Hoy, siguiendo los consejos de la gente local, nos dirigimos al puerto de S.Lorenzo para intentar hacer la Ruta Vaqueira, un sencillo recorrido de unos 8 kilómetros que atraviesa varias brañas con sus respectivos teitos.
Las brañas son zonas de pastizal ubicadas en la montaña donde los vaqueiros (pastores de ganado vacuno), suben el ganado por primavera. El estrecho vínculo existente entre la transhumancia y estos espacios, exigía mantenerlos en buen estado para la subsistencia de estas ancestrales prácticas.
Es frecuente encontrar en las brañas, pequeñas construcciones de piedra cubiertas con material vegetal que hace las veces de tejado y servían de refugio a pastores y ganado. Si bien en un principio la palabra teito hacía referencia a esta cobertura vegetal, con el tiempo ha ido ganando fuerza la costumbre de llamar teito a este tipo de construcciones.
Nos encontramos en el Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Las Ubiñas – La Mesa y tengo que decir que a pesar de que nos habían asegurado que era una ruta bien señalizada y sencilla de realizar, lo que realmente nos encontramos fue una ruta mal señalizada y con algunos inconvenientes inesperados que finalmente impidieron que pudiéramos finalizarla. Por todo ello yo recomendaría llevar un track de la ruta, sobre todo si hay nieve y los caminos desaparecen del campo visual. Es más, en el caso de que exista mucha nieve no es una ruta a realizar si no vas bien equipado con raquetas y crampones.
Al llegar al kilómetro 9 del puerto, hay un pequeño espacio donde se puede dejar el coche. En caso de estar ocupado, se puede entrar a la braña de Tuiza y dejarlo allí.
Una ancha y cómoda pista abre camino hasta llegar a la braña de El Tronco con un bonito teito al borde del camino. Siguiendo la ascensión se llega a una bifurcación en la que no existe ninguna indicación. Nosotros tomamos la de la derecha, lo que impidió que viéramos la braña de El Rebelión que se encuentra siguiendo el ramal izquierdo.
A esas alturas, el camino ya se encontraba con bastante nieve y nuestro paso se ralentizó un poco. Allí donde el sol no llegaba, la nieve era puro hielo y en las zonas de solana, la nieve estaba tan blanda que nos hundíamos hasta la rodilla. Comenzábamos a ser conscientes de que no habíamos elegido la mejor ruta para esta jornada. Había mucha más nieve de lo que esperábamos.
A duras penas llegamos hasta lo alto de la braña de Llamaraxil donde nos encontramos con otra bifurcación que esta vez sí, estaba señalizada. El camino de la izquierda se dirigía a dicha braña mientras que el de la derecha nos lleva al puerto de S. Lorenzo.
Tomamos rumbo al puerto ya que debíamos llegar hasta allí para volver a nuestro coche a través de la carretera pero de nuevo la nieve cubría la pista y dificultó bastante la ruta.
Un grupo de asustados corzos irrumpió de súbito en nuestro camino desapareciendo tan rápido como aparecieron. No sé quien se asustó más con el encuentro, si ellos o nosotros.
Un poco más adelante llegamos al collado de La Degollada donde la nieve lo cubría todo. Era totalmente imposible adivinar el camino a seguir para llegar al puerto aunque no era difícil adivinar el sentido que debíamos tomar ya que, a lo lejos, podíamos ver el alto de S.Lorenzo. El problema era que debíamos vadear una ladera donde la nieve se encontraba helada y el riesgo de patinar ladera abajo suponía un peligro demasiado patente. Intentamos ascender un poco con la intención de que la vegetación existente más arriba nos sirviera de ayuda y protección pero resultó una ardua tarea porque allí la nieve estaba más blanda y nos hundíamos hasta la cintura.
Finalmente decidimos regresar por donde habíamos llegado ya que consideramos que los riesgos de continuar una ruta por una zona totalmente desconocida para nosotros y que no se encontraba en las mejores condiciones por el estado de la nieve, implicaba asumir unos riesgos que no estábamos dispuestos a correr.
