15 febrero 2020

En canoa por el Zambeze.



Río Zambeze. Datos útiles de la jornada

" El Parque Nacional del Bajo Zambeze, ubicado al sureste del país, cuenta con una extensión de unos 4.000 km².
Declarado como tal en 1983, hasta entonces fue utilizado por el presidente de Zambia como su coto de caza privado.
Al otro lado del río Zambeze, se extiende el Parque Nacional Mana Pools, en Zimbabue.
Debido al complicado acceso terrestre a causa de los laberínticos caminos de tierra que surcan su territorio, es muy frecuente que muchos visitantes se inclinen por explorar el parque a través de sus cuencas fluviales.
Aunque el parque alberga gran número de especies animales, no suele ser habitual observar los más esquivos. Elefantes, cocodrilos y numerosas aves no faltarán a la cita.
"

  • Como ya he comentado anteriormente, Chirundu, a unos 150kms de la capital, se erige como la localidad elegida por la mayoría de los visitantes para establecer el campamento base desde donde explorar esta zona.

  • Numerosas agencias y alojamientos salpican los alrededores de Chirundu para albergar a los visitantes y ofrecerles gran variedad de actividades.

  •  Las principales actividades ofertadas son:
  1. pesca desde embarcaciones
  2. paseos en lancha a motor por el Zambeze avistando su fauna y atardeceres
  3. paseos en canoa. Desde unas horas a excursiones de varios días, durmiendo en tiendas de campaña.
  4. safaris en 4x4 por el Parque Nacional
  5. visitas a pie a los poblados cercanos  
Los precios variarán dependiendo de las embarcaciones utilizadas y el número de pasajeros. 


  • Durante el día de hoy, nosotros dedicaremos la mañana a recorrer el Zambeze en una canoa con los guías de nuestro alojamiento, el Gwabi Lodge. La tarde la dedicaremos a acercarnos hasta un poblado cercano acompañados de un guía local que vive en la aldea y que nos mostrará su forma de vida y costumbres.

Diario de la jornada

A las 6 ya estamos despiertos y dispuestos a prepararnos para el reto de la jornada.
Hemos leído bastantes experiencias acerca de la navegación en canoa por el Zambeze y todas coinciden en dos aspectos: por una parte destacan las incomparables sensaciones vividas pero por otra advierten de la peligrosidad que conlleva navegar por un río infestado de hipopótamos y cocodrilos.
Ayer pudimos comprobar durante nuestro recorrido en lancha, la gran concentracción de hipopótamos que puebla el río y el grupo no tiene muy claro que una ruta en canoa reúna las condiciones necesarias para garantizar la seguridad mínima exigible. No en vano, nos encontramos ante una de las mayores poblaciones de hipopótamos de toda Africa y los ataques a humanos, aunque no se pueda decir que sean frecuentes, tampoco son excepcionales.
Finalmente, el grupo se dividió y mientras dos nos arriesgaremos a hacer el recorrido en canoa, otros dos lo harán en lancha a motor.
El hecho de llevar cerca una lancha nos da cierta tranquilidad porque siempre podrían auxiliarnos si surgiera cualquier problema.





Nos levantamos y desayunamos en condiciones porque el esfuerzo físico que nos espera así lo exige y no nos gustaría quedarnos sin fuerzas en mitad del río.
Cargamos la mochila con gafas, sombrero y la cámara acuática para no poner en riesgo las cámaras más grandes y bajamos al embarcadero donde nos espera nuestro guía o mejor dicho, nuestros guías ya que vendrá uno en cada canoa. Además, en la lancha irán los otros dos integrantes del grupo con el conductor. 

Tras unas instrucciones básicas para saber cómo actuar cuando estemos navegando, subimos a nuestras canoas.




La bonita luz del amanecer se refleja en las calmadas aguas del río Kafue regalándonos unas preciosas escenas que suponen la antesala al inicio de la aventura.
Pescadores y la población local se mueven por las orillas mientras nos observan con miradas curiosas según avanzamos al encuentro con las aguas del Zambeze

Hasta allí nos espera un agradable descenso de 6 kms inmersos en un silencio tan sólo roto por el canto de las aves y los inconfundibles gruñidos de los hipopótamos.




 

Tras los 6 kms que separan nuestro lodge de la confluencia con el Zambeze, llegamos al mítico río africano que nos aguarda con un nutrido grupo de hipos que parecen empeñados en impedir nuestro paso. Esta vez no hay tiempo para fotos ya que todos nuestros esfuerzos se centran en esquivar el grupo para continuar aguas abajo sin alejarnos demasiado de la orilla.
Tras este primer incidente y tras ocasionales encuentros con grupos aislados de hipopótamos y algún que otro cocodrilo, el viaje continuó con más calma de la esperada. 

