Los potentes cantos de las aves que poblaban el bosque que nos rodeaba, nos anunciaban el comienzo de un nuevo día.
Unas elegantes ranitas verdes, omnipresentes en todo el campamento, se encargaban de darnos los buenos días y las buenas noches, sus horas preferidas para dejarse ver. Mientras me desperezaba, dediqué unos minutos a perseguirla por los jardines tratando de hacerle una fotografía.
Cuando todos estuvimos preparados, bajamos al bar para cargar energías ante la nueva jornada.
Hoy era el día que habíamos reservado para ver chimpancés si no los habíamos logrado ver aún.
Afortunadamente, como ya he comentado en otro artículo, los vimos a placer durante casi una hora en La Garganta de Kyambura. Todos nos quedamos plenamente satisfechos con la experiencia vivida y decidimos ahorrarnos los 200$ que costaba esta actividad en Kibale.
Apenas nos separaban 15 kms de la entrada al Parque de Kibale y queríamos visitarlo aunque sólo fuera para dar una vuelta tratando de descubrir los numerosos primates que pueblan la zona.
A nuestra llegada, numerosos vehículos 4x4 se amontonaban en el pequeño aparcamiento del parque mientras sus ocupantes y guías guardaban cola para sacar la entrada que permitía avistar chimpancés. Cuando dijimos que nosotros sólo queríamos hacer un recorrido por el parque para ver primates, nos apartaron a un lado y nos dijeron que esperáramos.
Nadie, absolutamente nadie, quería visitar Kibale renunciando a ver chimpancés.
Bueno, sí... nosotros.
Cuando nos dijeron que debíamos pagar 40$ por entrar al parque más otros 35$ por persona por el guía que nos llevaría a dar un paseo de poco más de una hora, nos replanteamos la visita.
Por la zona, teníamos anotado también el Humedal de Bigodi y en el mismo parque nos dijeron que podríamos visitarlo por 100000 UGX, unos 25$.
Por unanimidad, decidimos proseguir 5 kms hasta llegar a Bigodi.
Ya en Bigodi, nos pasaron al interior de una lonja donde nos explicaron un poco el proyecto que habían iniciado desde hace ya unos años.
Humedal de Bigodi.
Ubicado en el oeste de Uganda, en sus tierras altas a la sombra de las Montañas Rwenzori, se encuentra el Humedal de Bigodi.En 1992, surge en el pueblo de Bigodi una asociación para el desarrollo rural y ambiental de Kibale, conocida con el nombre de Kafred. Su objetivo será el de proteger el medio ambiente local a la vez que fomenta la salud, la educación y el crecimiento económico de la comunidad. Para ello, los ingresos obtenidos por el turismo, se dedicarán a proyectos comunitarios básicos. Gracias a estos ingresos se construyeron la escuela secundaria, el paseo marítimo de los humedales y las fuentes de agua potable.Totalmente administrado por la comunidad, la Asamblea General Anual elige un comité para representar a la comunidad.Sus proyectos tratan de cambiar los métodos agrícolas para que éstos no repercutan negativamente en la salud de humedales, bosques y demás ecosistemas del lugar.El pantano de Magombe, hoy conocido como el Humedal de Bigodi, cuenta con 8 kms de largo y unos 300 metros de ancho, sirviendo de corredor natural para que los animales se muevan entre la zona norte y la sur del Parque Nacional de Kibale. Conscientes de su importancia, los miembros fundadores de Kafred se esfuerzan en la conservación de la zona.Si visitas este humedal, tendrás ocasión de ver muchas de las 200 especies de aves y bastantes de las 8 especies de primates que lo pueblan. Entre las primeras podemos destacar cálaos, turacos, loros, grullas, martines pescadores, etc, etc y entre los primates, el Colobo Blanco y Negro, Colobo Rojo, Mono de Cola Roja, Mangabey de Mejillas Grises, Babuino Oliva, Mono L'hoest, Mono Vervet y el Mono Azul. Además se pueden ver otros mamíferos como sitatungas, bushbucks y nutrias.Para recorrer sus senderos necesitarás ir acompañado de un guía capacitado que podrás contratar en las oficinas.Además de los paseos guiados por la naturaleza, también se ofrecen visitas a la comunidad durante las que te mostrarán su forma de vida tradicional y podrás comprar alguno de los productos que elaboran.
Nuestra visita comenzó en una zona de cuidados jardines donde comenzamos a ver bastantes especies de aves. El Gran Turaco Azul, emblema de la asociación, no faltó a la cita.
Unas juguetonas ardillas también se dejaron ver mientras correteaban por los troncos de los árboles donde buscaban comida.
Unas juguetonas ardillas también se dejaron ver mientras correteaban por los troncos de los árboles donde buscaban comida.
Según íbamos avanzando por el bosque, nos sorprendían los turacos, los calaos y muchas otras especies de pajarillos.
Finalmente llegamos a una zona donde pudimos ver bastantes monos aunque todos ellos pertenecientes a dos especies: colobos rojos y cercopitecos de cola roja. Estos últimos parecían haberse tragado un bote de guindillas porque se desplazaban a la velocidad del rayo, recorriendo el bosque de salto en salto. Resultó imposible sacarles una foto mínimamente aceptable.
Colobo rojo |
Gran Turaco Azul |
Cercopiteco de cola roja |
Una vez finalizado el paseo, nos desplazamos a otra zona para comenzar la llamada visita cultural.
En primer lugar nos llevaron a una zona donde una chica nos explicó todo el proceso de producción del café. Frente a nosotros comenzó a tostar los granos de café en una vieja cazuela y a machacar los granos de café para después de quitar las impurezas, tapizar el polvo de café molido y preparar unos deliciosos cafés que nos dio a probar.
