Un nuevo y genuino amanecer africano nos dio la bienvenida mientras dábamos buena cuenta de nuestro primer desayuno en el Engiri.
Durante la noche hemos oído todo tipo de animales junto a la tienda; el parque no está lejos y los animales no entienden de fronteras así que pese a no estar dentro de los límites del Queen Elisabeth, te puedes topar con cualquier animal de los que allí habitan. Menos mal que " el tío de la vara" vela por nuestra seguridad y siempre permanece vigilante por si tenemos que salir de la tienda para cualquier cosa.
Mientras desayunábamos, los primeros rayos de sol comenzaron a asomar por el horizonte poniendo fin a la oscuridad de la noche. Los escandalosos pájaros tejedores ponían una estridente música de fondo, afanados en defender y construir los cientos de nidos que colgaban de las ramas de los árboles, a escasa distancia de nuestra mesa.
Con las pilas bien cargadas y ya reunidos con Charis, que se sentó a desayunar con nosotros, salimos rumbo a la entrada del parque con el objetivo de descubrir toda la fauna que lo poblaba pero sobre todo, tratar de avistar algún depredador de cerca. Habíamos leído que no había demasiados leones ni leopardos pero que no era imposible verlos. ¿ lo conseguiremos ?
Al llegar a las puertas del parque nos ofrecieron ser acompañados por un ranger pero tras valorarlo, decidimos que preferíamos hacerlo por la tarde y prolongar un poco la visita haciendo un safari nocturno.
Durante la mañana, intentaremos descubrir por nuestra cuenta la fauna de la zona.
Pagamos los 40$ por persona más 8$ por vehículo, obligatorios para entrar al parque, ( válidos por 24 horas ) y nos internamos por las pistas de barro, a la " caza " de animales.
Varias especies de antílopes y aves no tardaron en dejarse ver aunque nosotros oteábamos el horizonte en busca de depredadores.
La diosa fortuna llevaba acompañándonos durante todo el viaje y todos confiábamos en que no nos abandonara.
Y así fue. Apenas llevábamos unos minutos en el parque, cuando la primera leona apareció ante nosotros no lejos de la pista. Sentada, de espaldas a nosotros como queriendo evitar las curiosas miradas de los muzungus, parecía ignorarnos por completo. Cuando varios coches se agolparon para disfrutar del avistamiento, la leona decidió poner fin al espectáculo, levantándose y dirigiéndose hacia un arbusto cercano donde se ocultó de todas las miradas.
Afortunadamente habíamos llegado con el tiempo justo para verla a placer durante unos minutos.
Era hora de proseguir la ruta pero antes Charis tuvo que ayudar a otro vehículo que había pinchado y no disponía de las herramientas necesarias para cambiar la rueda. Con la leona escondida a pocos metros de donde nos encontrábamos, nuestro conductor bajó a tierra para ayudar a su compañero a cambiar la rueda. Perdimos un poco de nuestro tiempo con la maniobra pero entendimos que la situación lo justificaba y cualquiera podría sufrir este tipo de contratiempos.
La jornada continuaba y el calor empezaba a dejarse notar. Era curioso ver cómo muchos animales se sumergían en pequeños charcos a veces convertidos en auténticos lodazales, tratando de aliviar las altas temperaturas.
Varios búfalos retozaban en el barro ajenos a nuestras miradas pero más adelante nos quedaríamos con la boca abierta cuando Charis nos paró frente a un gran barrizal. En un principio, no fuimos conscientes del motivo de la parada pero cuando unas enormes rocas comenzaron a moverse en su interior, nos dimos cuenta de que aquello estaba infestado de hipopótamos.
Efectivamente decenas de hipos se protegían del sol, inmersos en aquel espeso caldo que se asemejaba a las arenas movedizas.
Aparte de la aparición de la leona, no cabía duda de que las aves y los hipos se estaban erigiendo en los principales protagonistas de la jornada. Aguilas pescadoras, alcarabanes, tejedores, viuda colicinta (Vidua macroura), cigüeñas africanas, pájaro ratón común (Colius striatus), obispo rojo Euplectes orix, gansos del Nilo y otras muchas aves, acapararon gran parte de nuestras fotografías rivalizando con las preciosas estampas que nos ofrecieron los hipos en los lodazales, corriendo por las pistas y mostrándonos sus enormes fauces que amenazaban con partir en dos a cualquier animal que se les acercara.
