25 mayo 2019

Recorriendo S. Cristobal. Galápagos II .


Los cantos de un gallo a las 5 de la mañana, dieron inicio a una nueva jornada en las Galápagos. Realmente pensé que eran las 6 ya que no había cambiado la hora, cuando aterrizamos ayer en S. Cristóbal.
El día amaneció bastante gris e incluso una fina lluvia caía intermitentemente.
Nos fuimos desperezando poco a poco y salimos a la terraza para desayunar al aire libre los dulces que compramos ayer en la panadería que nos recomendó Cristian, el dueño del hostel. Sabor Cuencano se ha convertido en una visita obligada para abastecernos de dulces para desayunar.

Nuestra idea para hoy es comenzar con una visita a la Galapaguera de Cerro Colorado para poder ver en semilibertad a estas gigantescas tortugas terrestres.
Bajamos a recepción y comentamos a Christian que nos gustaría acercarnos hasta la galapaguera en taxi pero él nos comenta que ir hasta allí y volver nos costará 50$ y quizás nos merecería más la pena, aprovechar para visitar otros puntos interesantes de la isla por sólo 10$ más.
Nos propone visitar El Junco, la galapaguera, el Ceibo de El Progreso, la Playa del Chino y acabar en la lobería, en un recorrido de unas cuatro horas que nos costaría 60$.
No sé si era un buen precio o lo podíamos haber rebajado algo pero el caso es que pasar toda la mañana con un taxi a nuestra disposición por poco más de 15€ por persona, nos parecía razonable.


Ruta de la jornada:



Unos minutos más tarde, un taxi nos esperaba a las puertas del hostel. Pertrechados con las cámaras fotográficas, las gafas de bucear y una toalla, montamos en el coche dispuestos a comenzar la excursión por la isla de S. Cristóbal.
La primera parada prevista era la Laguna El Junco pero debido a que el tiempo fue empeorando según íbamos ascendiendo por la carretera, decidimos seguir hasta la galapaguera con la esperanza de que más tarde mejoraría el tiempo para poder visitar El Junco.

Galapaguera Cerro Colorado.


Al sur de la isla, a algo más de 20 kms al este de Puerto Baquerizo, se han habilitado unas instalaciones en 2002 con el objeto de facilitar la supervivencia y desarrollo de la población de tortugas terrestres de la isla, Geochelone chatamensis.
Este área, ubicada en la parte más alta de la isla y de unas once hectáreas de extensión, fue creado respetando al máximo el hábitat natural donde siempre vivieron estos animales.
Allí podremos encontrar un centro de visitantes, un centro de crianza y lo más importante, un trazado de senderos donde podremos descubrir tortugas de todos los tamaños vagando libremente por la zona.
Además, la vegetación típica de la zona ( uña de gato, manzanillo, guayabillo, etc ) dan cobijo a variadas especies de pajarillos ( pinzones, canarios, cucuves, etc ) que amenizarán nuestra visita.
Nuestra visita por la galapaguera se prolongó durante más de una hora y nos sirvió para descubrir numerosos y enormes ejemplares de esta reliquia animal. 
Las tortugas se mueven libremente por un entorno que ha permanecido inalterable a lo largo del tiempo. A lo largo de nuestro paseo vamos descubriendo ejemplares ocultos entre la vegetación y otros caminando hacia una zona donde les han provisto de plantas verdes donde se concentran varias tortugas que devoran con placer este suplemento alimentario.
Disfrutamos también de la presencia de numerosos pajarillos que habitan esta zona y en la que por supuesto no falta el bullicioso " mocking bird", endémico de las islas.









Galàpago de S. Cristóbal.


Las tortugas gigantes de San Cristóbal ( Geochelone chatamensis ) constituyen una de las 11 poblaciones de tortugas terrestres de Galápagos. 
Una vez al año tiene lugar su apareamiento tras el cual la hembra deposita entre 12 y 16 huevos que eclosionarán unos tres meses después. 
El sexo de las crías vendrá determinado por la temperatura de incubación. 
En el centro de cría se incuban unos huevos a 24º para conseguir tortugas macho y otros a 28º para las hembras.
Pasados unos años, libres de amenazas de los depredadores, las tortugas criadas en la galapaguera son trasladadas a su hábitat natural en el noreste de la isla.



Volvemos al coche para dirigirnos ahora a Puerto Chino.

Puerto Chino.


Apenas a dos kms al sur de la galapaguera, encontramos la playa Puerto Chino
Un sendero flanqueado por los curiosos cactus conocidos como nopales de Galápagos, (Opuntia megasperma), donde abundan las lagartijas de lava y numerosas especies de pajarillos, da acceso a una playa de fina arena blanca y transparentes aguas turquesas donde podremos encontrar diversas especies de aves marinas.
Es conveniente saber que a pesar de que los frutos del nopal son comestibles, en esta zona está prohibida su recolección para que puedan servir de alimento a aves e incluso a las tortugas gigantes que pueblan la zona.
Nuestro taxi nos dejó en un parking desde donde comienza un sendero que te lleva hasta la playa en unos 15 minutos. 
La peculiar y llamativa vegetación, las lagartijas de lava y los pequeños pajarillos que pueblan la zona, nos mantuvieron entretenidos durante el corto pero interesante recorrido.