La segunda visita nos llevó a otra zona donde un chico preparaba zumos y licores a base de plátano que también tuvimos ocasión de probar. Un colorido lagarto que trepaba por las paredes de una choza, tampoco quiso perderse ni un detalle.
La tercera visita fue un tanto cómica ya que nunca me acostumbraré a este tipo de espectáculos. Desconozco si el personaje que nos llevaron a conocer era realmente el hechicero del pueblo o un simple montaje para los muzungus pero tengo que confesar que cada vez que me llevan a un sitio de éstos, me cuesta horrores contener la risa. No es mi intención faltar el respeto a nadie ni mucho menos a las tradiciones de cada lugar pero he de confesar que estas situaciones me desbordan...... y me entra la risa.
Pasado el primer momento, personalmente desconocía que nos iban a llevar al hechicero, logré controlarme y escuchar las explicaciones que nos daba sobre las plantas medicinales que allí tenía y que nuestro guía traducía al inglés.
Con una puesta en escena en la que no faltaban plantas, cráneos, brebajes y utensilios diversos, un peculiar personaje con un gran sombrero fue el encargado de mostrarnos el importante papel que desempeñan los hechiceros de cada comunidad. Según nuestro guía, todas las comunidades cuentan con al menos, un hechicero al que todos piden consejo.
La última visita sería a un lugar donde numerosas mujeres se dedicaban a tejer y fabricar todo tipo de artesanías.
De allí comenzamos el camino de vuelta hasta donde nos esperaba Charis con el coche pero antes de abandonar el lugar, nos trajeron un camaleón para que pudiéramos disfrutar de él unos minutos antes de devolverlo a su hábitat natural.
Sara y Alvaro aún tuvieron tiempo para acercarse hasta un grupo de jóvenes que bailaban al son de la música africana. Las risas y carcajadas se oían desde lejos cuando éstos se unieron al grupo y a sus bailes mientras todos los chavales del pueblo se acercaban corriendo para ver bailar a los muzungus.
Fue la divertida anécdota que puso fin a la visita.
Nos quedamos en el mismo pueblo a comer y como es habitual, esperamos durante más de una hora hasta que nos sacaron unos platos de pasta y de pollo.
Desde la terraza donde comimos y mientras esperábamos nuestra comida, pudimos ver a través de los prismáticos una especie de monos que no habíamos visto hasta ahora. A pesar de que nos acercamos hasta la zona donde estaban, no pudimos identificarlos ya que se escondían en la espesura del bosque.
Aún nos quedaban unas horas de luz y no teníamos planes para esta tarde así que buscando algún lugar cercano donde pasar los últimos instantes de la jornada, leímos acerca de una cascada y un mirador a unas colinas y lagos, cerca de Fort Portal.
Marcamos el destino en el GPS y nos dirigimos hacia allí. La pista se encontraba en un estado deplorable y la forma en que nos miraban los lugareños, denotaba que no estaban muy acostumbrados a ver muzungus por allí.
Cuando llegamos a nuestro destino comprobamos que el lugar no era demasiado atractivo. Un pequeño rincón con una pequeña cascada sin demasiado encanto.
El mapa marcaba unos miradores por la zona pero el cielo comenzó a ponerse muy oscuro, y conociendo cómo es la lluvia en Uganda, decidimos volver al coche antes de que empezara el diluvio.
Acertamos con la decisión ya que apenas montamos en el coche, comenzó a jarrear. Nos hemos librado de una buena mojadura.
Volvimos a Fort Portal para tomar algo tranquilamente y comprar unos roles para llevarnos al hotel a cenar. Nos habíamos aficionado a los roles y a los pork points y no íbamos a desaprovechar la ocasión de cenar unos buenos roles de pollo. La verdad es que estaban buenos, llenaban el estómago y eran superbaratos...
El típico bullicio de las ciudades ugandesas nos esperaba en Fort Portal. Vehículos, comercios y gente se extendían a lo largo de la carretera. Los niños se acercaban juguetones y un carnicero nos invitaba a visitar su " elegante local".
Carnicería local |
Tras tomar algo en el Garden´s, abandonamos la ciudad para dirigirnos a nuestro alojamiento.
El último tramo de pista para llegar al hotel, puso de nuevo a prueba nuestros nervios. Otra vez llenas de barro, las pistas se habían convertido nuevamente en auténticas pistas de patinaje y el coche se iba para todos lados; además en esta ocasión era de noche y no se veía nada.
Cuando por fin llegamos a casa, todos respiramos aliviados.
Nos fuimos a la habitación para asearnos y cambiarnos de ropa pero mientras mi compañero se duchaba, me entregué al ritual que venía repitiendo todas las noches desde que llegamos a este lugar.
Me senté relajadamente en la silla junto a la puerta, a la luz de la luna y mientras la templada brisa acariciaba mi cara, dejé mi mente en blanco dejándome llevar por los espectaculares sonidos del lugar. Por alguna razón que no llego a entender del todo, aquellos cantos provenientes de insectos y anfibios, me tenían totalmente cautivado.
Alguien había hecho un fuego en el campamento y varias personas se habían reunido a su alrededor mientras charlaban animadas por las cervezas y algún que otro licor de extraña procedencia.
Llevamos la cena hasta la hoguera y compartimos los roles con los allí presentes mientras bebíamos unas cervezas.
Fue el broche final a nuestra estancia en Nyamirima Lodge. Hoy dormiremos por última vez en un lugar que me fascinó doblemente; en primer lugar por su ubicación y sus vistas y por último, por el increíble coro nocturno que amenizó todas nuestras noches.
Ruta de la jornada:
Video de la jornada:
Capítulo anterior: Reserva de Nkuruba
Capítulo siguiente: De Kibale a Murchison Falls
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