No son aún las 7 de la mañana cuando nos levantamos de la cama para preparar las mochilas y sacarlas a la puerta de nuestra cabaña para que las carguen en la camioneta y nos eviten tener que cargar con ellas hasta el parking del restaurante. Apenas hay 300 metros pero a las altitudes a las que nos encontramos, subir esa pendiente supone un gran esfuerzo.
Nos deleitamos por última vez de las magníficas vistas que ofrece nuestra habitación mientras repasamos todos los cajones tratando de evitar dejarnos nada olvidado.
Nuestro paso por el Parque de Antisana y el Tambo Cóndor ha sido tan fugaz como placentera.
Tras dejar nuestras mochilas en la puerta, subimos hasta la zona del restaurante y volvemos a experimentar la fatiga que provoca subir una pequeña ladera cuando te encuentras a más de 3.500 metros de altitud.
Cuando llegamos arriba comprobamos que todavía no ha llegado nadie para prepararnos el desayuno pero Norma, la cuñada de los propietarios, no tarda en llegar en su coche con otra chica que le acompaña.
En un momento nos preparan un desayuno a base de frutas, yogurt, pan, mermelada, queso, huevos revueltos y zumo. Mientras desayunamos les decimos que hemos dejado abajo las mochilas y nos dicen que ahora mismo van a recogerlas.
Al de un rato, las vemos a través de los ventanales del comedor, cómo suben andando cargadas con nuestras mochilas. Eso no era lo que pretendíamos ya que pensábamos que llevarían el coche hasta abajo pero nos dicen que el coche que han traído hoy, podría tener problemas para subir por el camino de tierra mojada.
No estamos dispuestos a dejarlas cargar con las tres mochilas así que bajamos para ayudarlas.
A pesar de llegar sin aire y agotado, subo mi mochila hasta arriba, donde se encuentra el coche.
Una vez que terminamos de desayunar, montamos en el coche para que nos acerquen hasta un punto donde tomaremos el autobús que nos acercará hasta nuestro nuevo destino : Latacunga.
Ponemos ruta a Pintag y volvemos a pasar por una zona que en un principio pensamos se trataba de alguna mina explotada desde hace mucho tiempo atrás pero Norma nos asegura que se trata del resultado de la última gran erupción del Antisana y donde ahora extraen piedras.
Atravesamos la localidad de Pintag para llegar a El Colibrí, cerca de la localidad de Sangolquí, donde esperamos a que llegue un autobús que nos lleve a Latacunga.
Paramos en la carretera y permanecemos en el interior del coche hasta que pasados unos minutos, Norma nos dice que bajemos porque nuestro autobús se acerca.
Nos ayudan a cargar las mochilas en el maletero y nos despedimos de ellas con un abrazo, a la vez que les agradecemos toda la ayuda que nos han prestado.
Subimos y nos acomodamos, tras pagar los 2$ de cada billete, en lo que será un viaje de una hora y media.
Al poco de ponerse en marcha el autobús, sufrimos uno de los grandes sustos del viaje al comprobar que la mochila de uno de mis compañeros, que la había guardado bajo su asiento, ha desaparecido.
En ella tenía todo el dinero, la documentación y la cámara fotográfica.
Iba sentado delante de nosotros y nadie le acompañaba por lo que le pregunto si está seguro de haberla dejado bajo su asiento ya que era prácticamente imposible que nadie pudiera haber accedido a ella sin que nos hubiéramos dado cuenta pero él insiste en que está seguro.
Tras unos largos minutos de incertidumbre y nerviosismo, una pareja ecuatoriana que va a nuestra derecha nos pregunta si buscamos algo. Al decirles que nos falta una mochila, nos dicen que bajo su asiento ha aparecido una.
No entendemos nada, nos parece imposible que la mochila haya podido desplazarse de un lado a otro del autobús por arte de magia pero afortunadamente era nuestra mochila y no faltaba nada.
El susto ha sido considerable e incluso mi compañero ha llamado a la policía a instancias de una amable chica ecuatoriana que le ha cedido su teléfono para que lo hiciera, al enterarse de lo sucedido.
Le ha insistido en que lo hiciera para tratar de encontrar la mochila.
En fin, entre unas cosas y otras, no nos hemos enterado del viaje y no hemos podido reservar ningún hotel como habíamos pensado hacer durante el viaje.
Hemos visto alguno por internet que parece interesante e intentaremos llegar hasta allí para reservarlo directamente.
Ruta de la jornada:
El autobús nos deja en plena carretera, a unos 5 kms de Latacunga por lo que tendremos que tomar un taxi que nos lleve hasta allí pero el único que había, lo había tomado la chica que había dejado el móvil a mi compañero.
Sorprendentemente, al vernos, la chica salió del taxi y nos preguntó si íbamos a Latacunga. Al responderle afirmativamente, se ofreció a compartir el taxi.
Así lo hicimos y le dimos la dirección de nuestro hotel al taxista para que nos acercara, tras dejar a la otra chica en su destino.
Yo había metido en mi GPS la dirección del hotel y me sorprendió la gran vuelta que estaba dando el taxi para llevarnos pero pensé que quizás la chica iba a la otra punta de la ciudad.
De nuevo la chica nos sorprendió cuando se encaró con el taxista, diciéndole que nos estaba tomando el pelo y estaba tratando de engañarnos por lo que le indicó que nos llevara a nosotros primero al hotel y que ella se iría andando desde allí y por supuesto que no le iba a pagar más de los 3$ que costaba la carrera.
Nosotros estábamos literalmente alucinando.
Llegamos a nuestro hotel y nos bajamos todos mientras el taxista hacía ostensibles gestos amenazantes a nuestra nueva amiga, dejándole bien claro que se había quedado con su cara.
