21 octubre 2020

Viajar en tiempos de covid-2. Galizia ( III ). Combarro y Muros


Llegó el día de despedirse de A Guarda definitivamente tras haber pasado cinco noches y sus correspondientes días recorriendo los alrededores. Era hora de seguir nuestro camino hacia el norte en busca de otros rincones desconocidos.
Mi idea era llegar hasta la ría de Muros, una zona poco conocida para mí, con la intención de buscar algún alojamiento cercano al mar donde pasar un par de días pero no resultó una tarea sencilla ya que todos los sitios donde preguntamos, nos dijeron que estaban completos. No me había dado cuenta de que era sábado y claro, los fines de semana se mueve más gente.
Finalmente encontramos una habitación en Muros, en un hotel a orillas del mar pero cuyas habitaciones daban a un callejón interior sin ningún encanto. No era lo que buscaba pero al menos estaba bien ubicado en el pueblo. Mañana ya buscaremos otro sitio...Abandonamos A Guarda con el objetivo de hacer una parada antes de llegar a nuestro destino final para volver a una localidad en la que estuvimos una semana, hace ya unos 25 años. El recuerdo que teníamos era el de un pequeño pueblito lleno de hórreos, tranquilo y con bares antiguos donde compartíamos comidas con los locales. Ibamos con la idea de que todo habría cambiado mucho y nada ya sería como la otra vez pero lo que encontramos superó nuestros vaticinios.
El pequeño y hogareño Combarro que conocimos, ya no existe. Sigue siendo un pueblo bonito a orillas del mar, con unos hórreos preciosos y unas callejuelas coquetas y muy bien cuidadas pero ha sido totalmente engullido por el turismo. Seguramente son cosas inevitables pero cuando has conocido el antes y el después, no puedes evitar un
profundo sentimiento de pena.
La zona del puerto está desconocida, grandes superficies para aparcamientos, restaurantes modernos y por supuesto, ni rastro del bar de pueblo donde todas las noches cenábamos con los locales los platos típicos de la zona. Ni siquiera fuimos capaces de encontrar el hotel donde pasamos una semana.
 


 
Pero bueno, que nadie se sienta desanimado por estas sensaciones ya que sin lugar a dudas, todo aquel que se acerque a Combarro por primera vez, disfrutará de sus hórreos, cruceiros y casas marineras, como lo hice yo la primera vez que pisé este precioso rincón gallego.
Pese a estar a menos de 10kms de Pontevedra, cuando yo conocí Combarro los turistas preferían acercarse a localidades más turísticas como Sanxenso, Portonovo o el Grove pero en la actualidad las cosas han cambiado y Combarro recibe a gran cantidad de turistas.
Los pequeños bares que bordean la ría han ganado superficie a ésta y ahora cuentan con grandes terrazas con impresionantes vistas al mar. Las tiendas de souvenirs y productos locales se suceden también en esta calle y la paralela. El empedrado de sus calles ha mejorado mucho y sus cuidados hórreos, cruceiros y casas mariñeiras, le siguen confiriendo un encanto muy especial. Sin duda y a pesar de todo, Combarro sigue siendo un rincón de visita obligada.
 


 


Nuestra visita se limitó a recordar las viejas callejuelas que visitábamos cada atardecer y la estrecha senda que discurre junto a la ría, hoy repleta de restaurantes y tiendas. Nos tomamos un vinito blanco sentados junto a aquella ría mientras veíamos el frenético ir y venir de visitantes, antes de abandonar el lugar y seguir nuestra ruta a la ría de Muros.
Nos quedaba todavía un buen trecho hasta nuestro destino así que preferimos avanzar en nuestra ruta antes de parar a comer, lo que haríamos cerca de Rianxo en Casa Isolina. Unos amigos habían comido allí hace una semana y nos recomendaron el lugar.
Una ensalada de verduras, frutas y embutidos, seguida de unas vieiras rellenas de langostinos fue suficiente para recuperar las fuerzas necesarias para continuar nuestra ruta. Todo muy rico.

 
Con el estómago lleno decidimos bajar hacia el sur recorriendo la ría de Arousa y atravesando las poblaciones de Boiro, Escarabote y Puebla de Caramiñal para posteriormente cruzar hasta la ría de Muros y subir hacia el norte pasando por Puerto Son, Portosín y Boa antes de cruzar la ría y dirigirnos a la costa norte de la misma para comenzar el tramo final de nuestra ruta.
La ruta elegida no fue la más corta pero nos permitió disfrutar de los paisajes y las playas semidesérticas que salpicaban el recorrido esporádicamente.
Llegamos a Muros al atardecer y nos instalamos en el único sitio que encontramos una habitación libre. Nos sorprendió que se encontrara al lado del mar pero cuando descubrimos que la entrada no estaba en esa calle sino en un estrecho callejón lateral, nos dimos cuenta de que no era precisamente un lugar con encanto pero en fin, era lo único que encontramos.
Nos dimos un paseo por sus callejuelas y al final hicimos un recorrido a pie a orillas del mar aprovechando la agradable temperatura del atardecer.
Hemos ido subiendo hacia el norte hasta llegar a la ría más septentrional de las Rías Baixas ; hemos abandonado Pontevedra para adentrarnos en A Coruña.
 
 




Muros, cuyo origen se remonta al siglo X, fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1970. Testigo de numerosas guerras y batallas, fue destruída en tan sólo 12 horas por las tropas napoleónicas en 1809. Posteriormente se crearían más de 30 fábricas de salazón que marcarían la identidad e idiosincrasia de la localidad hasta la actualidad.

El día no daba para más y los paseos nos habían abierto el apetito. Un poco de pulpo y unas almejas en un restaurante cercano al hotel pusieron el punto final a una larga jornada.




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