A veces un recorrido sencillo y sin ningún riesgo puede convertirse en un objetivo complicado por diversas causas y en esta ocasión lo pudimos comprobar de primera mano.
A pesar de todo, los paisajes que pudimos admirar a lo largo de los 8 kms de ruta y la paz que se respiraba en aquel entorno nevado mereció sin duda la pena.
Ya sólo quedaba bajar a Somiedo para reponer las energías gastadas con unas buenas fabes y unos tragos de sidra.
Tras una agradable comida en Somiedo, salimos rumbo al puerto de S.Lorenzo con el objeto de acercarnos esta tarde hasta Bermiego para hacer una visita al pueblo y a su famoso tejo milenario.
Para llegar hasta allí hay que dirigirse hasta la localidad de Barzana y antes de llegar hay que tomar un cruce a la izquierda perfectamente señalizado, que a través de una empinada y sinuosa carretera te conduce hasta Bermiego.
A la entrada del pueblo dejamos el coche y como no veíamos ninguna indicación, preguntamos a un paisano que trabajaba en una pequeña huerta junto a su casa, sobre la forma de llegar al tejo.
Debemos atravesar todo el pueblo y tengo que reconocer que el hecho de atravesar aquellas estrechas callejuelas entre viejos hórreos, casas semiderruidas y otras perfectamente restauradas, resultó tan interesante o incluso más, que la propia visita al tejo.
Sin duda alguna, Bermiego encierra en su seno la auténtica esencia de la Asturias rural, pudiéndose observar a sus habitantes calzando las típicas madreñas de madera desplazándose entre los abundantes hórreos que se remontan al siglo XVI. Una auténtica joya esta pequeña aldea ubicada a unos 700 metros de altitud, en la falda occidental de la Sierra del Áramo.
Desafortunadamente, no llegamos a tiempo de poder ver otro de los emblemas de este pueblo: el rebollo (roble) de Bermiego que cayó muerto en abril de 2014. Presidiendo la capilla de S.Antonio y testigo mudo de importantes y solemnes reuniones alrededor de su tronco, no ha podido resistir el paso del tiempo agravado por la acción humana.
Precisamente desde la capilla de S.Antonio tomamos el camino que tras atravesar el cementerio del pueblo nos lleva hasta un portón de madera cerrado con un rudo pasador de madera que da acceso al tejo milenario ubicado junto a la capilla de Sta. María, construída en el siglo XV. Una vez más, las espectaculares vistas al valle de Quirós, complementan perfectamente la visita a este mítico árbol.
También llamado Teixu líglesia, nos encontramos ante un tejo milenario que fue declarado monumento natural el 27 de Abril de 1995. Su copa mide 15 metros, tiene una altura de unos 10 metros y un tronco de unos 8 metros de perímetro. Se calcula que su edad ronda los 2000 años lo que le hace acreedor a ser considerado el árbol más antiguo de Europa.
Es habitual encontrar iglesias y cementerios alrededor de estos colosales árboles. No en vano, los tejos fueron venerados por los pueblos celtas y tenían un papel protagonista en muchos de sus rituales. Los druidas fabricaban bastones que consideraban mágicos y utilizaban su madera para sus prácticas adivinatorias.
Más tarde, con la llegada del cristianismo, era frecuente construir iglesias y cementerios junto a los tejos, siguiendo la antigua tradición celta.
También era frecuente realizar las reuniones vecinales (conceyos) a su alrededor cuando se trataban temas importantes.
Tampoco hay que olvidar que casi todas las partes de la planta son ricas en alcaloides tóxicos, alguno de los cuales puede producir la muerte en pocos minutos, razón por la cual en ocasiones era ingerido para suicidarse y evitar ser apresados por el enemigo.
En la actualidad, alguno de sus componentes es utilizado para el tratamiento de enfermedades tan significativas como el cáncer.
Más que un simple árbol, teníamos la sensación de dejar atrás un ser vivo mágico y transcendente con misteriosos poderes y gran relevancia en el transcurrir cotidiano de la vida del ser humano a lo largo de su historia.
Confiemos en que perdure por mucho tiempo.
