26 abril 2023

De Kyambura a Kibale. Uganda.


 
Tras la exitosa aunque accidentada excursión en Kyambura buscando chimpancés, tocaba desplazarse hasta el Lago Nyamirima, cerca de Fort Portal. Nos separaban unos 140 kms que según "Maps", nos llevaría unas dos horas y media recorrer.
Habíamos reservado dos habitaciones con muy buena pinta a orillas de un lago y estábamos ansiosos por ver nuestro nuevo alojamiento.
Estaremos cerca del Parque de Kibale, famoso por ser el más visitado por todos aquellos que buscan el avistamiento de chimpancés.
Un integrante del grupo tenía claro que quería intentarlo mientras que el resto no lo teníamos claro, dado el elevado precio de la excursión. Se dice que los avistamientos están casi garantizados pero desembolsar otros 200$ por probar suerte, nos creaba bastantes dudas.
Por todo ello, habíamos pensado intentarlo en otros sitios más baratos como Kyambura (Parque de Queen Elizabeth) o en Budongo (Murchison Fall).
El caso es que para no andar pillados de tiempo, reservamos tres noches por si acaso...
La diosa fortuna quiso que en nuestro primer intento los viéramos a placer en la Garganta de Kyambura así que íbamos a tener tiempo para hacer muchas cosas en nuestro siguiente destino.
Lo primero que hicimos cuando logramos salir de la trampa de barro que supuso la pista de Kyamburu, fue parar en una gasolinera para llenar el depósito, comprar unas cervezas y tratar de arreglar un pequeño percance que había sufrido el coche en la pista de barro; un protector de plástico junto a la rueda, parecía haberse soltado y allí lo iban a arreglar.



El coche daba pena. El barro ocultaba por completo el color original del mismo y nuestras botas aún llevaban kilos de lodo encima que se iba soltando en el interior del vehículo, llenándolo también de barro.
Salimos, nos descalzamos, compramos unas cervezas y nos sentamos intentando limpiar un poco las botas mientras degustábamos con gusto unas cervezas bien frías.
La parada nos vino bien para relajarnos, limpiar un poco el interior del coche y recordar la intensa aventura que acabábamos de vivir.

Ya no pararíamos hasta llegar a Fort Portal, a unos 100 kms de distancia. 
De nuevo, las típicas escenas africanas se suceden a lo largo de la carretera. Mujeres vistiendo coloridos ropajes, niños que iban al colegio y todo tipo de mercancías que transportaban entre los pueblos como mejor podían.
Curiosas tiendas donde vendían de todo y las típicas carnicerías ugandesas que no parecían reflejar demasiadas garantías sanitarias, se sucedían a lo largo de todo el camino.






Carnicería



Pero en esta ocasión se añadieron algunas escenas algo más inquietantes. Estábamos próximos a la frontera congoleña, lo que añadido a la complicada situación sociopolítica que allí están viviendo, parecía suficiente motivo para justificar un despliegue militar que personalmente siempre me produce desazón. Columnas de militares armados se desplazaban en ambos sentidos de la carretera. Ya he sufrido algún incidente con el ejército en otros países africanos y son situaciones bastante desagradables pero en fin, nuestra ruta se desarrolló afortunadamente sin ningún percance con ellos.




Seguimos relajadamente nuestro camino hasta que de pronto, Charis nos sorprendió parando el vehículo en el arcén sin previo aviso. Salió rápidamente y corrió por la carretera hasta que pareció encontrar lo que buscaba.
Un extraño tubo metálico se había soltado de algún lugar del coche y no sabía qué era. Tras comprobar que todo en el coche iba bien, proseguimos la ruta aunque con cautela.
Charis llamó a un mecánico de la zona que conocía y le mandó una foto de la pieza por wasap.  En Africa, la lógica occidental no suele ser aplicada así que cuando todos pensamos que se acercaría hasta el taller para reparar la avería, nos dijo que a la mañana siguiente el mecánico se acercaría al hotel para intentar solucionar el problema.

Cuando llegamos a Fort Portal nuestras tripas rugían como los leones del Parque Queen Elizabeth. Eran alrededor de las 3 y habían pasado ya muchas horas desde el desayuno. Las caminatas por el barro, las tensiones vividas y la auténtica locura que supuso la búsqueda de chimpancés, nos habían despertado el apetito.
Charis nos llevó a un restaurante "elegante" en cuyo aparcamiento se veían bastantes coches de turistas. No es el tipo de establecimientos que solemos frecuentar en nuestros viajes pero creo que a él sí le gustaban. Evidentemente eran locales más caros, que imagino no podría visitar habitualmente. 
Además él sabía que la comida se la pagaríamos porque no suponía prácticamente nada para nosotros y para él era un dinerillo que se ahorraba. 
Unas ensaladas, unas hamburguesas y un plato local para Charis, acompañadas por sus respectivas cervezas, fueron suficientes para recargar las baterías. Unos ricos postres pusieron punto final a la agradable comida en una terraza exterior.





