15 noviembre 2025

Llegada a Vancouver y traslado a Whistler


 Eran las 4,30 cuando el despertador sonó, dando comienzo a una larga jornada. Nuestro vuelo sale de Bilbo a las 6,50, haremos una pequeña escala en Franckfort y desde allí tomaremos el avión que nos llevará hasta Vancouver tras 10 horas de vuelo.
El viaje discurrió sin incidentes; confiamos en que la vuelta se desarrolle de la misma forma y no se repitan los problemas que tuvimos el pasado año ya que volvemos a viajar con la misma compañía: Lufthansa.

A nuestra llegada a Vancouver recogimos el equipaje y varios integrantes del grupo nos dirigimos a la zona donde se encontraban las agencias de alquiler de coches mientras otros cambiaban algo de dinero para disponer de algo de efectivo.
Afortunadamente, apenas había gente en la oficina y pudimos hacer los trámites con bastante rapidez. 
Habíamos reservado con Alamo un Ford Expedition o similar automático, con tres conductores adicionales y un depósito de gasolina gratis por 1600€. En la oficina contrataremos un seguro a todo riesgo y asistencia en carretera por 190€. Ya estábamos listos para recorrer todo tipo de pistas y carreteras durante los próximos 16 días.
Cuando vimos el coche que nos entregaron y aún más al abrir el maletero, todos quedamos encantados. Sabíamos que 6 personas con sus respectivos equipajes, no iban a ser sencillas de acomodar en un coche pero el que teníamos frente a nosotros, mejoraba todo lo previsto.
En efecto, el Jeep Wagoner disponía de un enorme maletero donde cabía prácticamente todo nuestro equipaje. Además, disponía de 8 plazas en su interior para que los 6 integrantes del grupo iríamos con toda la comodidad del mundo.
El viaje parecía empezar con buen pie y es que tras la última semana de incertidumbre debido a los incendios que estuvieron a punto de echar al traste nuestro viaje, necesitábamos un poco de energía positiva.




El objetivo prioritario de nuestro viaje iba a ser la observación de la fauna local e iba a discurrir en su totalidad por la provincia más occidental de Canadá, la Columbia Británica.
Ubicada entre el océano Pacífico y las Montañas Rocosas, es famosa por sus montañas, bosques y costa y por supuesto, por la riqueza y diversidad de su vida salvaje. 
Para hacernos una idea del territorio que vamos a recorrer, diremos que la Columbia Británica cuenta con una extensión que aproximadamente dobla a la de España, contando con una población aproximada de 5.500.000 de las cuales, casi la mitad viven en el Gran Vancouver.
Dicho esto, entenderemos que la vida salvaje campa a sus anchas en un territorio tan inmenso y tan escasamente poblado.
Por otro lado, no iba a ser sencillo descubrir la fauna en los infinitos bosques en los que habitan la mayoría de los animales.

Canadá
British Columbia

Nuestra primera escala del viaje tendrá lugar en la localidad de Whistler. Elegimos esta turística población invernal fundamentalmente por dos razones. La primera porque se encuentra a dos horas de Vancouver y no queríamos conducir demasiado tiempo ya que llevábamos ya casi 24 horas despiertos.
La segunda, porque dos integrantes del grupo habíamos estado hace unos años y tuvimos la oportunidad de ver bastantes osos negros, además de otra fauna, en los alrededores.
Y es que Whistler no sólo es famoso por su centro de esquí, sino también por su entorno natural lleno de vida silvestre.
Algunos de los mamíferos que podemos encontrar en la zona son los osos negros, osos grizzli, ciervos, alces, coyotes, castores, nutrias, ardillas, conejos nivales, etc, etc. Pumas y linces también habitan este territorio pero son sumamente difíciles de avistar.
Entre las aves podemos destacar la imponente águila calva, pájaros carpinteros, urogallos y otras muchas especies.
Y por supuesto, no podemos olvidarnos de una especie que tiene un protagonismo indiscutible durante el mes de setiembre y que condiciona el comportamiento de otros muchos animales que esperan con ansiedad su llegada: el salmón.
Efectivamente, la llegada de los salmones a los ríos para cumplir con la inexcusable tarea de desovar, atrae hasta las orillas a numerosos depredadores que harán del salmón su principal fuente de alimento durante esta época. Y nosotros queríamos verlo...




Tomamos rumbo a Whistler con la intención de hacer una pequeña incursión hasta las cataratas Alexander que nos pillaban de camino, a unos 20 kms antes de llegar a Whistler.
El motivo no era ver la catarata sino explorar la carretera que llega hasta allí y donde hace unos años tuvimos oportunidad de ver bastante fauna.

Un accidente en la carretera retrasó nuestros planes provocando que llegáramos al desvío que llevaba hasta Alexander Falls, con las últimas luces del día.
Condujimos lentamente los 15 kms que llevaban a las cataratas, explorando detalladamente los márgenes de la carretera pero no hubo fortuna. Solamente un ciervo de cola blanca se dejó ver unos instantes antes de desaparecer entre la vegetación.




Ya no paramos hasta llegar a nuestro alojamiento. La dirección no estaba muy clara ya que se trataba de un complejo de apartamentos entre los que deberíamos encontrar el nuestro, siguiendo unas instrucciones que nos habían mandado por correo.
Teníamos que dejar el coche en un punto donde había un plano con la caótica distribución y numeración de los apartamentos, encontrar el nuestro, abrir la puerta con un código que nos habían enviado, coger la llave del aparcamiento subterráneo y una vez dentro, dejar el coche lo más aproximado posible a nuestro apartamento para no cargar demasiada distancia con el equipaje hasta casa. Por fortuna, no resultó demasiado complicado.
El Glaciers Reach by Allseason Vacation Rentals era un complejo enfocado claramente al turismo invernal por lo que ahora, en verano, no resultaba demasiado caro, vistos los precios en Canadá.
El complejo contaba con piscina, jacuzzi, aparcamiento, gimnasio, etc. Cada apartamento también contaba con un jacuzzi privado, barbacoa, calefacción, cocina completa, internet y la nuestra concretamente, dos habitaciones y dos baños.
En nuestro caso pagamos 35€ por persona y noche.





Eran alrededor de las 20 horas cuando acabamos de acomodarnos y plantearnos comer algo.
Muy cerca había varios locales para comer pero cuando nos acercamos, vimos que todos estaban ya cerrando. Aún así pudimos pedir unas hamburguesas para llevar a casa mientras nos tomábamos unas cervezas en el local.
Así acabó la primera jornada en Canadá. Comiéndonos unas genuinas hamburguesas canadienses en nuestra coqueta casita de invierno...


Ruta de la jornada:



Capítulo siguiente: Explorando Whistler

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