En aquella ocasión lo utilicé como campo base desde donde moverme a distintos puntos del que era mi objetivo principal del viaje: Doñana.
Fue aquel un año atípico en el que lejos de encontrarme con las clásicas calles repletas de arena y polvo que recorren los recovecos de tan peculiar poblado, me topé con pistas inundadas que impedían el paso a todo vehículo convencional. El simple hecho de acceder a mi alojamiento se convirtió en una tarea arduo dificultosa ya que encontrar una calle que no estuviera cortada por las abundantes y enormes balsas de agua, constituía todo una hazaña. Pero indudablemente, aquello no era normal.
En esta ocasión, la visita se iba a ajustar mucho más a la auténtica realidad de este pequeño enclave onubense.
Fue aquel un año atípico en el que lejos de encontrarme con las clásicas calles repletas de arena y polvo que recorren los recovecos de tan peculiar poblado, me topé con pistas inundadas que impedían el paso a todo vehículo convencional. El simple hecho de acceder a mi alojamiento se convirtió en una tarea arduo dificultosa ya que encontrar una calle que no estuviera cortada por las abundantes y enormes balsas de agua, constituía todo una hazaña. Pero indudablemente, aquello no era normal.
En esta ocasión, la visita se iba a ajustar mucho más a la auténtica realidad de este pequeño enclave onubense.