06 abril 2016

Embalse de Valdemurio, Teverga y Proaza. Asturias


Con motivo de las recientes fechas festivas de semana santa y aprovechando que mi calendario laboral me permitía disfrutar en compañía de mis amistades de unos días de asueto, decidimos acercarnos hasta tierras asturianas para descubrir una zona aún desconocida para mí.
No voy a descubrir ahora las excelencias naturales y paisajísticas de una tierra que me cautivó desde la primera vez que la visité pero tengo que reconocer que cada vez que me acerco hasta allí, no deja de sorprenderme. 


En esta ocasión me he desplazado hasta el concejo de Santo Adriano para explorar durante cuatro días alguno de sus más bellos rincones y cómo no, disfrutar de su excelente gastronomía.
Parece increible que a tan solo veinte minutos de una ciudad como Oviedo, podamos encontrar tal remanso de paz donde la exuberante naturaleza se adueña por completo del entorno. 

Desde Oviedo deberemos tomar la autovía A-63 hasta Trubia, desde donde una carretera bastante aceptable nos sumerge de lleno entre imponentes rocas calizas tapizadas por variados bosques de  castaños, avellanos, fresnos, robles, alisos, sauces y del típico xardón, una encina autóctona de la zona en la que nos encontramos.


Un poco más adelante de Villanueva, capital del concejo, se encontraba el alojamiento elegido para pasar los próximos días. 

El Sabil es una especie de alojamiento rural que dispone de habitaciones dobles, triples o cuádruples a un precio bastante asequible. Habíamos reservado con bastante antelación dos habitaciones dobles por 44 € cada una, con desayuno incluido. Una buena opción que te ofrece amplias y limpias habitaciones con baño, televisión, calefacción y dependiendo de la orientación, buenas vistas del valle.

vistas desde la habitación

Muy cerca de allí se encuentra el inicio de la Ruta de las Xanas y el pueblo de Tuñón desde donde se puede comenzar la Senda del Oso. 
Además del sobrecogedor paisaje que nos envuelve y las innumerables rutas senderistas que ofrece, no debemos despreciar la posibilidad de visitar sus preciosos pueblos de marcado corte rural donde el tiempo parece haberse detenido hace muchos años. Sus cuidadas casas y los típicos hórreos que salpican todas las localidades, confieren a éstas una personalidad y atractivo a la que resulta difícil resistirse. Su rica y variada gastronomía puede convertirse en el mejor colofón tras una ajetreada jornada montañera.



Durante nuestra primera jornada y tras llegar desde Bilbao en apenas tres horas, nos tomamos el día con tranquilidad limitándonos a dar una pequeña vuelta por los alrededores del embalse de Valdemurio.  
El Embalse de Valdemurio fue inaugurado en el año 1965 con objeto de almacenar todo el agua recogida a lo largo de este precioso valle en la parte más baja del concejo de Quirós.
También llamado Embalse de Quirós, se encuentra enclavado en pleno Parque Natural Las Ubiñas-La Mesa.
Dejamos el coche en una especie de área recreativa que contaba con asadores y mesas y donde también cabía la posibilidad de alquilar bicicletas y canoas para admirar el embalse desde todos los ángulos posibles.
En el momento de nuestra visita, los auténticos protagonistas del lugar eran los numerosos pescadores que se arremolinaban en sus orillas tratando de capturar alguna de las sabrosas truchas que pueblan sus aguas aunque para ello debían competir duramente con los ejemplares de nutria que según nos comentaron, también buscan su sustento en esta parte del embalse.



Nosotros atravesamos un puente de madera para adentrarnos en el sector de la senda del oso que recorre esta zona y en la que los petirrojos, pinzones, carboneros, herrerillos y otros muchos pajarillos ponían un agradable música de fondo a los serenos reflejos que nos ofrecían las mansas aguas del embalse.
Un pequeño paseo a pie de algo más de dos horas significó nuestra primera toma de contacto con este maravilloso entorno.





 











Tras el paseo, salimos a la carretera para volver a nuestro coche pero no sin antes hacer una paradita en el restaurante El Pantano para refrescarnos e hidratarnos a base de la omnipresente y deliciosa sidra asturiana.
De ahí nos desplazamos a la cercana localidad de Proaza donde tras un breve paseo por sus callejuelas, nos dispusimos a reponer las energías perdidas. En estas fechas el pueblo se encontraba lleno de gente y no resultó sencillo encontrar un sitio para comer. Unas fabes y una parrillada de carne asada, nos sirvieron para recordar que las raciones en Asturies son exageradas.




 
















Con el estómago lleno a rebosar decidimos que era el mejor momento para dejar nuestros equipajes en el hotel y tumbarnos un rato para tratar de digerir la copiosa comida.
El breve descanso nos sirvió para retomar energías y dedicar las últimas luces del día para visitar Villanueva de Santo Adriano y más tarde acercarnos hasta La Plaza donde se encuentra la Colegiata de San Pedro de Teverga que da cobijo a las famosas momias de Teverga. Los dos cuerpos momificados corresponden a Pedro Analso de Miranda, antiguo abad de la colegiata y a su padre, el marqués de Valdecarzana. Desgraciadamente, a nuestra llegada se encontraba cerrado así que dejeremos la visita para otra ocasión.



Sin apenas darnos cuenta, el día tocaba a su fin y aunque no teníamos hambre, optamos por acercarnos hasta un local, La Chabola, que nos habían recomendado en nuestro alojamiento, antes de regresar a nuestros aposentos.
Se trata de un acogedor local donde es típico degustar sus platos a base de jabalí, venado, cabrito, setas del tiempo, etc

Es una pena pero en esta ocasión nuestro apetito brillaba por su ausencia y no fuimos capaces de catar semejantes delicias. Aún así, no perdimos la ocasión de probar unos curiosos artilugios eléctricos que servían para escanciar la sidra, a la vez que entablamos animada charla con el chico que nos atendió.


Y así, mientras nos explicaba alguna de las rutas que a él más le gustaban y vaciábamos botellas de sidra, no tuvimos otro remedio que pedir algo para picar para evitar que los efectos del alcohol nos afectaran más de la cuenta.
Una ensalada, unas ricas croquetas caseras y una variada tabla de quesos, sirvieron para probar algunas de las delicias de esta tierra.
El día no daba para más....nos despedimos de los amables chicos que nos sirvieron y aconsejaron sobre las próximas rutas a realizar y nos fuimos a dormir.
Mañana haremos la senda del oso en bicicleta. 



2 comentarios:

Tawaki dijo...

Es que Asturias juega en otra liga. Tengo amigos allí, y conozco bien esta zona por haberla visitado muchas veces, pero aún así, siempre quiero repetir.

aitor dijo...

Para mi gusto es el paisaje más variado y espectacular de toda España.