No sabemos cómo agradecerle su manera de actuar así que le damos los 3$ que había pagado al taxista y le preguntamos si quiere tomar algo en el bar del hotel.
Teresa, como nos dijo que se llamaba, era una jóven estudiante de medicina que padecía una grave enfermedad y que tenía tras de sí un duro pasado, digno de la mejor película de tinte dramático que pudiéramos imaginar. Ahora entendíamos sus risas cuando le preguntamos si no temía enfrentarse a un taxista que le amenazaba tan abiertamente. La vida le había dado tantos reveses que ya no temía a nada.
Tras una larga y agradable charla, le pedimos que nos diera unos minutos para dejar las mochilas en las habitaciones y llevarla en taxi a su destino.
Nos encontramos en el hotel Rodelu y pagaremos 36$ por una doble y 20$ por una single con desayuno incluido
.
Queremos aprovechar lo que queda de día para visitar el mercado de Sasiquili y para ello pedimos en la recepción que nos llamen un taxi que nos venga a buscar.
En unos minutos lo tenemos en la puerta e invitamos a Teresa a llevarle hasta donde quisiera antes de tomar rumbo a Sasiquili. Así lo hacemos y tras despedirnos de ella agradeciéndola todo lo que hizo por nosotros, nos dirigimos al famoso mercado de Sasiquili.
Se trata de un mercado que se celebra todos los jueves en distintas plazas del pueblo donde acuden a comprar y vender toda clase de artículos indígenas de todos los alrededores.
Comida, ropa, artesanía, ganado y muchos otros artículos se agolpan en los numerosos puestos o incluso en el suelo, para ser vendidos a los allí asistentes.
El trayecto desde Latacunga en taxi no duró ni 30 minutos y pagamos 5$. Nuestra amiga nos aconsejó no descuidar nuestras pertenencias y ser cautos con las fotografías ya que no eran bien recibidas por muchos lugareños así que decidimos no sacar nuestras cámaras y utilizar sólo una pequeña cámara acuática que llevaba encima.
Lo cierto es que el mercado no está mal y resulta interesante ver el ambiente que se respira en todas las plazas donde tiene lugar pero si soy sincero, debo decir que esperaba más de este afamado mercado ecuatoriano.
Tras unas horas recorriendo los distintos puntos donde se celebra y quedarnos sin ver el mercado de animales ya que éste se encuentra más alejado, entramos en un local donde asaban pollos para dar buena cuenta de unos platos a base de pollo y unos zumos para recuperar los líquidos perdidos durante la calurosa jornada.
Hicimos unas compras y nos dirigimos a la parada de autobuses de donde salían los que iban a Latacunga.
Esta vez tardamos unos 20 minutos y pagamos 45 centavos cada uno.
Nos fuimos andando hasta el hotel para aligerar nuestras mochilas y dar una vuelta por el pueblo antes de que oscurezca.
De camino aprovechamos para recargar nuestra tarjeta telefónica con 3$ en una tienda local.
Dedicamos las últimas horas de luz a recorrer las calles de Latacunga, visitar su mercado y un centro comercial cercano y tomar unas cervezas cerca del centro de la ciudad.
No muy lejos de allí, vimos una agencia que se dedicaba a organizar excursiones de todo tipo al volcán Cotopaxi y como ésta era una de las opciones para la jornada de mañana, decidimos subir hasta el primer piso donde se encontraba dicha oficina.
Una vez arriba comprobamos que no había nadie pero como había un bar anexo, preguntamos allí cual era el horario de la agencia.
Casualmente, el chico que atendía el bar era el marido de la que regentaba la oficina de al lado, así que nos invitó a sentarnos y tomar unas cervezas mientras llamaba a su mujer.
Cuando ésta llegó nos preguntó cuales eran nuestros planes. Le explicamos que por la tarde queríamos tomar un autobús a Baños pero queríamos aprovechar la mañana para visitar la zona del Cotopaxi y una vez finalizada la excursión, tomar rumbo a Baños.
Su propuesta fue recogernos a las 8 en nuestro hotel, cargar todo nuestro equipaje en el coche, llevarnos hasta la Laguna de Limpiopungo y dejarnos allí hasta que nosotros quisiéramos. Podíamos quedarnos en las inmediaciones de la laguna o bien intentar subir hasta el primer refugio. Ellos nos esperarían en su coche y nos llevarían hasta el punto donde podíamos tomar el autobús a Baños.
El precio por todo el servicio sería de 60$.
Nos pareció un precio asumible y además muy cómodo ya que no nos teníamos que preocupar de nuestro equipaje ni de buscar la estación de autobuses a Baños, ni del traslado hasta allí. Ellos se encargaban de todo.
Aceptamos el trato aunque en el próximo artículo explicaré más detalladamente las posibles opciones para visitar el Cotopaxi.
Una vez resuelta la jornada del día siguiente, salimos de allí para buscar un sitio para cenar algo antes de volver a nuestro hotel.
Cerca de la coqueta Iglesia de la Merced encontramos un local, el Sheldon Food And Drinks, donde devoramos una gigantesca hamburguesa y unas brochetas de pollo acompañadas de un par de cervezas heladas ( 23$ ).
Con el estómago bien atiborrado, emprendimos la vuelta al hotel en cuya cercanía, observamos que se celebraba una fiesta con orquesta incluída y atestada de gente.
Eran casi las 10 y estábamos agotados.
Sólo esperamos que no haya demasiado ruido y que podamos descansar en condiciones antes de nuestra expedición a los alrededores del Cotopaxi.
No cabe duda, nos estamos haciendo mayores....
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