De nuevo volvimos al coche para dirigirnos al que será  nuestro alojamiento durante las tres próximas noches: Nyamirima Cottages.
Unos 20kms separaban nuestro destino del restaurante o lo que es lo mismo, unos 30 minutos de carreteras y pistas.
Charis no conocía el lugar así que pusimos nuestro navegador y nos dejamos guiar por él.  Cuando abandonamos el asfalto para adentrarnos en poblados locales a través de pistas de barro, volvimos a temer quedarnos atrapados de nuevo o salirnos de la pista en cualquier momento. Tras contener la respiración mientras tratábamos de superar la última rampa que daba acceso al alojamiento, llegamos a nuestro destino sanos y salvos.
Cuando nos acompañaron a nuestras habitaciones, nos quedamos con la boca abierta. Cada habitación era una choza construida en el borde de un cráter volcánico, con unas increíbles vistas al lago formado en su interior y rodeado de una exuberante selva.
La choza era un poco pequeña pero estaba nueva y disponía de un gran baño con ducha de agua caliente. Un lujazo!!!
Y todo por 50$ la habitación doble con desayuno incluido.



Tras hablar un rato con el dueño del pequeño complejo, no pudimos resistirnos a acercarnos hasta las aguas del lago descendiendo por la ladera interna del cráter. Tras explorar la zona y recorrer los escasos senderos accesibles a orillas del lago, encontramos un sendero que lo bordeaba para posteriormente subir bruscamente la ladera y llegar de nuevo al borde superior del cráter.
Desde allí, un sendero llevaba a un pequeño poblado donde nos encontramos a unos niños que transportaban agua a su casa.






Habíamos leído que en los alrededores había un mirador con excelentes vistas a varios lagos volcánicos y a la cordillera de Ruwenzori que sirve de frontera entre Uganda y el Congo.
El sendero nos llevó hasta allí pero nuestra sorpresa fue encontrarnos con una puerta metálica corrediza que nos cerraba el paso. Tras llamar, nos salieron unas personas que nos pidieron un puñado de billetes por entrar. Como era poco dinero y no teníamos nada mejor que hacer, decidimos entrar.
Unos cuidados jardines y una pocas casitas que parecían bastante nuevas, todo ello en el interior de un recinto cerrado y desértico, daban la impresión de encontrarnos en un extraño lugar. Algunos no dudaron en afirmar que aquello parecía una extraña y misteriosa secta 😂😂 .
Tras subir unas escaleras llegamos a una especie de restaurante, también desierto, que daba paso por fin, al ansiado mirador.
Las vistas eran muy bonitas e intentamos quedarnos allí un rato disfrutando del atardecer mientras nos tomábamos unas cervezas pero cuando pedimos algo para beber, nos tuvimos que conformar con unos típicos refrescos locales. Nos estarían drogando para doblegar nuestra voluntad y hacernos miembros de su secta??? 😂😂😂

En fin, aunque las bebidas sabían bastante raro, permanecimos allí hasta que el sol se ocultó por el horizonte y abandonamos el lugar para emprender un camino de vuelta en total oscuridad que prometía no ser sencillo.
Un chico nos acompañó hasta la salida y nos habló de un lago cercano en cuyos bosques podríamos ver varias especies de monos. Podría ser un buen plan para mañana ya que no dispondríamos de coche al tener que solucionar el problema de la pieza que se había caído durante el viaje desde Kyambura.





Como nos temíamos, el regreso a casa no fue sencillo. Ni siquiera habíamos cogido las linternas ya que no pensábamos ir muy lejos, y moverse en aquel lugar de vegetación exuberante a través de senderos minúsculos que no siempre seguimos, no resultó sencillo.
Para colmo, un perro local no acostumbrado a ver blancos por allí y menos de noche, nos amenazaba con sus ladridos tensionando más aún la situación.
Afortunadamente, no sin dudar sobre la dirección correcta a tomar en varias ocasiones, llegamos al alojamiento sanos y salvos.
Una vez en Nyamirima Cottages, pudimos descubrir la cara menos amable del lugar cuando comprobamos los precios de su bar y restaurante. Tanto las cervezas como sus platos, eran bastante más caros que en los lugares que habíamos estado. Pero en fin, este detalle tampoco iba a enturbiar las buenas sensaciones que nos transmitió el lugar a nuestra llegada.

Tras la mejor ducha del viaje, salí al exterior de la choza donde me quedé hipnotizado por el espectáculo nocturno.
Me senté en una de las sillas que teníamos junto a la puerta y permanecí totalmente embobado viendo la luna reflejada en las aguas del lago mientras miles de insectos conformaban la perfecta banda sonora para aquel mágico momento.
Inolvidable!!!  



Video Lago Nyamirima y sonido nocturno:



Ruta de la Jornada:



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