06 diciembre 2015

Snorkel, playas rosas y vampiros.




Hoy hemos pasado nuestra primera noche a bordo del barco.
El viento que ha corrido durante la noche nos ha obligado a cubrirnos con una delgada manta que subimos, por si acaso, de uno de los camarotes pero se puede decir que en términos generales la temperatura ha sido bastante agradable.
Resulta muy reconfortante despertarse con los primeros rayos del sol mientras las olas te mecen delicadamente y los gritos de los charranes anuncian el comienzo de un nuevo día.
El olor del desayuno recién hecho tiene el mágico poder de conseguir que todos nos levantáramos dispuestos a comenzar una nueva jornada en aquel maravilloso paraíso en el que nos encontrábamos.
El día comenzará con la ascensión a un pequeño alto desde donde Vinsen nos asegura que hay unas excelentes vistas. Los desniveles que salvamos no son grandes pero la subidas son bastante verticales y los caminos pedregosos obligan a llevar un calzado adecuado.






Para llegar a la playa debemos saltar al agua por lo que la tripulación nos lanza desde el barco las zapatillas y debemos extremar las precauciones para que nuestras cámaras no se mojen. A pesar de que el sol aún no calienta, nos cuesta otra buena sudada lograr llegar hasta la cima. 

Un pequeño ciervo que sale espantado al descubrirnos, me da un buen susto al aparecer de pronto y por sorpresa.





Nos encontramos en un alto de la isla de Padar y una vez más, las vistas cortan la respiración. Los agudos gritos de las águilas pescadoras que sobrevuelan la zona, son los únicos sonidos que nos acompañan.







El tiempo va pasando y a pesar de que aún es temprano, el sol comienza a calentar. 
Es hora de bajar hasta la playa, pillar el equipo de snorkel y comenzar a explorar estos fondos marinos.
Nos cuesta un rato encontrar la zona de corales donde se concentran los abundantes especies de peces pero una vez descubierta, el tiempo vuela sin darnos cuenta. 
Corales de todas formas y colores imaginables, numerosas especies de peces y una pequeña raya que descubro semienterrada, nos retienen absortos durante mucho tiempo hasta que el capitán nos invita a subir a bordo para dirigirnos a nuestro próximo destino.

La ruta de hoy será: Padar-Pink Beach-Kalong.







Mientras nos secamos al sol con una impagable cerveza fría en la mano, tomamos rumbo a Pink Beach abriéndonos paso a través de un mar más abierto donde azota el viento y las olas se dejan sentir con más fuerza.
Al llegar a Pink Beach y con objeto de preservar los corales y no dañarlos, debemos amarrar el barco a un ancla fija ubicada en el exterior de la playa. Desde allí, un pequeño barco nos acerca hasta la orilla a la vez que nos advierte de que tengamos cuidado porque hay bastante corriente en esta zona.
Comenzamos el snorkel con cuidado ya que comprobamos que efectivamente hay bastante corriente pero ésta discurre en paraleo a la playa por lo que tomamos la decisión de sumergirnos en la parte izquierda de la playa y dejarnos llevar por la corriente hacia la zona derecha.
Una vez atravesada la playa en paralelo a la línea de costa, salíamos a la arena para descansar un poco y comenzar nuevamente.
La zona nos vuelve a deslumbrar y vemos otra vez cantidad de especies nuevas aunque el momento álgido surge cuando descubrimos tres preciosas tortugas a las que perseguimos durante un buen rato.
Pero como no sólo de buceo vive el viajero, aprovechamos la ocasión para tumbarnos un rato en la arena y gozar de la tranquilidad y silencio que domina esta pequeña playa de tonos rosados. La erosión de un coral de vivo color rojo que abunda en la zona, es el responsable del color de una arena que dependiendo de cómo incida la luz del sol sobre ella, muestra un curioso y peculiar color rosáceo.






Una vez recuperados del esfuerzo realizado, volvemos al barco para cambiar nuestro equipo de buceo por el traje de paseo, es decir, dejamos gafas,tubo y aletas para coger camiseta, zapatillas y cámara fotográfica.
Una vez más comenzamos una corta pero exigente subida hasta la cota más alta de la zona donde nos encontramos para admirar el bello entorno que nos rodea. En unos minutos hemos vuelto a pasar de los fondos marinos a las colinas más altas de la isla y ambos paisajes resultan fascinantes.








Por hoy hemos acabado nuestras visitas pero aún viviremos en directo, un espectáculo que todos aguardamos con impaciencia.
Anclaremos junto a una diminuta isla casi pegada a la de Komodo, con el propósito de esperar a que unos enormes murciélagos frugívoros, despierten de sus sueños y alcen su vuelo infestando el cielo con sus inquietantes siluetas. La isla de Kalong es su refugio y como sucede todos los días, con los últimos rayos de luz iniciarán su largo viaje en busca de alimento. 
Estos enormes murciélagos conocidos como zorros voladores (Pteropus vampyrus) se alimentan exclusivamente de frutas y pueden superar el metro y medio de envergadura.






Numerosos barquitos de pescadores se dirigían hacia nuestro barco ante nuestra inicial sorpresa pero no tardamos en comprobar el motivo de su interés. Conocedores de que éste es un punto habitual donde se congregan multitud de turistas a la misma hora, se acercan hasta sus barcos para intentar venderles todo tipo de artículos de artesanía.





Mientras tanto, los murciélagos se resistían a abandonar el confortable y seguro manglar donde descansaban colgados de sus ramas. De pronto, algún ejemplar comenzó a revolotear, luego le siguieron unos cuantos más y por fin, cientos de ejemplares se añadieron al grupo. Finalmente y ya casi en total oscuridad, miles de zorros voladores surcaron el cielo siguiendo infinidad de rumbos diferentes.
El reloj marcaba las 6,10 de la tarde, la hora perfecta para reunirnos todos en cubierta, abrir unas cervezas y degustarlas con la parsimonia propia de quien está disfrutando de un momento inolvidable, más bien, de otro momento inolvidable.







Una agradable cena, en medio de un mar prácticamente en calma total, puso fin a otra brillante jornada.
Vincen se unió al grupo para entablar animada charla sobre él y su familia así como curiosas tradiciones de la zona donde nos encontrábamos.
No eran las diez de la noche pero no sé si debido al cansancio, a las cervezas o al dulce mecer de las olas, el sueño nos invadía sin compasión.
Y sin presentar demasiada resistencia, nos entregamos a él sin condiciones.....


Capítulo anterior: Snorkel en Kelor y dragones en Rinca
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2 comentarios:

Tawaki dijo...

No sabía que hubiese murciélagos tan grandes. Es un viaje con el que soñar y soñar...

aitor dijo...

Sí que son grandes estos murciélagos Tawaki, y ver tantos juntos volando, impresionan de verdad.