Una vez en la playa, nos abrimos paso entre los lobitos para hacer un pequeño recorrido durante el que podimos ver y fotografíar ostreros, pelícanos y piqueros de patas azules bastante cerca de nosotros. 
En determinadas zonas, la arena pierde su color original para teñirse de un tono verdoso a causa de la presencia de unas algas que en ocasiones colonializan la arena.
Aves, nosotros y por supuesto, los omnipresentes lobitos, éramos los únicos seres vivos del lugar y resultó un auténtico placer compartir espacio con ellos sobre las blancas arenas de Puerto Chino.









Emprendimos el camino de vuelta al aparcamiento para dirigirnos a la Laguna el Junco de nuevo, a unos 10 kms de Puerto Chino, confíando en que las condiciones climatológicas hayan mejorado.



Esta laguna, que debe su nombre a la abundancia de la planta conocida como junco en la zona ,  se encuentra ubicada en el interior de un cráter de origen volcánico, a menos de 20 kms de Puerto Baquerizo
Con una superficie de 60.000  m2, un diámetro de 270 metros y una profundidad máxima de 6 metros, constituye un importante refugio para las aves marinas.
Desgraciadamente, las nubes seguían agarradas a la parte alta de la isla y una densa y persistente niebla se adueñaba del lugar. Aún así, subimos el camino que conducía hasta un antiguo cráter volcánico que ahora albergaba una pequeña laguna.
A pesar de que no llovía, la niebla que nos rodeaba acabó empapándonos por completo y lo cierto es que no pudimos disfrutar demasiado de esta visita.
Dimos una vuelta completa a la laguna y regresamos al coche para dirigirnos a nuestro último destino: la lobería.

 


Teníamos pensado haber visitado también el Ceibo de el Progreso pero como ya eran casi las 13h, decidimos pasar lo que quedaba de mañana entre los lobitos y las iguanas que nos habían comentado, abundaban en esta playa.


Se dice que el Ceibo de El Progreso es el árbol más viejo de Ecuador ( más de 300 años ) y sobre sus ramas, los dueños del terreno construyeron una casa para su uso privado pero debido a la fama que adquirió y al interés de los locales por conocerlo, su propietario decidió explotarlo turísticamente siendo en la actualidad un lugar muy visitado.
Cuando llegamos al aparcamiento de la lobería, nos despedimos de Orlando y nos tomamos un café para recargar pilas, en un pequeño kiosco que hay allí mismo.
Comenzamos nuestro paseo por una playa repleta de grandes rocas negras que atestiguan su origen volcánico y no tardamos en toparnos con la primera iguana de la jornada. La arena está repleta de las huellas y rastros de estos reptiles revelando el gran número de ejmplares que habitan esta playa.
Los lobitos se dejan ver por todos los rincones y las crías recién nacidas buscan con ahínco la leche materna.
Permanecemos un buen rato observando el comportamiento de estos animales que ignoran nuestra presencia dando clara muestras de su costumbre al ser humano.








Siguiendo nuestro paseo hacia el lado izquierdo de la playa, al llegar al final de ésta nos encontramos con un sendero con un cartel a su entrada prohibiendo el paso sin guía.
Buscamos por los alrededores para ver si hay alguna persona que nos pueda servir de guía pero no hay absolutamente nadie por allí. En la lejanía, sobre los acantilados, vemos bastantes aves volando y como no sabemos si se encuentran criando, evitamos llegar hasta allí para no molestarlas.
Nos conformamos con adentrarnos unos metros para fotografiar las enormes y numerosas iguanas que toman el sol en el sendero y sus alrededores.






 
 










Tras las fotos de rigor, volvemos a la playa para deshacer el camino andado pero antes me planteo meterme al agua para hacer un poco de snorkel. 

Lo cierto es que el cielo está nublado e incluso ha llovido un poco, lo que no invita demasiado a meterse al agua.
Oteo el horizonte en busca de algún signo de vida que me anime a zambullirme y parece que los dioses se hacen eco de mis deseos ya que varios ejemplares de tortugas salen al exterior para tomar aire, no muy lejos de la orilla. Era la señal que necesitaba para tomar una decisión inmediata.
Me quito la ropa, cojo las gafas y el tubo y me lanzo de cabeza al agua. Parece que la presencia de las tortugas también animan a mi compañero que no quiere perder la oportunidad de nadar con estos gigantes.