Las brañas son zonas de pastizal ubicadas en la montaña donde los vaqueiros (pastores de ganado vacuno), suben el ganado por primavera. El estrecho vínculo existente entre la transhumancia y estos espacios, exigía mantenerlos en buen estado para la subsistencia de estas ancestrales prácticas.
Es frecuente encontrar en las brañas, pequeñas construcciones de piedra cubiertas con material vegetal que hace las veces de tejado y servían de refugio a pastores y ganado. Si bien en un principio la palabra teito hacía referencia a esta cobertura vegetal, con el tiempo ha ido ganando fuerza la costumbre de llamar teito a este tipo de construcciones.
Nos encontramos en el Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Las Ubiñas – La Mesa y tengo que decir que a pesar de que nos habían asegurado que era una ruta bien señalizada y sencilla de realizar, lo que realmente nos encontramos fue una ruta mal señalizada y con algunos inconvenientes inesperados que finalmente impidieron que pudiéramos finalizarla. Por todo ello yo recomendaría llevar un track de la ruta, sobre todo si hay nieve y los caminos desaparecen del campo visual. Es más, en el caso de que exista mucha nieve no es una ruta a realizar si no vas bien equipado con raquetas y crampones.
Al llegar al kilómetro 9 del puerto, hay un pequeño espacio donde se puede dejar el coche. En caso de estar ocupado, se puede entrar a la braña de Tuiza y dejarlo allí.
Una ancha y cómoda pista abre camino hasta llegar a la braña de El Tronco con un bonito teito al borde del camino. Siguiendo la ascensión se llega a una bifurcación en la que no existe ninguna indicación. Nosotros tomamos la de la derecha, lo que impidió que viéramos la braña de El Rebelión que se encuentra siguiendo el ramal izquierdo.
A esas alturas, el camino ya se encontraba con bastante nieve y nuestro paso se ralentizó un poco. Allí donde el sol no llegaba, la nieve era puro hielo y en las zonas de solana, la nieve estaba tan blanda que nos hundíamos hasta la rodilla. Comenzábamos a ser conscientes de que no habíamos elegido la mejor ruta para esta jornada. Había mucha más nieve de lo que esperábamos.
A duras penas llegamos hasta lo alto de la braña de Llamaraxil donde nos encontramos con otra bifurcación que esta vez sí, estaba señalizada. El camino de la izquierda se dirigía a dicha braña mientras que el de la derecha nos lleva al puerto de S. Lorenzo.
Tomamos rumbo al puerto ya que debíamos llegar hasta allí para volver a nuestro coche a través de la carretera pero de nuevo la nieve cubría la pista y dificultó bastante la ruta.
Un grupo de asustados corzos irrumpió de súbito en nuestro camino desapareciendo tan rápido como aparecieron. No sé quien se asustó más con el encuentro, si ellos o nosotros.
Un poco más adelante llegamos al collado de La Degollada donde la nieve lo cubría todo. Era totalmente imposible adivinar el camino a seguir para llegar al puerto aunque no era difícil adivinar el sentido que debíamos tomar ya que, a lo lejos, podíamos ver el alto de S.Lorenzo. El problema era que debíamos vadear una ladera donde la nieve se encontraba helada y el riesgo de patinar ladera abajo suponía un peligro demasiado patente. Intentamos ascender un poco con la intención de que la vegetación existente más arriba nos sirviera de ayuda y protección pero resultó una ardua tarea porque allí la nieve estaba más blanda y nos hundíamos hasta la cintura.
Finalmente decidimos regresar por donde habíamos llegado ya que consideramos que los riesgos de continuar una ruta por una zona totalmente desconocida para nosotros y que no se encontraba en las mejores condiciones por el estado de la nieve, implicaba asumir unos riesgos que no estábamos dispuestos a correr.
A veces un recorrido sencillo y sin ningún riesgo puede convertirse en un objetivo complicado por diversas causas y en esta ocasión lo pudimos comprobar de primera mano.
A pesar de todo, los paisajes que pudimos admirar a lo largo de los 8 kms de ruta y la paz que se respiraba en aquel entorno nevado mereció sin duda la pena.