Pero todavía nos quedaba una sorpresa más. Atraídos por un coche aparcado en medio de la nada sin que aparentemente hubiera nada interesante en los alrededores, nos acercamos a ellos. Sus miradas se concentraban en un árbol donde nosotros no conseguíamos ver nada a pesar de que lo exploramos centímetro a centímetro. No tardaron en explicarnos que habían visto un leopardo en sus ramas pero se había lanzado al suelo a su llegada.
Permanecimos un buen rato confiando en que volviera a dejarse ver pero el gatito parecía no estar dispuesto así que abandonamos el lugar momentáneamente con la intención de volver más tarde.
Así lo hicimos y para nuestro regocijo, comprobamos que la estrategia había dado resultado.
Cuando el gato comprobó que no había " moros en la costa " volvió a subir a su rama. Nos habíamos acercado muy despacio con el motor parado y le habíamos sorprendido.
Pero se trataba de un animal bastante tímido y unos minutos después volvió a lanzarse al suelo, fuera del alcance de nuestras miradas.
No lo habíamos disfrutado como nos hubiese gustado y no pudimos sacarle ninguna foto decente debido a la densa vegetación que le protegía pero le habíamos visto!!!
Todo el grupo estaba satisfecho de lo conseguido hasta el momento. Llevábamos unas horas en el parque y ya habíamos conseguido ver a los dos principales depredadores del parque: leones y leopardos.
Con la moral por las nubes, dimos una vueltilla más por la zona, antes de salir rumbo al campamento para comer y descansar un rato antes de volver a entrar al parque.
Esta tarde queríamos hacer un nocturno y todos esperábamos nuevas emociones durante el mismo...
Recorrimos de nuevo los 8 kms que separaban nuestro campamento de la entrada principal y tras asearnos un poco, acudimos al restaurante dispuestos a cargar de nuevo las pilas.
Los tejedores continuaban con sus estridentes chirridos mientras degustábamos los especiados platos del Engiri. Si el curry no es de tu gusto es aconsejable que hables con el cocinero 😜.
La sobremesa se alargó mientras recordábamos los mejores momentos de la mañana y planeamos la visita de la tarde. Entraríamos con un ranger y proseguiríamos la visita hasta entrada la noche .
Tras un breve descanso después de comer, montamos de nuevo en el coche para volver al parque.
Ya en la entrada, contratamos un ranger para que nos acompañara durante nuestra ruta y realizar un safari nocturno para lo cual debes ir siempre acompañado por un ranger. Creo recordar que pagamos 30$ por persona.
Mientras nos adentrábamos por las pistas del parque, fuimos comentando con el ranger los lugares donde habíamos visto los leones y el leopardo.
Fuimos repitiendo las escenas de la mañana con búfalos, hipos y aves como principales protagonistas hasta que nos acercamos nuevamente hasta el punto donde habíamos visto al leopardo esta mañana.
De nuevo paramos el motor y dejamos caer el coche suavemente por la pista hasta llegar frente al árbol donde lo pudimos ver a la mañana.
Como curiosidad diré que el extraño árbol donde se encontraba el gatito, tan habitual en esta zona del parque, no es un cactus pese a que lo parezca y su nombre es árbol candelabro (Euphorbia candelabrum) . Atentos cuando los veáis porque os puede deparar alguna grata sorpresa.
Nos acercamos en total silencio y........diana!!! El gato volvía a estar plácidamente tumbado en su rama favorita.
Esta vez parecía estar más tranquilo y ahora sí, pudimos hacerle fotografías aceptables a pesar de que ocultaba su cara entre el denso follaje.
Durante muchos minutos disfrutamos del avistamiento en soledad hasta que observamos que otro vehículo se acercaba por la pista hacia nosotros. Se paró a unos 200 metros y estuvo un buen rato detenido. A pesar de que les hicimos gestos para que se acercaran para que disfrutaran con nosotros del avistamiento, no se movían.
Cuando finalmente se aproximaron, nos dijeron que un leopardo se les había cruzado en la pista y lo estuvieron viendo a placer hasta desaparecer entre la maleza.
No nos lo podíamos creer. Dos leopardos en tan poco espacio nos parecía imposible. El ranger nos dijo que posiblemente serían de la misma familia.
No satisfechos con nuestro leopardo, preguntamos si nos podíamos acercar hasta el punto donde habían visto el otro, con la intención de buscarlo por los alrededores.
