04 abril 2024

Navegando por el Río San Lorenzo. Buscando al jaguar.



Cuando los primeros rayos de luz me despertaron, no me cabía duda de dónde me encontraba. El inconfundible canto de las omnipresentes chachalacas, no dejaba lugar a dudas. El monótono y potente canto de estas aves no nos ha abandonado desde el día que llegamos al Pantanal.
Pero hoy no era un día cualquiera, hoy íbamos a estar toda la jornada en el río tratando de avistar el felino más perseguido de la zona: el jaguar.
Todos queríamos desayunar rápido para salir cuanto antes en su busca pero no pude resistirme a disfrutar de otro espectacular amanecer, esta vez sobre el río S. Lorenzo.
El silencio del amanecer. sólo roto por las chachalacas, convertían el mágico momento en un espectáculo digno de disfrutarlo relajadamente. Las aguas teñidas de rojo por un tímido sol naranja que se elevaba sobre la jungla, añadía un encanto extra del que no podía abstraerme.




Mientras desayunábamos, nos hicieron entrega de una bolsa de comida para llevarnos a la embarcación ya que comeríamos sobre la marcha.
Engullimos el desayuno sin saborearlo, impacientes por salir cuanto antes pero nuestro guía se demoró unos minutos que nos parecieron horas. Queríamos salir ya!!!

Ya todos a bordo y como no podía ser de otra manera, hicimos la primera parada para buscar a la anaconda. El sol aún no calentaba y se encontraba plácidamente enroscada esperando temperaturas más favorables.




Una vez retomado el camino, nos sorprendieron unas cuantas embarcaciones paradas. Tardamos en comprobar la causa de tal concentración hasta que en el agua descubrimos una numerosa familia de nutrias gigantes. La jornada comenzaba bien ya que era otra de las especies de nuestra lista.
No se puede decir que fue un avistamiento perfecto ya que nadaban a gran velocidad, lo que unido al vaivén de nuestra barca, hacía que sacarles una fotografía aceptable fuera prácticamente imposible. Pero bueno, no nos íbamos a quejar...





Seguimos navegando sin excesivos sobresaltos, internándonos por estrechos canales sin demasiado éxito. Un martinete que había atrapado un pez nos mantuvo entretenidos un rato observando si sería capaz de tragárselo. Pero ni rastro de los jaguares.






De pronto, un aviso llegó por el móvil. En cuanto vimos la velocidad que tomamos, fuimos conscientes de que íbamos tras un jaguar.
No tardamos en llegar a un punto donde se concentraban varias embarcaciones pero por más que nos esforzábamos, no alcanzamos a ver nada. Todos se encontraban con las cámaras enfocando la orilla pero no lo veíamos.
Por fin, fuimos testigos de lo que todos veían. No era un jaguar sino dos.
Una hembra con su cría, de tamaño menor, surcaban relajadamente la orilla del río ante la atenta mirada de decenas de turistas.
Desafortunadamente, el avistamiento fue muy corto y apenas pudimos sacarles unas pocas y malas fotografías pero al menos, los habíamos visto perfectamente.







Continuamos navegando, descubriendo una familia de monos aulladores, otra familia de capibaras, caimanes y un montón de buitres en un banco de arena. Nuestro piloto nos contó que hace unas semanas en esa zona se vio un jaguar comiéndose los restos de una vaca muerta. Desgraciadamente, hacía unos días que el jaguar no aparecía, dejando los restos a los buitres.