El trayecto se torna en un paseo agradable sin apenas presencia de fauna alguna. Por una parte agradecemos la calma pero echamos en falta un poco de adrenalina.







Mientras los compañeros que iban en la lancha se movían de una orilla del río a otra en busca de animales, nosotros remábamos paralelos a la orilla izquierda del río sorteando de vez en cuando algunos rápidos y remolinos que
ocasionalmente se formaban de forma misteriosa.
La postura forzada y el continuo braceo en la canoa comenzaban a dejarse notar por lo que nuestros guías decidieron hacer la primera parada de la jornada. Llevábamos algo menos de dos horas remando.
Cuando nos dijeron que llevábamos 11kms navegando no nos lo podíamos creer pero cuando consulté la distancia que marcaba mi GPS ya no me cabía la menor duda ; 11,5kms desde nuestra partida en Gwabi Lodge.
Pusimos todos pie en tierra para descansar un poco pero nuestros guías nos propusieron seguir todos en la lancha para avanzar más rápido y tratar de buscar la fauna de la zona. 

Tras unos segundos de reflexión, mi compañero y yo decidimos seguir remando otro rato por el Zambeze ya que nos encontrábamos con fuerzas suficientes.



Durante tres horas surcamos plácidamente las aguas del Zambeze pese a que esporádicamente la repentina zambullida de algún cocodrilo o la inesperada aparición de la cabeza de algún hipopótamo emergiendo de las profundidades, rompía la paz y quietud del momento.
Llegamos a cubrir casi 20kms y ahora sí, tras otra parada, decidimos dejar las canoas para unirnos a nuestros dos compañeros en la lancha y tratar de descubrir la esquiva fauna del Zambeze.

Finalmente nos adentramos casi otros 20 kms a bordo de la lancha aunque desgraciadamente no vemos demasiada fauna durante el recorrido. 

Hipos, cocodrilos y algún elefante medio oculto entre la densa vegetación además de las típicas aves acuáticas, son todas las especies observadas.
Las orillas están repletas de huertas, cada una de las cuales cuenta con una pequeña cabaña donde nos aseguran duermen sus propietarios. Los hipopótamos salen a pastar por la noche, devorando y destrozando todo lo cultivado, razón por la cual se ven obligados a dormir allí para intentar auyentar a los hipos. No hace falta decir que en más de una ocasión su osadía les cuesta la vida.
Los pescadores también son habituales pobladores de la zona tratando de capturar el sustento diario.




Había llegado la hora de dar por finalizada la excursión por lo que nos dirigimos a recoger las canoas abandonadas, subirlas a bordo de la lancha e iniciar el camino de regreso al lodge.
Alrededor de la una llegamos al embarcadero. 

El sol nos ha castigado de pleno y me ha quemado brazos y piernas.



Tengo claro que hay dos cosas que debo hacer inmediatamente y no pueden esperar ni un minuto. 

La primera es darme un chapuzón inmediatamente en la piscina para rebajar mi temperatura corporal y la segunda es hidratarme en condiciones con una cerveza grande y fría. Finalmente, fueron tres. 🍺🍺🍺
Ahora sí, volvía a ser persona y estaba preparado para lo que hiciera falta. 
Nos acercamos hasta recepción para informarnos sobre la visita a una aldea cercana acompañados por un local. 
Un compañero ha traído un montón de ropa que quiere dejar en alguna aldea y le parece que éste puede ser el lugar adecuado.
Quedamos a las 15h para ir andando hasta el poblado y ver de la manera más cercana posible, la forma de vida y las duras condiciones en las que sobreviven en este rincón del mundo.
Nos vamos a comer a nuestra cabaña los últimos restos del embutido que hemos traído para reponer las fuerzas necesarias ante la caminata que nos espera en breves momentos.
El poblado no está muy lejos pero ya sabemos cómo las gasta el sol por estos lares y más a estas horas del día así que habrá que ir bien protegidos para no agravar más las quemaduras sufridas esta mañana.

Nuestra partida del Lodge no está exenta de humor. Resulta gracioso ver a tres blanquitos cargados con una enorme maleta acompañados de un enorme negro recorriendo a pie la polvorienta pista que conduce a la aldea cercana.
Dos kilómetros nos separan de la escuela, donde haremos nuestra primera parada. Mientras algunos chavales juegan al voleibol otros se acercan atraídos por la aparición de los inesperados blanquitos.
Todos posan ante nuestras cámaras para ver posteriormente el sorprendente resultado.