Así lo hicimos y una vez allí, pegamos los prismáticos a nuestros ojos y rastreamos cada metro del terreno. Imposible!!
No encontramos ni rastro del segundo gatito.
De pronto el ranger fijó su mirada en otro árbol candelabro y dijo escuetamente: "está allí, se le ve la cola."
Nos aseguraba que lo que parecía una rama que colgaba del árbol, era la cola del leopardo. Nos miramos incrédulos, dudando mucho de que fuera así pero cuando la rama comenzó a moverse, nuestras dudas se fueron disipando. Increíble que pudiera haberla identificado a esa distancia!!!
Nos estábamos lamentando de que estuviera tan lejos de la pista, cuando de pronto el ranger dijo algo a Charis y éste se lanzó campo a través en dirección al leopardo.
Estuvimos apenas unos minutos frente a él en lo alto del árbol pero jamás olvidaré los ojos que tuve oportunidad de ver a través de mi cámara fotográfica, cuando logré enfocarle a escasos metros de distancia. Impresionante e inolvidable.
Ahora entendíamos porqué Charis insistía en que contratáramos rangers para visitar los parques. Además de que éstos conocen mejor el parque y los lugares que frecuentan los animales en cada momento, con su consentimiento podía salirse de la pista durante unos minutos si la situación así lo requería, a pesar de estar estrictamente prohibido.
Debo reconocer que no son prácticas que resulten de mi agrado pero también es justo decir que fueron unos pocos minutos durante los que apenas molestamos al lindo gatito.
Salimos de allí con la adrenalina por las nubes. Creo que ninguno de nosotros olvidaremos jamás aquellos ojos clavados en los nuestros, a escasos 4 metros de distancia, semioculto en aquel árbol tan parecido a un cactus.
Quedaba poco tiempo ya para que la noche se echara sobre el parque y comenzara el safari nocturno así que nos acercamos a la zona donde vimos esta mañana la leona, con la esperanza de localizar a la familia en pleno.
Al llegar a esa zona, salimos de la pista y tuvimos oportunidad de comprobar cómo se esconden los animales, haciéndose prácticamente invisibles.
Con las últimas luces del día, pasamos a un metro de una leona y de no haber sido por Sara, hubiera pasado inadvertida.
Tumbada en un pequeño hueco del terreno, ni se movió hasta que paramos frente a ella. Al de un rato se levantó, se acercó a un charco donde bebió y desapareció en la oscuridad.
Más adelante, resultó fascinante comprobar la habilidad del ranger para localizar la fauna con un foco. Los ojos de los animales reflejan la luz del foco pero identificar la especie de inmediato, en medio de la oscuridad más absoluta, parecía algo imposible. Así que cuando de pronto gritó " LIONS ", no podíamos dar crédito.
A varios cientos de metros, unos ojos como tantos otros, brillaron en la oscuridad pero por alguna razón que se nos escapaba, no eran como los demás.
Volvimos a salir de la pista y efectivamente, pudimos comprobar que se trataba de una familia de leones con varias crías y su melenudo padre.
Ya no había luz para fotos ni para videos pero disfrutamos durante unos minutos de las crías jugueteando mientras el gran macho los vigilaba.
Era hora de volver al campamento y no sabíamos si íbamos a llegar a tiempo para cenar porque los horarios del restaurante eran bastante limitados pero el éxito de la jornada provocó que no nos importara demasiado.
Dejamos al ranger en la puerta de entrada tras darle una propinilla y agradecerle su servicio y emprendimos el camino al Engeri, felices como perdices,
Cuando llegamos, nos estaban esperando para cenar.
Sin tiempo ni para cambiarnos de ropa, nos sentamos y disfrutamos de la cena mientras recordábamos los fascinantes momentos vividos.
Cuando sentí una picadura en el pie, ya era demasiado tarde. Estaba en sandalias, manga corta y pantalón corto.
Para alguien como yo, que tiene una sangre que para los mosquitos es merecedora de varias estrellas michelín, eso suponía un craso error. Decenas de picaduras recorrían mis brazos y piernas.
Espero que todo quede en las típicas molestias que desaparecerán a base de tiempo....y las gratificantes e inevitables rascaduras.
La jornada no daba para más.
Una ducha rápida acompañados por el entrañable " tío de la vara" y a dormir, ya que mañana madrugaremos de nuevo para visitar una vez más el parque.
Ruta de la jornada:
Video de la jornada:
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