28 febrero 2025

En busca del Leopardo de las Nieves ( V ) 18


C
uando me desperté, me apresuré a correr la cortina con la esperanza de volver a ver el cielo azul de los primeros días. Para mi decepción, el color gris inundaba todo mi campo de visión.
La nieve cubría campas y montañas pero al menos había dejado de nevar.
Mis compañeros habían vuelto a sacar los teles y volvían a otear las cumbres montañosas en busca de fauna. La niebla se adueñaba de las zonas más altas a intervalos pero en otros momentos se despejaba permitiendo explorar los rincones más escondidos.
Yo, una vez más opté por dar una vuelta para estirar las piernas y pillar con más ganas el desayuno.





Llegada la hora del desayuno y mientras dábamos buena cuenta de él, nuestros guías nos dijeron que saldríamos en busca del leopardo en cuanto acabáramos de desayunar.
Los rastreadores habían visto lobos al otro lado de la montaña que se encontraba justo al lado de nuestro alojamiento. También habían visto un leopardo en el valle siguiente al nuestro pero desgraciadamente le habían perdido la pista.

Comenzamos de nuevo la jornada siguiendo los pasos de leopardos y lobos pero lo único que pudimos ver en nuestras paradas fueron algunos grupos de íbices.
Llegar al otro lado de las montañas situadas sobre nuestra casa suponía dar un gran rodeo pero cuando llegamos allí, pudimos ver numerosos excrementos de lobos aunque éstos ya habían desaparecido del lugar.
Estuvimos un buen rato oteando cada rincón de las escarpadas montañas pero no hubo fortuna. Los lobos ya no estaban por allí o al menos, no fuimos capaces de descubrirlos.
Me entretuve sacando algunas fotos a los desoladores paisajes y a alguna pequeña aldea, a los pies de las montañas. 







Seguimos nuestra ruta haciendo alguna parada en los puntos más frecuentados por los leopardos pero la fortuna no nos acompañó demasiado.
Nuestra siguiente destino sería el valle Saspochey, contiguo al de Uley donde estábamos alojados. Algún rastreador había visto un leopardo ascendiendo por las laderas en dirección a nuestro valle. Según nuestro guía. estábamos justo al otro lado de nuestra casa y si el leopardo había seguido ascendiendo, es posible que se encontrara dirigiéndose directamente a nuestra casa. Desgraciadamente, nadie sabía el rumbo que había tomado y es posible que hubiera descendido de nuevo al valle de Saspochey o hubiera bordeado la ladera para cruzar al valle de Uley mucho más adelante. Imposible de saberlo ya que le habían perdido la pista..

Internarse en el valle de Saspochev no resultó sencillo ya que las pistas se encontraban heladas y nuestro coche se quedó varias veces atrapado en el hielo. Conseguimos varias veces salir del atolladero hasta que finalmente nos quedamos atrapados.
El otro coche había conseguido llegar hasta un alto un poco más adelante donde nuestro guía decidió hacer la última parada.
Fuimos andando hasta allí patinando en el hielo a pesar de tomar todas las precauciones. Era asombroso ver cómo ellos se movían con total normalidad mientras nosotros apenas conseguíamos dar dos pasos seguidos sin patinarnos.
Llevaron la comida hasta un promontorio donde instalamos los telescopios y estuvimos un buen rato explorando con detenimiento los alrededores. Sin éxito.
La niebla parecía empeñada en no abandonarnos definitivamente y se adueñó del lugar por lo que decidimos que lo mejor era aprovechar para comer.






Hacía frío y comenzó a nevar. Todo parecía indicar que nuestra última jornada en busca del leopardo iba a fracasar.
La comida caliente nos ayudó a reponer unas energías que ya empezaban a escasear. Desde luego no se puede decir que disfrutáramos al máximo del momento ya que comer de pie, haciendo esfuerzos por no patinarse en el hielo y tirar por tierra el plato, estaba muy lejos de poder considerarse una agradable comida. De cualquier forma nos ayudó a entrar en calor.

Tras la comida dimos un pequeño paseo por la zona admirando el bonito valle en el que nos encontrábamos. Serpenteantes senderos se dibujaban en las laderas del valle conformando el único medio de comunicación existente entre los distintos valles hasta hace poco. Utilizados desde tiempos inmemorables por la población local, a día de hoy seguían siendo de vital importancia.
De pronto alguien descubrió unas huellas en la nieve que parecían no dejar lugar a dudas de que un lindo gatito había pasado por allí no hace mucho.
Las huellas se dirigían a lo alto de la cadena montañosa que delimitaba los valles de Uley y Saspochev. Muy posiblemente se trataría del leopardo que habían visto esta mañana por la zona.

