Como suele suceder más habitualmente de lo que desearíamos, con la llegada del fin de semana el tiempo nos daría un pequeño disgusto.
En esta ocasión cuando la luz del nuevo día me despertó y corrí suavemente la cortina de mi ventana, no fue la luz del sol la encargada de darme los buenos días sino una fina capa de nieve que había cubierto todo lo que mi vista llegaba a abarcar.
Unos minúsculos copos de nieve caían sin cesar y sin poder evitarlo, un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo sin poder remediarlo.
La niebla tapaba todas las montañas que habíamos estado viendo días atrás lo que impedía buscar la fauna del lugar ya que ésta nos había demostrado su predilección por las zonas altas del terreno.
Sólo quedaba confiar en que en algún momento, la climatología nos concediera una tregua.
Si por norma general nuestro ritmo vital había disminuido de forma importante debido a los efectos de la altitud, hoy parecía que el día se presentaba aún más pausado. Mis compañeros ni siquiera salieron de madrugada a explorar con los telescopios ya que la visibilidad era prácticamente nula.
Hasta que nos sirvieran el desayuno, aprovechamos para limpiar minuciosamente cámaras y telescopios, ordenar un poco los equipajes y asearnos un poco aprovechando el agua caliente que nos dejaban en el baño todas las mañanas.
Desde la ventana podíamos ver a nuestras amigas las perdices hechas unas bolas, esperando también a que pasara el temporal. Todo parecía ralentizarse aún más en este reino de paz y quietud...
Se dice que al mal tiempo, buena cara así que intentaremos tomárnoslo con filosofía. Desayunamos con total calma antes de dar una vueltilla por los alrededores para comprobar que el manto de nieve había cambiado totalmente el paisaje.
No cesábamos de mirar al cielo buscando algún rayo de esperanza pero las expectativas no parecían muy halagüeñas.
Volvimos a la casa para averiguar cuales eran los planes para hoy ya que el tiempo iba pasando y no paraba de nevar.
Los guías tampoco estaban muy animados, seguramente conocedores de las predicciones climatológicas, cuando nos comunicaron que saldríamos en los coches para trasladarnos a zonas más bajas donde confiaban que la visibilidad mejorara un poco.
Mi primera reacción fue de esperanza y entusiasmo por la buena disposición de los guías pero ésta no tardó en convertirse en temor y preocupación en cuanto fui consciente del estado de las pistas.
Si ya de por sí, esas pistas de piedra no me inspiraban demasiada confianza, ahora se habían convertido en auténticas pistas de patinaje.
Moverse por aquel terreno en automóviles convencionales no me inspiraba ninguna seguridad a la vez que mi tensión aumentaba en cada curva.
No habíamos recorrido demasiada distancia cuando hicimos una parada aprovechando que en el cielo parecía abrirse un pequeño claro.
Pero no, a los pocos minutos el cielo volvió a cubrirse y apenas se veía nada. De pronto dos siluetas se adivinaban por la ladera de la montaña dirigiéndose hacia nosotros.
Se trataban de dos rastreadores que habían dado por finalizado su trabajo, viendo las pésimas condiciones climatológicas. Reconocimos a uno de ellos, un auténtico crack en el avistamiento de fauna como nos lo demostró hace dos días cuando pudimos ver la pareja de leopardos.
Uno de mis compañeros no dudó en fotografiarse con él para inmortalizar nuestro encuentro.
Nuestros guías se apresuraron a servirles unas tazas de te caliente y unas galletas intentando que entraran en calor. Verdaderamente impresionante el trabajo que realiza esta gente.
Aún bajamos unos kms más con la esperanza de que el tiempo mejorara pero parecía evidente que ésto no tenía visos de cambio.
Dimos un corto paseo a pie a lo largo de la pista nevada pero al persistir el mal tiempo, volvimos a montar en los coches para emprender el camino de vuelta a casa.
Todo parecía indicar que la jornada no iba a ser nada prometedora así que lo asumimos, nos relajamos y disfrutamos de la comida con calma.
Iba a ser el día de ver fotos y videos de nuestro viaje, ordenar todo el material un poco y disfrutar del calor del hogar.
De vez en cuando nos asomábamos al exterior y mirábamos al cielo implorando clemencia pero los dioses no parecían escucharnos.
Nos dimos algún pequeño paseo sin más pretensiones que estirar un poco las piernas y sacar alguna fotografía al paisaje nevado, dejando pasar las horas con la única esperanza de que mañana volviera el buen tiempo.
La jornada nos había hecho conscientes de lo problemático que resulta visitar estos territorios, más aún si tu objetivo es avistar fauna tan esquiva como el " Fantasma del Himalaya ".
Puedes preparar el viaje durante meses intentando que todo salga lo mejor posible pero si llegas hasta aquí y te sorprende un temporal, todas tus ilusiones se verán truncadas sin remedio.
Afortunadamente no había sido nuestro caso ya que tuvimos un gran avistamiento de leopardos durante horas y ayer mismo habíamos visto durante unos minutos unos lobos tibetanos.
Llegó la hora de la cena mientras charlábamos con los fotógrafos canadienses y nos mostrábamos fotografías de vida salvaje obtenidas en otros viajes y en nuestros países de origen.
Hoy era su última noche en la casa y ella parecía agradecerlo ya que seguía con sus problemas para ir al baño. La preocupación se reflejaba en su cara.
Tras la cena nos quedamos charlando un rato, recordando la fortuna que habíamos tenido durante los primeros días en los que el sol brilló con fuerza y nos permitió conseguir nuestro objetivo.
Como ya he comentado anteriormente, al mal tiempo buena cara!!!
Mañana será otro día.
Ruta de la Jornada:
Video de la Jornada:
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