Ya sólo quedaba bajar a Somiedo para reponer las energías gastadas con unas buenas fabes y unos tragos de sidra.
Tras una agradable comida en Somiedo, salimos rumbo al puerto de S.Lorenzo con el objeto de acercarnos esta tarde hasta Bermiego para hacer una visita al pueblo y a su famoso tejo milenario.
Para llegar hasta allí hay que dirigirse hasta la localidad de Barzana y antes de llegar hay que tomar un cruce a la izquierda perfectamente señalizado, que a través de una empinada y sinuosa carretera te conduce hasta Bermiego.
Somiedo |
A la entrada del pueblo dejamos el coche y como no veíamos ninguna indicación, preguntamos a un paisano que trabajaba en una pequeña huerta junto a su casa, sobre la forma de llegar al tejo.
Debemos atravesar todo el pueblo y tengo que reconocer que el hecho de atravesar aquellas estrechas callejuelas entre viejos hórreos, casas semiderruidas y otras perfectamente restauradas, resultó tan interesante o incluso más, que la propia visita al tejo.
Sin duda alguna, Bermiego encierra en su seno la auténtica esencia de la Asturias rural, pudiéndose observar a sus habitantes calzando las típicas madreñas de madera desplazándose entre los abundantes hórreos que se remontan al siglo XVI. Una auténtica joya esta pequeña aldea ubicada a unos 700 metros de altitud, en la falda occidental de la Sierra del Áramo.
Desafortunadamente, no llegamos a tiempo de poder ver otro de los emblemas de este pueblo: el rebollo (roble) de Bermiego que cayó muerto en abril de 2014. Presidiendo la capilla de S.Antonio y testigo mudo de importantes y solemnes reuniones alrededor de su tronco, no ha podido resistir el paso del tiempo agravado por la acción humana.
Precisamente desde la capilla de S.Antonio tomamos el camino que tras atravesar el cementerio del pueblo nos lleva hasta un portón de madera cerrado con un rudo pasador de madera que da acceso al tejo milenario ubicado junto a la capilla de Sta. María, construída en el siglo XV. Una vez más, las espectaculares vistas al valle de Quirós, complementan perfectamente la visita a este mítico árbol.
También llamado Teixu líglesia, nos encontramos ante un tejo milenario que fue declarado monumento natural el 27 de Abril de 1995. Su copa mide 15 metros, tiene una altura de unos 10 metros y un tronco de unos 8 metros de perímetro. Se calcula que su edad ronda los 2000 años lo que le hace acreedor a ser considerado el árbol más antiguo de Europa.
Es habitual encontrar iglesias y cementerios alrededor de estos colosales árboles. No en vano, los tejos fueron venerados por los pueblos celtas y tenían un papel protagonista en muchos de sus rituales. Los druidas fabricaban bastones que consideraban mágicos y utilizaban su madera para sus prácticas adivinatorias.
Más tarde, con la llegada del cristianismo, era frecuente construir iglesias y cementerios junto a los tejos, siguiendo la antigua tradición celta.
También era frecuente realizar las reuniones vecinales (conceyos) a su alrededor cuando se trataban temas importantes.
Tampoco hay que olvidar que casi todas las partes de la planta son ricas en alcaloides tóxicos, alguno de los cuales puede producir la muerte en pocos minutos, razón por la cual en ocasiones era ingerido para suicidarse y evitar ser apresados por el enemigo.
En la actualidad, alguno de sus componentes es utilizado para el tratamiento de enfermedades tan significativas como el cáncer.
Más que un simple árbol, teníamos la sensación de dejar atrás un ser vivo mágico y transcendente con misteriosos poderes y gran relevancia en el transcurrir cotidiano de la vida del ser humano a lo largo de su historia.
Confiemos en que perdure por mucho tiempo.
2 comentarios:
Asturias pura y dura, de la que me gusta a mí. Ese tejo lo he visto un par de veces y nunca me canso. La ruta la hice, pero debía ser en verano, porque no había nada de nieve. Una maravilla.
Habrá que volver en verano para completarla...
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