Parece que el maestro es uno de los personajes más influyentes de la aldea así que charlando con él, nos comenta que muchos niños sufren de problemas de visión lo que nos hace recordar que el farmaceútico del barrio nos dio numerosas gafas para que trajéramos a Africa cuando se enteró de que veníamos.
La cara de sorpresa cuando vio la cantidad de gafas que llevábamos era digna de ver. Tuvimos que firmarle un papel en el que reconocíamos haber donado libremente todo aquello, firmado con nombre y apellidos.

Seguimos recorriendo la aldea acompañado de nuestro guía que nos llevaba a las chozas más pobres para que ellos mismos eligieran la ropa que quisieran. 

Estuvimos durante un buen rato repartiendo ropa y calzado hasta que con nuestra última visita a unos ancianos agricultores acabamos con todas las existencias y les regalamos la maleta.
Ver sus caras de agradecimiento fueron el mejor pago que podíamos recibir por su parte.






La visita también nos sirvió para comprobar las duras condiciones de vida en las que vivían aunque nunca nos dejarán de sorprender las enormes sonrisas que adornan las caras de la pobreza. Afortunadamente allí las tierras son fértiles y la pesca y el agua abundantes por lo que una vez satisfechas las necesidades básicas, la gente parece llevar una vida " feliz".












Es la hora de volver al alojamiento, tenemos una gran sudada y nos esperan varios kilómetros de vuelta aunque pensar en las cervezas que nos vamos a tomar en cuanto lleguemos, nos estimula lo suficiente para pillar el camino con ganas.
Unas cervezas más tarde, seguida de una reconfortante ducha nos hacen recuperarnos al instante.
Ya sólo queda cumplir con el último trámite antes de que finalice el día y ese no es otro que satisfacer uno de nuestros instintos más básicos: comer.
Nos vamos a visitar por última vez el coqueto restaurante donde haremos nuestra última cena a base de hamburguesas, patatas fritas y pollo asado. 

A nuestro lado está sentada una chica argentina que nos pregunta si se ven muchos animales en esta zona ante lo que le comentamos que a excepción de aves, hipos, cocodrilos y algún elefante, no espere mucho más.
Durante un rato estamos charlando con ellas hasta que nos retiramos a nuestra cabaña. 


Hoy pretendemos dedicarnos a una actividad novedosa para nosotros antes de acostarnos ya que vamos a intentar fotografíar la Vía Láctea, aprovechando la privilegiada zona donde nos encontramos.
Teníamos la idea preconcebida de intentarlo a lo largo del viaje pero no habíamos encontrado el lugar apropiado. 

En Lusaka había demasiada contaminación lumínica y en el campamento de South Luangwa, el arbolado nos impedía fotografíar el cielo.
Este campamento tampoco nos ofrecía demasiadas facilidades ya que nuevamente el arbolado nos impedía fotografiar el cielo abiertamente pero había alguna zona más abierta que permitía ver un pedazo de firmamento. Ahora tocaba comprobar si justo en ese trocito de cielo, podíamos ver la Vía Láctea.
Con el trípode y la cámara a cuestas, cruzamos el jardín en busca del agujero que permitía la visión celeste. 

Y ante nuestro asombro, descubrimos que allí estaba, en medio del agujero se adivinaba la concentración lumínica que delataba la presencia de la Vía Láctea.
Ahora quedaba lo más difícil, dar con la técnica adecuada para que el resultado sería mínimamente aceptable.
Estuvimos allí durante una hora haciendo decenas o quizás cientos de disparos cambiando parámetros hasta que nos pareció que más o menos se distinguía algo en nuestras fotos.
Una vez reveladas, el resultado fue éste.
Para nosotros era la primera vez y nos dimos por satisfechos aunque para los fotógrafos más experimentados dejarán mucho que desear....













Ya son más de las diez y ahora sí, nos vamos a nuestra cabaña a dormir.
Esta ha sido la despedida de nuestro paso por el Zambeze, un lugar que nos ha servido para descansar y relajarnos aunque también hayamos pasado nuestros momentos de tensión a cuenta de los hipopótamos.
Mañana a las 10 hemos quedado con Denver para que nos venga a buscar y nos lleve de vuelta a Lusaka donde pasaremos la última noche, antes de tomar nuestro vuelo de vuelta a casa.


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