27 diciembre 2022

Del Lago Mburo a Bwindi, el bosque impenetrable.

 


Esta noche me ha costado dormir un poco. Una especie de predicador aprovechó la noche del sábado para conquistar almas descarriadas a través de un megáfono o altavoz, desde donde lanzaba sus peroratas, acabando siempre con un grito que se clavaba en mi cerebro como un cuchillo afilado: Aleluyaaa!!!
Aquello se alargó demasiado y en varias ocasiones estuve tentado de salir de la tienda y unirme a sus gritos pero desistí al ser consciente de que me iba a resultar imposible llegar a su nivel de decibelios.
No sé si finalmente se calló o me dormí por puro agotamiento pero al despertar todavía resonaban en mi cabeza los "Aleluyas"...
Volvimos a madrugar para intentar llegar a Bwindi de día y aprovechar al menos la tarde para dar una vuelta por la zona. Habíamos encargado el desayuno el día anterior así que no nos llevó mucho tiempo satisfacer nuestras necesidades gastronómicas.
Mientras disfrutábamos de otro bonito amanecer sobre el Lago Mburo, dimos buena cuenta del abundante desayuno. Pagamos las comidas y bebidas que teníamos pendientes y cargamos el equipaje en el coche.
El Eagle´s Nest nos había dejado muy buen sabor de boca, Las tiendas eran espaciosas, las camas cómodas, las vistas espectaculares y la comida excelente. Una magnífica opción para alojarse en el Lago Mburo.
 
 


Apenas pararemos hasta llegar a nuestro próximo destino, el bosque impenetrable de Bwindi. Unos 240 kms nos separaban del que esperábamos fuera el momento estelar del viaje. Muchos viajeros dejan esta visita para el final pero nosotros preferimos hacerlo al principio para tener tiempo de reacción si ocurriera cualquier contratiempo durante el viaje.
De nuevo, el viaje por carretera nos permitió ver la gran actividad que se respira a ambos márgenes del asfalto. No sólo los poblados se sucedían uno tras otro, sino que la población local aprovechaba para transportar todo tipo de artículos, bien en moto o bien cargando a sus espaldas o cabeza, cualquier cosa valiosa. Frutas, carbón, agua, leña, todo es de suma importancia para aquellos que no tienen nada...
No desaprovechamos la ocasión de comprar fruta en alguno de los numerosos puestos de venta que encontramos a lo largo de la carretera. La fruta es una deliciosa opción para saciar el hambre sobre la marcha; además de saludable y sabrosa, contribuímos con la economía local. Seguramente nos cobrarían un poco más por ser "muzungus" pero por un euro nos daban unos enormes racimos de sabrosos plátanos.
 






Una parada en una gasolinera de Mbarara para llenar el sediento depósito de nuestro vehículo, nos sirvió para estirar un poco las piernas antes de seguir ruta.
Ya sólo pararíamos una vez más, allá donde el asfalto dejaba paso a las pistas de barro, para vacíar vejigas, estirar piernas y comer unos plátanos.
Una pareja de grullas coronadas buscaban alimento entre las extensas plantaciones de te que se extendían ante nosotros. No perdimos la ocasión de sacar unas fotos a esta espectacular ave que es el símbolo del país.
La pista fue empeorando hasta convertirse en un tortuoso camino surcado por torrenteras y grandes baches que convierten el viaje en una pequeña tortura. Pero cuando paramos ante un gran cartel que nos daba la bienvenida a "Bwindi Impenetrable National Park", la adrenalina inundó nuestras mentes. Habíamos llegado a uno de los pocos lugares del mundo donde se pueden ver gorilas de montaña, el objetivo principal de nuestro viaje.
 





Cuando solicitamos los permisos para ver los gorilas, nos adjudicaron el sector Ruhija. Los sectores del parque están bastante alejados unos de otros, no por distancia sino por tiempo, debido al mal estado de las pistas, por lo cual es conveniente reservar alojamiento lo más cercano posible al sector que te haya tocado en suerte.
Los precios de los alojamientos no son precisamente baratos ni siquiera para nosotros que no somos demasiado exijentes. Finalmente nos decidimos por el Ruhija Gorilla Friends Resort Campsite, un campamento gestionado por la población local; al menos nuestro dinero iría a la gente de la aldea.
Las tiendas no estaban mal, las camas no eran tan cómodas como las del anterior campamento pero el lugar tenía su encanto. Un gran gorila esculpido en madera nos recibió a nuestra llegada.
 




