumo cuidado que no había “moros en la costa”, salimos de nuestro escondite para compartir la experiencia con Edward y Jerome
Nuestro guía confirmó que habíamos actúado correctamente pero que incluso él estuvo tentado de salir en más de una ocasión para refugiarse en el vehículo. Si algo lo contuvo, fue la certeza de que no hubiera llegado hasta él a tiempo.
Aunque el instinto parecía indicar que lo mejor era salir de allí inmediatamente, acertamos permaneciendo quietos y en total silencio y oscuridad.Afortunadamente tuvimos la suficiente sangre fría como para no dejarnos llevar por el pánico.
Después de todo esto no es extraño que para nosotros el Tsavo quede siempre recordado , más que por sus míticos leones, por sus belicosos elefantes.

No en vano, este parque alberga la mayor población de paquidermos de Kenya rondando los 10.000 ejemplares.
Durante las terribles sequías de los  años 70, miles de elefantes perecieron provocando la proliferación del comercio ilegal de marfil que era recolectado de los abundantes cadáveres.
Lo peor fue que una vez creado ese comercio y tras cesar las implacables sequías, surgió la caza furtiva para la obtención del marfil.
No es extraño escuchar que los elefantes más viejos aún recuerdan esos tiempos de matanzas y su recelo ante el ser humano provoca un comportamiento mucho más hostil que en otros parques kenyatas.






Durante nuestros safaris, no tardamos en comprobar que eran los auténticos protagonistas del Tsavo llamándonos poderosamente la atención la talla de sus colmillos, su curioso color rojo y su imponente tamaño además claro, de su abundancia.
Había elefantes por todos lados y pronto descubrimos el motivo de su misterioso color rojo cuando nos topamos con una pequeña familia bebiendo en un pozo junto a la pista. 
Sus trompas expulsaban sobre sus cuerpos abundante agua teñida con el intenso color rojizo de estas tierras a la vez que remataban el baño con puñados de la misma tierra que hacía las veces de una poderosa e intensa tinta roja.
Cientos de elefantes en pequeños o grandes grupos y en ocasiones machos solitarios, se sucedieron ante nuestro ojos en el transcurso de los safaris que hicimos en este célebre parque curiosamente famoso por sus terribles leones pero que siempre recordaremos por sus “peculiares” elefantes.
A pesar del inquietante nombre de este parque traducido de la lengua masai (lugar de matanzas) y de los inquietantes momentos ya relatados, conseguimos abandonar el Tsavo sanos y salvos.
Y por qué no, también recordaremos esas cervezas frías a la luz de un candil como un momento glorioso de nuestro viaje.


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