Apenas me meto al agua, cientos de peces de todos los colores y tamaños, me rodean sin ningún pudor. 
Sigo nadando en dirección a donde había visto salir a respirar a las tortugas y no tardo en llegar hasta dos enormes ejemplares con los que no llego a chocar por muy poco.
Es indecriptible la sensación que experimentas al nadar con estos animales que no muestran ningún temor ante tu presencia. Ambas tortugas pasan por debajo y por arriba mientras yo me acerco a ellas en un divertido juego acuático.
Cuando llega mi compañero, un ejemplar ya se ha marchado aguas adentro pero no tardamos en toparnos con otra más pequeña y otro enorme ejemplar un poco más adelante. Todo esto sucede mientras disfrutamos de la observación de cientos de pececillos, de rayas-sartén, de serpientes marinas, peces loro, etc, etc...

U
na vez más salimos radiantes y satisfechos por la extraordinaria experiencia vivida bajo las aguas de este increible paraiso natural.
Aún mojados, nos dirigimos de nuevo al aparcamiento para ver si aparecía algún taxi que nos pudiera acercar hasta el pueblo para evitar tener que hacer
el recorrido andando .
Mientras nos secamos y vestimos, un taxi hace aparición con cuatro turistas ; la suerte está con nosotros. Por 3$, el taxista nos lleva de vuelta al pueblo, más concretamente a Playa Mann donde repetiremos sitio para comer.
En esta ocasión pedimos langostinos apanados y pescado a la plancha, todo ello acompañado de un zumo, ensalada y arroz
Cada plato cuesta 5$ y la cerveza pequeña vale 2,50$.
Por menos de 10€, hemos comido de nuevo de maravilla y además a orillas del mar, en compañía de lobitos y pajarillos. 
No se puede pedir más...



Tras la fantástica comida, nos acercamos hasta Playa Carola donde ayer vimos un montón de lobitos tumbados en la arena. Cuando llegamos nos encontramos con más turistas visitando la playa que se encuentra llena con numerosos grupos de lobitos.
Recorremos la playa hasta llegar a un pequeño faro cuyo interior se encuentra también repleto de lobitos que han hecho del faro su hogar. Pelícanos y piqueros de patas azules también se dejan ver por la zona.
Desde allí, observamos que en la playa se arremolinan los turistas y un buen número de fragatas sobrevuelan la zona. Algo está pasando y no nos lo queremos perder.
Cuando llegamos vemos el motivo de tal revuelo. Está teniendo lugar el alumbramiento de una cría de lobito y los turistas están en primera linea para no perderse tamaño acontecimiento. 
Las fragatas tampoco faltan a la cita aunque éstas lo hacen por motivos muy diferentes.
Nos había comentado un lugareña que las fragatas reciben también el nombre de matronas del mar pero no lo habíamos entendido del todo. Lo que menos esperábamos era que lo íbamos a descubrir en primera persona.
En efecto, tras el nacimiento del pequeño lobito, las fragatas cortaron el cordón umbilical y se lanzaron como locas en busca de un trozo de la placenta que una ola había arrastrado hasta el mar.
Una nube de frenéticas fragatas se avalanzaban una y otra vez sobre la placenta que flotaba en el mar, tratando de llevarse un buen bocado a su pico.
Fue el colofón perfecto a otra jornada inolvidable en Galápagos.


Playa Carola



Cría recién nacida

Cría recién nacida

Fragatas devorando placenta

Fragatas devorando placenta

Poco a poco abandonamos la playa con las últimas luces del día y nos acercamos hasta la que ya se había convertido en nuestra panadería favorita, Sabor Cuencano, para comprar unos dulces para desayunar mañana.
De allí nos fuimos al hostel para darnos una ducha antes de cenar y quedar con Cristian para que nos diga la hora a la que salimos mañana para hacer el tour 360º.

Hoy cenaremos en el Descanso del Marinero unos arroces marineros y unos langostinos a la plancha.
Las raciones de arroz son enormes, prácticamente imposibles de acabar y los langostinos a la plancha los sirven de manera muy original, en el interior de una vieja plancha de planchar ropa.
La copiosa cena acompañada por tres cervezas, nos salió por 64$.


 



 














Era hora de volver al hostel pero lo haríamos bordeando el mar para compartir los últimos momentos del día con los lobitos que a estas horas del día se hacían dueños y señores del pueblo invadiendo calles, carreteras y bancos sin el menor pudor.
Algunas tortugas nadaban a ras de agua compitiendo con peces y lobitos por el sustento diario mientras nosotros disfrutábamos la escena en silencio, camino a nuestro alojamiento.
Vamos a estar una semana en Galápagos pero creo que va a ser uno de esos sitios en los que me hubiera gustado permanecer por mucho más tiempo. 

Y eso que acabamos de llegar.....

Capítulo anterior: Llegada a S.Cristóbal. Galápagos (I)
Capítulo siguiente: Tour 360º S. Cristóbal. Galápagos (III)

1 comentario:

parvina dijo...

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