 

N
os instalamos en las tiendas y encargamos unos roles para comer pero como sabíamos que las comidas tardaban horas en prepararse, aprovechamos para dar una vuelta por la aldea. Los niños nos seguían con su encantadora sonrisa mientras prolongábamos el paseo hasta llegar a un campo de fútbol donde un grupo de chavales daba patadas a un balón.
Allí pasamos un rato con ellos haciéndonos unas fotos y unas cuantas risas. Algún afortunado había recibido unas flamantes botas de fútbol amarillas y como suele ocurrir en estos casos, el que menos tiene más comparte; uno de los chavales llevaba puesta la bota derecha y otro la izquierda. Lo bien repartido, bien sabe...
 






 

La lluvia hizo acto de presencia y la responsable del campamento nos llamó por teléfono para preguntarnos si necesitábamos un paraguas. De ser así, ella vendría hasta donde nos encontráramos para traernos los paraguas. Estábamos a varios kms de distancia y no nos lo podíamos creer. La amabilidad de la gente nos había conquistado por completo.
Por supuesto, no íbamos a obligar a nadie a ir hasta allí para llevarnos un paraguas así que volvimos poco a poco al campamento para comer un poco ya que no habíamos comido nada más que unos plátanos desde el desayuno. Los roles y unas cervezas fueron suficientes para reponer energías. 
 

 

Todavía nos quedaban unas horas de luz así que decidimos darnos una vuelta por la carretera por la que habíamos venido para ver si conseguíamos ver alguna de las especie de monos que pueblan la zona. Charis nos comentó que en ocasiones incluso se puede ver por la pista, algún gorila despistado.
La zona donde nos reuniríamos mañana para comenzar la ruta en busca de gorilas no estaba lejos por lo que decidimos acercarnos hasta allí para conocer el lugar. Cuando estábamos próximos a la entrada, nos encontramos con el grupo de rangers y ojeadores que salían todas las mañanas en busca de gorilas. Estuvimos charlando un rato con algunos de ellos y uno nos acabó acompañando hasta la oficina de la entrada. 
Nos habló de todas las familias que habitaban en la zona: Bitukura, Kyaguriro, Oruzogo y Mukiza, siendo esta última la más numerosa ya que estaba formada por 18 individuos. Los ojos se nos iluminaron cuando nos imaginamos la increible sensación que debía ser poder ver un grupo tan numeroso. 
Al ver nuestras caras, el ranger nos sugirió hablar con el jefe que estaba en la oficina para explicarle que estaríamos encantados de conocer a los Mukiza. Con los ojos abiertos como platos, le preguntamos si era posible negociarlo, a lo que contestó que por intentarlo no perdíamos nada.
Sin saber aún muy bien si nos estaba proponiendo un soborno en toda regla, ni si aquello tenía un precio, dos integrantes del grupo no dudaron en pasar a la oficina para hablar con el jefe supremo. 
Cuando al de unos minutos escuchamos desde fuera unos efusivos "thank you so much, thank you so much", dimos por hecho que mañana íbamos a tener suerte...
Con claros signos de emoción reflejados en su cara, nuestros compañeros salieron de la oficina y nos aseguraron que mañana visitaríamos la familia Mukiza. No nos lo podíamos creer...

Tomamos el camino de vuelta bromeando sobre el soborno que acababan de llevar a cabo, mientras ellos se defendían asegurando que no existía soborno si no había una compensación económica por medio. 
La suerte seguía estando con nosotros y volvíamos al campamento habiendo conseguido mucho más de lo esperado cuando salimos de la aldea con la única intención de estirar un poco las piernas e intentar ver algún mono. Como no podía ser de otra forma, éstos se dejaron ver.
Los cercopiteco de diadema o monos azules (Cercopithecus mitis) y los cercopitecos de L'Hoest (Cercopithecus lhoesti), no faltaron a la cita. 
Consumimos las últimas luces del día fotografíando estos simpáticos monos mientras se desplazaban por el bosque, camino a sus dormideros, a base de grandes saltos de árbol en árbol.
La noche se nos echaba encima por lo que emprendimos la vuelta al campamento.  
 
cercopiteco de diadema o monos azules (Cercopithecus mitis)

cercopitecos de L'Hoest (Cercopithecus lhoesti)

 


 
 
 
Ya sólo quedaba cenar el rico guisado de pollo que nos habían preparado y soñar con que la aventura de mañana fuera lo más exitosa posible. Todavía no teníamos del todo claro que mañana nos adjudicaran la familia Mukiza pero los más optimistas no dudaban de que lo conseguiríamos.
Cuando amanezca ya veremos qué pasa pero esta noche nos iba a costar dormir a más de uno. 
Mañana era el día más importante del viaje. 
 
 






Ruta de la jornada:
 

 

 


Video de la jornada



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