Nuestros guías siguieron las huellas durante un rato y tras hacer un rápido análisis de la situación, nos comentaron que todo parecía indicar que se dirigía hacia nuestra casa.
No quedaban muchas horas de luz así que recogimos todo el material y nos dirigimos al coche para volver a casa con la esperanza de que el leopardo apareciera por allí.





En cuanto llegamos a casa, todos montaron sus telescopios y comenzaron a buscar al gato por la zona a la que en teoría se dirigía.
La niebla se echaba y desaparecía a intervalos, dificultando la visión pero insistimos en nuestro objetivo.

Después de varios días sin ir al baño noté que hoy por fin sería el día. Todo el mundo se encontraba en el exterior de la casa afanados en dar con el leopardo así que yo podía concentrarme en otra labor no tan emocionante pero no menos reconfortante.
Me encontraba plácidamente sentado cuando unos gritos me sobresaltaron. No sabía qué pasaba pero estaba muy ocupado así que no presté demasiada atención. Unos golpes en la puerta del baño me dejaron claro que algo importante estaba pasando.
Me levanté bruscamente y salí al exterior en zapatillas y con los pantalones por las rodillas ante la atónita mirada de los allí presentes.

El motivo del alboroto no era otro que la aparición de un zorro a unos 30 metros de la casa. Se paseó tranquilamente ante nosotros, dio un salto increíble para subirse a un árbol y desapareció al de unos minutos tras quedarse mirándonos fijamente durante unos segundos.
Pero no fue ésta la única sorpresa ya que unos minutos más tarde, unos fuertes maullidos comenzaron a dejarse oír. 
Nuestro guía nos aseguró que se trataba de un leopardo!!!





Sonaban muy cerca por lo que los nervios se apoderaron rápidamente de todo el grupo. De pronto un guía gritó: can see it!!
Justo llegué a tiempo para ver a través de la cámara que tenía acoplada a su telescopio, un precioso leopardo corriendo por la ladera. Unos segundos más tarde, la niebla cubrió por completo el lugar.
Maldecimos la mala fortuna pero sabíamos que estaba allí y si la niebla se despejaba, era posible que le volviéramos a ver.
Tras unos minutos que nos parecieron eternos, uno de los guías comenzó a cantar unos monótonos mantras a la vez que corría quemando algún tipo de incienso. Estaba pidiendo a los dioses que se retirara la niebla....

La escena resultaba graciosa y nos costó disimular nuestras sonrisas pero lo cierto es que unos segundos más tarde, la niebla se disipó.
Bien sea porque los dioses le escucharon o porque simplemente tenía que suceder, lo cierto es que a partir de ese momento pudimos ver en varias ocasiones, no a un leopardo sino a dos. Efectivamente, la causa de que oyéramos maullidos en dos zonas distintas, no era que se moviera rápidamente de un lado a otro sino de que se estaban llamando uno al otro.

No resultó un avistamiento tan espectacular como el de hace unos días pero el esfuerzo por descubrirlos, ya que continuamente aparecían y desaparecían, añadió emoción al momento. Apenas los veíamos durante unos segundos antes de volver a perderlos pero lo importante era que habíamos visto dos nuevos ejemplares cuando ya nadie contaba con ello.

La noche se nos echó encima sin darnos cuenta y entonces fui consciente de que llevaba un buen rato en zapatillas y sin ropa de abrigo. El frío era insoportable.
Nos metimos en casa entre gritos de alegría celebrando el acontecimiento como si hubiera sido un gran espectáculo pero es que sinceramente ya nadie esperaba " cazar " más leopardos.
La cena nos supo exquisita mientras recordábamos entre carcajadas todas las anécdotas que habían sucedido en tan poco tiempo. Mi aparición en zapatillas y con los pantalones por las rodillas, el guía que pensamos se había vuelto loco cantando mantras, la aparición del zorro, los maullidos en la montaña......
En escasos minutos vivimos toda una aventura.





Una enorme tarta de chocolate de despedida, puso fin a la que sería nuestra última noche en Uley.
Habíamos conseguido ver cuatro leopardos de las nieves, dos lobos tibetanos y un par de zorros. Nos damos por satisfechos tras haber experimentado durante estos días los duras condiciones climatológicas, la altitud y los esfuerzos por descubrir a través de nuestros teles, la esquiva fauna del lugar.
Llegar hasta aquí ya supone toda una aventura digna de ser vivida pero además, hemos conseguido cumplir nuestro objetivo de poder admirar al Fantasma del Himalaya.
Nos vamos plenamente satisfechos.
Mañana la climatología nos marcará la hora de salida a Leh desde donde volaremos a Delhi al día siguiente.


Ruta de la jornada:


Video de la jornada:


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