Volvimos a adentrarnos en un estrecho canal donde observamos un montón de embarcaciones, lo que parecía indicar que había cerca algo interesante. Al fijarnos detenidamente en lo alto de un árbol, descubrimos un jaguar plácidamente tumbado sobre una rama.
Estuvimos un rato esperando por si decidía bajar a tierra o cazar desde allí algún caimán pero al parecer, prefería permanecer allí quietito a la sombra del follaje. Esta vez tampoco ofrecía un buen avistamiento ya que las ramas y las hojas impedían una buena visión.
Algunas embarcaciones decidieron comer allí mismo por si ocurría algo interesante pero la mayoría de las barcas fueron abandonando el lugar, visto que el jaguar no parecía dispuesto a moverse.
Nosotros fuimos de los que nos quedamos allí y aunque apenas comimos nada debido al calor, estuvimos hablando con algunos pasajeros de las barcas cercanas.
Una mujer que había visitado ya varias veces esta zona, nos decía que no estaba siendo una buena temporada de avistamientos ya que había mucha agua y los jaguares no podían moverse por los bancales de arena que suelen quedar en las orillas del río. Había mucho agua y los jaguares se veían obligados a moverse a través de la vegetación que puebla las orillas.






Tras la comida no hubo fortuna y tuvimos que conformarnos con los habituales avistamientos de aves, caimanes y capibaras. Las barcas se cruzaban y los pilotos se intercambiaban información pero parece ser que no se estaban viendo jaguares.
Quizás por eso, nuestro piloto nos ofreció intentar buscar nutrias gigantes, lejos de la zona de jaguares.
Estábamos ya un poco cansados de dar vueltas por los mismos sitios cruzándonos con barcas que no habían visto nada así que aceptamos la propuesta.
Tomamos velocidad, algo que agradecimos porque la brisa aliviaba la sensación de calor, para abandonar el río S. Lorenzo y adentrarnos en el río Piquiri.







Tardamos un rato en descubrir dos preciosos ejemplares de nutria gigante que esta vez sí, nos permitieron sacar alguna foto ya que se encontraban pescando y una de ellas devoraba con pasión su presa.
El cambio de planes había surtido efecto y disfrutamos un buen rato de la pareja de nutrias.







No había tiempo para mucho más ya que el sol se acercaba al horizonte en su recorrido descendente. Otro bonito atardecer desde el río puso fin a una jornada que nos permitió ver tres ejemplares de jaguares aunque no tan a placer como nos hubiera gustado.
Por otro lado, como nos habían dicho ayer, parece que la actividad de los felinos baja mucho por la tarde por lo que nos replantearemos la jornada de mañana.

Cuando llegamos al campamento, nos tomamos la última cerveza que nos quedaba de un trago. El sol aprieta de forma implacable en el río y podríamos habernos bebido una caja de cervezas sin inmutarnos.
Pero en fin, sólo nos quedaba una cerveza así que nos tendremos que conformar con una ducha de agua fresca para tratar de devolver a nuestro cuerpo la temperatura habitual.
Hoy era sábado y el campamento presentaba un ambiente muy animado. Muchos jóvenes se arremolinaban alrededor de unas barbacoas que prometían estar muy activas esta noche. Como suele ser habitual, tampoco faltaba bebida. Ni música...

Nos juntamos en el restaurante para tomar una cerveza, cenar y hablar sobre los planes de mañana. Teníamos pensado volver a estar todo el día en el río pero viendo la experiencia de hoy quizás sea mejor hacer sólo la excursión de la mañana y salir hacia nuestro próximo destino al mediodía. Debíamos ir hasta la Posada Pouso Alegre y nos iba a llevar unas horas.  

Durante la cena llegamos a un acuerdo. Sólo estaríamos en el río por la mañana ya que parecía ser el momento durante el que estaban más activos los jaguares. Además, el calor llega a hacerse insoportable por la tarde. Por otro lado, estar todo el día en el río nos obligaría a hacer el camino hasta el siguiente alojamiento, de noche.
Así que tras la cena, hablamos con las chicas de recepción y les dijimos que sólo alquilaríamos la barca por la mañana.
Todo resuelto así que tocaba ir a dormir. O mejor dicho a intentarlo porque el ambiente se empezaba a calentar y la música comenzaba a subir de volumen...

Ruta de la jornada



Video de la jornada



Capítulo siguiente: Abandonando Porto Jofre




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